«Estamos orgullosos de ser bazaneros»

FERROL

CESAR TOIMIL

Entraron en el astillero con solo 14 años y ayer celebraron medio siglo de vida laboral

24 oct 2017 . Actualizado a las 10:28 h.

Corría el 23 de octubre de 1967 cuando Manuel Sendón, José Ramón Luaces, Adolfo Montero y Manuel Veiga comenzaron a cumplir un sueño por aquel entonces compartido por otros muchos muchachos ferrolanos de su edad. Aquel día, con apenas 14 años y casi barbilampiños, los cuatro pisaban por primera vez la Escuela de Aprendices de Bazán y, con aquel ingreso -seguramente sin que ni ellos mismos lo pudiesen imaginar-, inauguraban una trayectoria laboral que ayer mismo cumplió la friolera de cincuenta años de recorrido. «Somos los únicos trabajadores del curso del 67 que seguimos en activo, porque la mayoría se prejubilaron en el 2005 a los 52 años», anota orgulloso Sendón al tiempo que explica que su promoción fue la última de la Escuela de Aprendices con alumnos procedentes de la Escuela Obrera y formados íntegramente en Bazán a lo largo de cuatro cursos académicos.

Tanto él como Veiga, Luaces y Montero recuerdan con alegría y nostalgia sus primeros años de vida en el astillero. «La formación que impartían en la escuela era buenísima y prueba de ello es que en cualquier país de América o Europa los aprendices de Bazán siempre se encontraban las puertas abiertas, porque gozaban de un gran prestigio», advierte Sendón. «Salíamos muy bien formados y no solo a nivel técnico, sino también en otros aspectos, como el deportivo o el militar, porque nos hacían desfilar todos los días», añade a renglón seguido José Ramón Luaces.

Tras pasar por la Escuela de Aprendices, Veiga obtuvo su chapa de operario como armador, Montero como tornero y Sendón y Luaces como soldadores, pero al cabo del tiempo los cuatro terminaron ascendiendo y recalaron en otros departamentos. Montero Fabuena y Sendón pasaron a trabajar como administrativos, mientras que Luaces y Veiga se convirtieron en inspectores de control o verificadores.

De su paso por la empresa todos guardan buenos y malos recuerdos, algunos incluso entremezclados en torno a un mismo acontecimiento, como por ejemplo, el conflicto del 72. «Fue muy triste por todo lo que pasó, por los muertos y los heridos que hubo, pero también fue una fecha histórica de la que nos podemos sentir orgullosos, porque a partir de entonces, y gracias a la lucha sindical, las condiciones salariales y de seguridad mejoraron mucho», advierte Sendón.

Como él, sus compañeros destacan el enorme sentimiento de «compañerismo» que se respiraba por aquel entonces en el astillero, auspiciado en gran parte por los lazos familiares que unían a buena parte de los trabajadores. «Estábamos en una empresa por la que también habían pasado o aún estaban nuestros padres, tíos o primos y nos sentíamos muy protegidos los unos por los otros», advierte Montero Fabuena.

Aunque ahora ya no reconocen ese «compañerismo» ni los valores que había antaño en el astillero, los cuatro no dudan en sacar pecho cuando se les pregunta qué ha significado para ellos trabajar en una de las firmas punteras de la construcción naval: «Nos sentimos orgullosos de ser bazaneros y de la cultura bazanera, porque esto ha sido una escuela de vida», dice Sendón con el beneplácito de sus compañeros.

Sin embargo, ninguno de ellos puede obviar la delicada situación por la que atraviesa la firma, ni tampoco el horizonte «gris» que vislumbran en el futuro, aunque Montero y Veiga insisten en que «hay que ser optimistas». «Me gustaría serlo, pero para eso tendría que haber unión sindical y ahora mismo no la hay», comenta apesadumbrado Luaces.

Junto a sus compañeros de la Escuela de Aprendices, el próximo viernes celebrarán en el restaurante O Parrulo las bodas de oro de la promoción de 1967 y, dentro de pocos meses, a los cuatro les llegará la jubilación. ¿Qué harán entonces con tanto tiempo libre? «¡Vivir!», responde exultante Luaces. Pero Montero se apresura a poner la puntilla. «Son 50 años y, por mucho que ellos te digan que no, sí que echaremos de menos esto».

Tradición familiar. Los cuatro trabajadores que cumplen 50 años en activo ingresaron en Bazán siguiendo los pasos de sus padres. El de Luaces era remachador; el de Sendón, plomero de tubo, mientras que el de Veiga y el de Montero trabajaban en el taller de electricidad.