Salud, también mental

Nona I. Vilariño MI BITÁCORA

FERROL CIUDAD

03 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Agosto comienza con color de otoño; la pandemia renace de sus ¡cenizas! y nuestra salud, física y mental, se resiente. Aunque en lo mental sea más difícil de reconocer el deterioro, porque habita en el lugar más íntimo del ser humano y quien lo sufre no siempre se reconoce como enfermo. Y, si lo hace, su acceso a la atención que necesita suele retrasarse considerablemente.

Este periódico dedicó el domingo unas páginas, de enorme interés, a la salud mental, en las que, expertos y afectados, consideran urgente una mayor atención a sus actuales problemas. Mi columna pretende unirse, con profunda convicción, a esa demanda, porque conozco a muchas personas sin atención, psicológicamente enfermas o en proceso de ver seriamente perturbada su salud mental. No solo por los daños colaterales de la pandemia, también por la prisa, que no deja tiempo para la compañía o la caricia cómplice, cuando los abuelos, los padres o los amigos se olvidan de casi todo, o la pena, sin causa aparente, se acomoda en su pecho para quedarse. Y, mientras esperan ni saben qué, escuchan una y otra vez: tienes que… Como si solo de querer se tratase.

Nada justifica la larga espera para conseguir una atención psicológica o psiquiátrica cuando la mente comienza a teñir de gris, como mínimo de gris, la vida cotidiana de quien se acerca al precipicio de… Y sería muy conveniente comenzar las terapias explicando, hasta la saciedad, que la mente también se acatarra, se contagia de virus agresivos e, incluso, se paraliza por la pena y se convierte en muro inexpugnable para entrar en o salir de la noche que la envuelve.