Opa, Canido

José Varela FAÍSCAS

FERROL CIUDAD

26 jun 2019 . Actualizado a las 09:07 h.

Bendito mestizaje, en estos tiempos de hoscas esencias identitarias. Las tierras altas de la ciudad de Ferrol, desde el magnífico otero que es el Muíño do Vento, abierto a las brisas marinas del sur que entran por la bocana de la ría, hasta la desaparecida puerta septentrional del recinto amurallado que fortificaba la ciudad y sus vertientes hacia la bahía fueron lugar de acogida de la población inmigrante del noroeste gallego. El espacio periurbano favoreció la existencia de una economía familiar mixta agroindustrial, con huellas vivas todavía ostensibles. Con la expansión urbana de la villa hacia el norte, Canido volvió a cobijar con generosidad a centenares de nuevas familias de procedencia geográfica diversa, de tal suerte que, según datos difundidos por el Instituto Nacional de Estadística hace dos años, el distrito es el que registra la tasa de población joven más alta del municipio ferrolano. Tal vez por el talante sosegado y hospitalario de los residentes antiguos, en buena medida con ancestros rurales, tal vez por el empuje de la savia nueva y la mirada limpia hacia el futuro de los recientes habitantes, lo cierto es que la fusión fructificó y dio origen a un pujante y luminoso barrio que, sin embargo, sigue siendo el mismo en tolerancia y vecindad entrañable. Hace unos días, un programa de la televisión autonómica, por votación popular, le otorgó el simbólico título de Mejor barrio de Galicia. Un honor, claro. Los viejos habitantes del lugar recordamos una tonadilla de nuestros mayores: «Es en Canido donde reina la alegría./ Es en Canido donde reina el buen humor./ No cambiaremos de carácter ningún día,/ aunque nos dean un millón». Así sea.