Ferrol-As Pontes: la ruta del carbón

MARÍA MEIZOSO AS PONTES / LA VOZ

FERROL CIUDAD

José Pardo

Lolo Dopico es uno de los transportistas que trasladan el mineral de importación para la central térmica

25 may 2018 . Actualizado a las 07:54 h.

Su despertador suena cada día a las 05.45 horas. «Un café y a funcionar», resume Lolo Dopico. Él es uno de los más de cien camioneros del carbón que cada día desfilan por la AG-64 cargados de alimento para la central térmica de Endesa en As Pontes. En su caso, a las 06.30 horas, está «saliendo de Espiñaredo». De la estación de servicio Pena de Malate. Allí descansan cada noche los gigantes con ruedas del carbón. Lo hacen tras rodar horas y horas. Con un mismo recorrido. De la terminal de Endesa en el puerto exterior de Caneliñas hasta el parque de carbones de Saa. Y vuelta a empezar. Aún así, asegura Dopico, «no es monótono». «O será -añade- que a mí siempre me ha gustado mi profesión, me gusta conducir, así que no me quejo». En aproximadamente hora y media, los 130 transportistas que participan en cada descarga recorren los 90 kilómetros de cada traslado. En una jornada completan un total de seis viajes.

38 litros de combustible

Condicionado por el tacógrafo, en el caso de Dopico su jornada laboral se prolonga durante unas 12 horas. Con descansos, «en Saa y en Igrexafeita, para tomar café y para comer». Pero no solo los camioneros necesitan cargar energía. Cada camión consume en cada viaje 38 litros. «Yo echo cada día 230 que son los que necesito, aunque mi camión tiene un depósito de 450». Los tiempos de carga y descarga son efímeros. Unos tres minutos para lo primero en el puerto exterior y otros cinco para depositar el mineral en Saa. «Aunque todo eso depende de las colas que se vayan formando, a veces de hasta media hora», matiza.

Para el colectivo, reconoce Dopico, la continuidad de la central térmica fue un «gran respiro» tras un período de «incertidumbre». Pero sin duda, señala, «una de las mejores cosas que hicimos fue crear la asociación ACTC. Vamos todos a una y nos permite solventar todos los problemas con más eficacia».

De familia

A los 21 años se subió por primera vez al camión y desde entonces -tiene 40- no se ha bajado.

En su caso, le viene de familia. «Mi padre tenía tres, así que tuve suerte porque lo tenía en casa». ¿Siempre lo tuvo claro? «Si le preguntas a mi madre te dirá que desde bien pequeño quería serlo, me picó el gusanillo muy pronto». La suya es la segunda generación de una empresa de transporte que puso en marcha su padre bajo el nombre de Filgueiras, apellido que el progenitor tomó de su abuela. «La empresa nació con ese nombre y así morirá. Cuando falleció mi padre teníamos otros camiones de nacional, pero al final me quedé solo con este. Al tener niños quieres estar en casa y este trabajo te da muchas facilidades. El horario de la terminal es muy amplio y eso nos permite organizarnos y conciliar». ¿Habrá una tercera generación subida al camión Filgueiras? «Yo creo que sí. Tengo dos hijos. A Adrián le gusta la maquinaria y me acompaña a lavar el camión y a ese tipo de cosas. Alicia todavía es muy pequeña», sonríe. Sería la tercera generación de un colectivo, el de los transportistas del carbón, reunidos desde hace años bajo la Asociación de Camioneros y Transportistas del Carbón. Un gremio que, junto al resto de camioneros de la villa, celebrará este fin de semana su fiesta anual.