Oído, cocina

José Varela FAÍSCAS

FERROL CIUDAD

09 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Pocas veces en mi vida he visto quebrarse la bien meditada determinación suicida de la izquierda, esa persistente obstinación salvífica impermeable al devenir histórico, a la coyuntura, a la realidad concreta que diría don Carlos. No es frecuente que la izquierda real, la que conocemos, así la próxima como la remota, abandone en la mesilla por un instante las orejeras apostólicas y se tome el prosaico trabajo de adaptar sus elevados principios a la coyuntura. El resultado es una concatenación de fracaso tras fracaso, pero perfectamente compatible con la impagable satisfacción de tener siempre la razón. La derecha, con el hocico de la extrema derecha asomando por detrás, acaba de darle un buen repaso en Andalucía. Ni caso: la idea de que eso en Ferrol no pasará es, con toda seguridad, el único elemento que tienen en común todos los grupos, partidos, espacios, grupúsculos, comités, asambleas, movimientos, asociaciones y protocandidaturas que se proclaman de izquierda en esta ciudad. Más aún: cada uno de ellos se considera la genuina y prístina encarnación del progresismo: su ideario es de tal pureza que no merece mezclarse, bastardearse. Va para cien años que un sujeto de nombre Vladímir escribió algo así como La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo. Aunque extemporánea y referida a otro contexto social e histórico, su reflexión, ya que nos negamos a mirar hacia Portugal -¡qué nos van a enseñar!-, no le vendría mal a más de uno. Siquiera fuese como entretenimiento intelectual. Por pasar el rato, digo. Porque las municipales están a la vuelta de la esquina y no percibo movimiento alguno, no veo que nadie exclame «oído, cocina».