El reloj circadiano o cuando la rutina te sienta muy bien

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Es uno de los propósitos que más se formulan ahora que se acerca el final del año: romper con la rutina. Sin embargo, hay ciertas costumbres que nunca deberíamos dejar de hacer. No ganar kilos y optimizar tratamientos médicos son algunas de las ventajas que se esconden tras esta palabra tan injustamente malinterpretada

02 oct 2017 . Actualizado a las 12:05 h.

Al igual que las plantas, los humanos también nos movemos al compás del planeta. Ellas cierran sus hojas cuando se pone el sol y las abren cuando sale. Nosotros, por lo general, hacemos lo mismo con los párpados. El culpable de esta tozuda costumbre se localiza en el núcleo supraquiasmático, un grupo de neuronas situado detrás de los ojos, en el hipotálamo. Es el reloj circadiano, capaz de distinguir la noche del día por las señales luminosas que detecta una vez que entran por la pupila. Este cronómetro corporal nos ata a unos ritmos de sueño, «envía mensajes que le indican a la glándula pineal del cerebro cuándo liberar melatonina», apunta Bibiana García Visos, bióloga y divulgadora en los Museos Científicos de A Coruña. Además, influye en otros aspectos fisiológicos como la regulación de la temperatura corporal, la presión arterial, la producción de hormonas o las funciones del aparato digestivo. Por eso, durante la madrugada aumenta la producción de vasopresina, disminuyendo la sensación de sed, o se reduce la actividad de los pulmones, aumentando la probabilidad de sufrir un ataque de asma.

El horario de los genes

Gracias a los avances en el campo de la cronobiología sabemos que este reloj central no esta solo. Hay miles actuando de forma específica sobre el corazón, el hígado, la piel o las células grasas. «Los genes de las células que forman estos tejidos se activan ante un estímulo externo. Tienen su hora de mayor o menor ajetreo», explica la bióloga coruñesa. En el 2014 John Hogenesch publicó el atlas de los genes circadianos del ratón en la Universidad de Pennsylvania. Concluyó que más de la mitad de los genes de los mamíferos prefieren la puntualidad y el orden y pueden desacoplarse ante cambios. «En otro estudio empezaron a dar de comer de día a un grupo de ratones, que es cuando suelen dormir. Este grupo engordó más que el que tenía sus relojes internos sincronizados», señala Bibiana. Una investigación publicada en el King´s College de Londres por la nutricionista Gerda Pot llega a un conclusión similar. Tras analizar las costumbres alimenticias de 5.000 personas desde 1946, asegura que la presencia de diabetes, obesidad y problemas cardiovasculares es mayor entre trabajadores nocturnos y personas que no mantienen un horario regular para comer. «Sabemos que tomar las pastillas para la tensión antes de acostarse es más efectivo que hacerlo por la mañana. Se está viendo que mantener sincronizados los relojes biológicos periféricos con el central gracias a unos hábitos diarios no solo puede ser útil para controlar el peso, sino también para optimizar determinados tratamientos», opina Bibiana.

Las oportunidades que puede brindar este campo de estudio se abren a enfermedades como el cáncer. «Las células cancerígenas se caracterizan por duplicarse y ser arrítmicas en un cuerpo que, bien sincronizado, mantiene sus ciclos. Dar quimioterapia en el momento adecuado podría atacar el tumor con menos efectos secundarios para el resto del órgano o tejido si no está activo», explica la divulgadora. Las farmacéuticas ya trabajan en la investigación de esta posibilidad para la que escuchar con atención el tic-tac que marca el cuerpo es fundamental.

En resumen, mantener las rutinas en nuestra vida puede ser beneficioso para el organismo, y si lo que tememos es el aburrimiento basta con esforzarnos por añadir un toque extraordinario para compensar la inercia.