Somos Humanidades

Juan Luis Montero Fenollós PROFESOR DE HISTORIA ANTIGUA EN EL CAMPUS DE ESTEIRO

FERROL CIUDAD

18 jun 2018 . Actualizado a las 10:59 h.

Hoy estudiar historia, literatura, filosofía o arte se considera algo prescindible. Nado contracorriente. Creo, cada vez más, en la necesidad de los estudios culturales y humanísticos. El utilitarismo reinante ha dado paso a un nuevo código de valores. Nadie pone en duda la utilidad de la construcción de una casa o un barco, pero no piensa lo mismo ante una sinfonía o un poema.

No imagino un mundo sin las Humanidades, que son esencialmente letras y palabras. La filosofía y la literatura son palabras. Palabras son paz, solidaridad, tolerancia y diálogo. Las palabras se aprenden y se transmiten en escuelas y facultades. Somos palabras y lenguaje. El mundo está construido de palabras. No hay mejor herramienta que la palabra. Necesitamos las letras y las palabras (como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto -como cantó el poeta vasco Gabriel Celaya-); y todo ello para hacernos quienes somos y para saber qué fuimos.

Hace más de 4.000 años, un autor anónimo, nacido a orillas del río Éufrates, escribió sobre un humilde pedazo de barro algunas de las más emotivas y antiquísimas palabras jamás escritas: «Toda la noche lloró Gilgamesh a su amigo muerto. Con la primera luz de alba gritó… ‘Que te lloren las colinas y las montañas que ascendimos, que te lloren los pastos como a su propio hijo, que te llore el bosque que talamos…, que te lloren los ríos…, mi amigo amado está muerto, lo lloraré mientras respire, sollozaré por él como una madre que ha perdido a su único hijo… Ahora un cruel destino te ha arrancado de mí para siempre’».

Estas y otras antiguas palabras están hoy cubiertas por un cielo de nubarrones y un mar de tinieblas, que ensombrecen nuestro milenario legado cultural. Esta oscuridad destructora nos lleva a pensar que la prodigiosa invención de las Humanidades se nos está deteriorando. Hoy, el profundo y verdadero significado de este concepto está siendo manipulado y aligerado en favor de una vacua y falsa modernidad.

Las ciencias de la cultura y del hombre están sucumbiendo ante un progreso irreflexivo al servicio de la rentabilidad económica inmediata. La educación se ha convertido en una especie de máquina de producir mano de obra para su inserción en el mercado laboral. Se menosprecia la educación en los saberes convencionales y se fomentan sobre todo lo rentable y lo útil económicamente hablando. Sin embargo, considero que las Humanidades son hoy determinantes en la formación de una ciudadanía culta, libre, solidaria, abierta y tolerante. Hoy es más necesario que nunca reivindicar el conocimiento humanístico como instrumento para afrontar los grandes retos y la crisis de valores de la sociedad del siglo XXI. Lo contrario, solo contribuye a alimentar egoísmos y fundamentalismos. Ejemplos no faltan en la convulsa geografía mundial: destrucción de vidas humanas, de museos, de bibliotecas y de monumentos. Sin vida, sin historia, sin libros no hay Humanidad posible.

Durante veinticinco años la Facultad de Humanidades de Ferrol ha formado, con aciertos y errores, a hombres y mujeres libres, más críticos, más capaces y, en definitiva, mejores ciudadanos. Los conocimientos adquiridos en nuestras aulas les capacitan para enfrentarse a los egoísmos del presente y para tratar de hacer que nuestra sociedad sea más humana. Son ellos los que tendrán que luchar contra los actuales «dinamiteros y censores de la cultura».

Aunque nuestro grado universitario en Humanidades está amenazado de cierre por una decisión política, las «inútiles letras clásicas» (latín, griego, filosofía, arte, historia o literatura) serán siempre una puerta necesaria, que nadie podrá cerrarnos jamás. No concibo la Universidad sin las Humanidades, ni las Humanidades sin la Universidad. Universitas y Humanitas son indisociables.