Marina Chiavegatto: «En Présaras había menos bares porque eran mujeres las que ganaban dinero»

FERROL CIUDAD

VÍTOR MEJUTO

El martes en Ferrol se proyecta la historia de un pueblo donde desde los años 40 los hombres se quedaban en casa

18 ene 2019 . Actualizado a las 12:55 h.

Hace años que Marina Chiavegatto (Río de Janeiro, 32 años) se quedó prendada de la historia de las mujeres de Présaras. «Desde los años 40 tuvieron la oportunidad de trabajar en una fábrica de tejidos y eso transformó el pueblo, porque ellas eran las que salían cada mañana a ganar el sueldo y ellos se quedaban en casa, al cargo de los niños y las demás tareas», explica una directora que el martes estará en la Casa do Patín para el coloquio posterior a la proyección del documental Tecido resistente (19 horas). El miércoles se proyecta en la Normal de A Coruña (19.30 horas) y el viernes en la librería Biblos de Betanzos.

-¿Cómo nació el proyecto?

-Hace cuatro años que conocí la historia y a dos de las protagonistas. Me di cuenta de que había que contarla, por eso pensamos presentarla a los premios Luisa Villalta de la Diputación para conseguir financiación y así fue (el documental resultó ganador). Era un reto, pero que necesitaba hacer bien, aunque pronto.

-¿Por qué?

-Había cierta urgencia por contar esta historia ya porque es de un grupo de mujeres que tiene más de 80 años y que en los años 50 trabajaron en la fábrica Hilados y tejidos de Vilasantar. Y este grupo de mujeres de Présaras se convirtieron en las que llevaban el dinero a casa en un momento donde no había trabajo, ni dinero físico en el rural gallego. La economía básicamente era intercambiar patatas por harina, por ejemplo, pero de repente nace esta fábrica con una plantilla mayoritariamente femenina, de 300 mujeres y solo 50 hombres.

-Y transformó el orden del pueblo...

-Lo que sucede allí es que pasan a ser las mujeres las que salen cada día de casa para ir a trabajar y, con total normalidad, son los hombres los que se quedan en los hogares cuidando de los niños, haciendo la comida o las tareas del campo.

-¿Ese cambio generó algún conflicto?

-Ninguno, lo curioso de todo esto es que fue la revolución de la normalidad. El cambio fue lógico, porque no había manera de que el hombre ganase dinero en aquel momento y el jornal solo salía de la fábrica y en la fábrica solo trabajaban las mujeres. Todo el mundo asumió una postura que ahora es muy moderna y muy feminista.

-¿Alguna de las trabajadoras de la fábrica cuenta si hacía doble jornada, con los tejidos y en su propia casa?

-Claro que algunas cuentan que no era el mundo perfecto, pero era bastante más igualitario que en otros pueblos de la provincia, porque como ellas salían a trabajar pues podían decidir qué hacer con el dinero que ganaban en la mayoría de los casos, aunque también es cierto que había mujeres que se lo daba su marido para que lo gestionase él, pero era una minoría. Ellas cuentan que, por supuesto, cuando llegaban a casa les tocaba trabajar, pero había una buena parte de la labor que estaba hecha. La división de tareas transformó el pueblo, se desarrolló de otra manera bien distinta a la de poblaciones de los alrededores.

-¿En qué sentido?

-En Présaras había menos bares y más comercios como ultramarinos, peluquerías o zapaterías, ya que eran las mujeres las que ganaban el dinero. Es curioso, explican que cada sábado cuando cobraban se pasaban por el pueblo para comprar las cosas que hacían falta en sus casas. Entonces Présaras era un lugar que contaba con todo tipo de negocios y dónde los vendedores de la comarca de fruta y de todo tipo de alimentos se acercaban cada sábado para atender a estas trabajadoras. Ellas cambiaron el tipo de economía, el comercio de la zona.

-¿Qué más cambiaron?

-Hablamos con cinco de estas mujeres y explican que también eran las que más brillaban y las que tenían más pretendientes, porque sin ser ricas tenían independencia económica. Todos los chicos querían salir con las chicas de la fábrica. En definitiva conocieron que el dinero les daba libertad, que las empoderaba.

-Y no quisieron perderla más...

-Pues sí, porque incluso cuando la fábrica arde en los años 60 y se quedan sin trabajo las cinco cuentan que comprendieron que tenían que buscar otro empleo, que no podían quedarse en casa. Y así lo hicieron.