Una auténtica marea verde tiñó las calles de Ferrol con los colores del equipo antes del duelo entre Racing y Deportivo
17 abr 2023 . Actualizado a las 13:17 h.Pasando de supersticiones y despojados de todo complejo, los más de 7.000 aficionados racinguistas se arrancaron a cantar la mítica canción de Los Limones como pistoletazo de salida al evento deportivo más esperado en la ciudad. Y es que aquí perder ya no es lo normal y eso ha propiciado que cada vez más personas acudan religiosamente a cada cita en la que el Racing juega como local. A Malata, más que moda, es ya una sana costumbre con la que culminar la semana y romper la rutina.
Esos seguidores, los que llevan años a bordo del barco y los que se han ido sumando a medida que el espectáculo sobre el vede va a más, fueron lo mejor de una tarde para la historia en A Malata. La falta de goles se suplió con los cánticos continuados; con una hinchada volcada. Aplausos constantes en cada nueva intentona de la escuadra ferrolana, presión sobre el colegiado en cada decisión contraria a los locales. En definitiva, sangre ferrolana y corazón racinguista en estado de ebullición.
Sensaciones que se fueron cocinando a fuego lento en un partido que duró mucho más de noventa minutos. Desde primera hora de la mañana, las camisetas verdes se convirtieron en el atuendo dominical por excelencia. Desde la plaza de Armas hasta Canido; pasando por Amboage. «No pudo ser, pero hay que quedarse con el ambientazo que había hoy en Ferrol», reflexionaba un seguidor racinguista al término del duelo. Una cita que condensa a la perfección lo vivido durante un domingo en el que el sol y la temperatura veraniega propiciaron todavía más el llenazo de las terrazas y establecimientos hosteleros del barrio alto, que ejerció de sede de una previa multitudinaria. Bullicio, análisis futbolísticos improvisados, quinielas e ilusión como banda sonora en esta particular sesión vermú. La iniciativa, promovida por la Peña Racinguista D'Tapas, se convirtió en la antesala perfecta para que todo ese hervidero emocional culminase en el graderío de A Malata durante los 94 minutos que duró el choque contra el Deportivo.
Un partido especial que va mucho más allá de una rivalidad con más de un siglo de antigüedad. Por los que acudieron por primera vez al estadio, disfrutaron y aseguran que repetirán y, sobre todo, por los aficionados fieles que acompañaron al equipo durante travesías complicadas y pueden observar con orgullo los frutos de un trabajo del que son parte indispensable.
Pies en el suelo, corazón en alto
Con estos mimbres, el resultado que reflejó el luminoso con el pitido final es casi secundario. Comerciantes, hosteleros, peñistas y escolares han encontrado un nuevo interés común, transversal e intergeneracional. Un racinguismo que tiene todavía mucho que aportar la ciudad, a nivel deportivo y también económico. Así, desde la peña organizadora del evento previo al partido, su presidente, Iago Rodríguez, hacía toda una declaración de intenciones con la vista puesta en el futuro más próximo. «Había ganas, la entrada al estadio lo dice todo. Queda el final de temporada, el play off y hay que seguir creciendo», destacaba.
Y es que los seguidores racinguistas no solo están cada vez más enchufados, sino que se han sumado sin titubear a la filosofía de Cristóbal Parralo. «Pies en el suelo» y corazón en la mano, que es como mejor se salta para tomar impulso y seguir creciendo y madurando como afición a la par que lo hace la plantilla como bloque. Una unión, que hace fuerza y que ha convertido Ferrol en una marea verde que no deja de soñar con que todo es posible.
Sin estridencias y sin exigencias inmediatas, la hinchada del Racing salió a celebrar la fiesta del fútbol y abandonó el estadio con una sonrisa generalizada.
Fútbol es fútbol y mucho más. Es reencontrarse en la grada tras años lejos de casa, es la Peña Castiza movilizándose por el equipo desde la capital, son los bocadillos a cambio de la voluntad que se sirvieron en el bar D'Tapas para que las fuerzas no flaqueasen o los jugadores y el cuerpo técnico agradeciendo en cada oportunidad la respuesta de la ciudad. En un territorio marcado por la construcción naval, este partido frente a Deportivo es la botadura de un buque construido en la grada a base de remontadas épicas en los últimos minutos de juego, de un fondo de armario que responde siempre a la llamada del míster y de un grupo de seguidores con fe ciega que llevan toda la temporada recorriendo kilómetros y kilómetros para que los de Cristóbal sientan que no están solos.
La marea verde ha llegado para quedarse a Ferrol y a este barco racinguista le quedan todavía muchas travesías y millas por recorrer. En el aire ondea la idea de que se sumen nuevos tripulantes a este sueño colectivo.