Dinero fantasma

José Picado ESCRIBANÍA DE MAR

FERROL

04 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Antes de contar su gran descubrimiento Gonzalo Torrente Ballester confesó sus carencias. Naturalmente, dijo, «no entiendo una palabra de Economía». De ella sólo atisbó a ver que se trata de una ciencia compleja «donde se barajan magníficas abstracciones expresadas en fórmulas verbales maravillosas». Se ve que a don Gonzalo le llamaban la atención las palabras grandilocuentes de los economistas, habitualmente empleadas como mecanismos de defensa ante una realidad compleja imposible de abarcar. Siempre se ha dicho que los economistas eran unos científicos sociales excelentes para explicar lo ya sucedido, pero incapaces de acertar en los pronósticos de futuro. Sobre todo para anunciar las grandes crisis económicas y financieras. Nos dicen que la inflación es alta y toca apretarse el cinturón cuando a los cinturones de los españoles ya no les queda ni un solo agujero libre.

El descubrimiento de Torrente Ballester, publicado en un artículo de 1964, fue que el dinero no existe. Así, tal cual. «El dinero no existe y publico mi descubrimiento para tranquilidad de los pobres, descanso de los ricos —que se verán libres de su temida justicia distributiva— e inquietud de los economistas». El dinero es un fantasma y, como todo el mundo sabe, los fantasmas no existen aunque Álvaro Cunqueiro crea en ellos, concluía don Gonzalo. El dinero, ahora lo sabemos, existe pero escasea. Los euros no llegan para pagar la compra, la factura de la luz, el recibo del alquiler y el tanque de gasolina. Así, es evidente, no hay forma de ser feliz, como explicó don Gonzalo en otro de sus artículos: ¿Por qué no somos felices?, y corroboraron los expertos de la Universidad de Princeton en múltiples investigaciones. El dinero, explican, puede hacer más feliz especialmente al que tiene poco. ¡Sabia conclusión!, la de los economistas, sociólogos y psicólogos de esa prestigiosa universidad. No es casualidad que salieran de sus aulas varios premios Nobel, algunos presidentes de Estados Unidos y Jeff Bezos, fundador de Amazon, tipo que de contar dólares parece que sí sabe algo. Y por eso Albert Einstein impartió allí varios años de docencia. El dinero, dicen en Princeton, no da la felicidad absoluta pero sí ayuda a mejorar mucho la satisfacción con la vida; al menos la de aquellas personas que sabían lo que es pasar apuros económicos. Cuánto le gustaría a Torrente Ballester conocer el fruto de tan maravillosa investigación, más de sesenta años después de su descubrimiento. Sabría que las fórmulas verbales actuales dicen que el dinero aumenta el bienestar, aporta tranquilidad, reduce el estrés y elimina la ansiedad de todo aquel al que se aparece y no se le esfuma como un escurridizo fantasma.