Estaba acordándome ahora, ya ven ustedes, de la primera vez que vi y tuve la suerte de poder escuchar -fue en Ferrol, en el Parador de Turismo- a Pepe Hierro. Estaba el poeta, en ese momento, conversando con Julia Uceda, y me impresionó profundamente. Hablaban en ese instante ambos poetas, si la memoria no me falla, de esa férrea voluntad que en las peores circunstancias le permite al ser humano hacerle frente a la adversidad y seguir viviendo. Hierro le quería mucho a Ferrol. Como le querían mucho a Ferrol, también, desde Cunqueiro hasta Manuel María. Y como le siguen queriendo, por supuesto, desde Luz Pozo Garza hasta Darío Xohán Cabana, y desde Ramón Pernas hasta César Antonio Molina. A mí me parece que si a alguien se le ocurriese hacer un atlas del mundo en el que las letras -la literatura, quiero decir- tuviesen mayor presencia que lo que atañe, estrictamente, a la geografía, Ferrol ocuparía en sus páginas un lugar de especial relevancia. La ciudad ha generado mucha y buena literatura desde que comenzó a construir grandes barcos (no pretendo decir que ambas cosas estén directamente unidas, aunque, si uno se para a pensarlo, la verdad es que también tienen bastante relación entre ellas). Y, además de todo un Premio Cervantes, Gonzalo Torrente Ballester, le ha dado a la cultura española, que yo recuerde, dos Premios Nacionales de Poesía -José Luis Prado Nogueira y, más recientemente, Julia Uceda, que para mí siempre será de Ferrol, aunque naciese en Sevilla-, y un Premio Nacional de Literatura Infantil, Juan Farias. Así que bien puede decirse, y en voz bien alta, que por la parte de los libros Ferrol es una ciudad muy grande.