Una espectacular fervenza en uno de los ríos que alimentan el golfo Ártabro

CRISTÓBAL RAMÍREZ

FERROL CIUDAD

C.R.

El Belelle ofrece grandes valores naturales, pozas y amplias posibilidades para los andarines

06 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El golfo Ártabro está vivo, muy vivo. Varios ríos se encargan de acabar su curso en él, imprimiéndole eso, vida. Y uno de ellos lo cruzan hoy como ayer los peregrinos que se dirigen a Compostela por el Camino Inglés: el Belelle, con grandes valores naturales que viene defendiendo desde hace años y de manera ejemplar el Club Montaña Ferrol. Y es, en fin, un río muy visitado estos días puesto que suman docenas los muy tranquilos excursionistas —grupos de amigos, familias enteras— que se acercan a contemplar la que quizás sea la gran maravilla de la trastienda del golfo Ártabro: la fervenza del Belelle.

Carretera a Ortigueira desde el fondo de la ría ferrolana y en A Mourela desvío a la derecha por la DP-5503 a Mourela do Medio. Han sido colocadas algunas vistosas señales de color marrón que impiden la pérdida. Pero no hay que ir con prisa: ojo a la magnífica casa donde se toma otro desvío, también a la derecha, en el Lugar de Rojal (sic) para dejar luego atrás el Pazo Isabel II —antigua fábrica que vivió tiempos mejores—, llegarse al aparcamiento y a partir de ahí, a caminar por una pista estrecha que va a ofrecer dos bancos para descansar.

Así se dejará durante todo el recorrido, a la diestra, el Belelle, muy abajo, casi tapado por una auténtica y muy densa selva natural, esplendorosa, que solo se abre para dejar a la vista una magnífica edificación. Queda aún la huella de lo que debió ser un paso para pequeños vehículos, categoría en la cual hay que añadir los carros. Pero de eso hace ya mucho tiempo, claro.

E incluso ahora, sin lluvias, la corriente se hace oír porque la naturaleza ha diseñado pequeño salto tras pequeño salto, formando pozas y corrientes. Queda también atrás el Muíño de Barcia, recuperado de manera impecable hace una veintena de años para la Agrupación Micolóxica Viriato.

Un panel en precarias condiciones —desde luego, no sería mala idea cambiarlo— explica las posibilidades que tienen ante sí los andarines. Los que se animen a acometer serias pero no interminables pendientes que busquen los miradores. El esfuerzo merece la pena, desde luego, pero hay que tener piernas.

Ahí hay que cruzar la corriente, que quedará ahora a la izquierda. Impresiona el embalsamiento construido para toma de agua y, en cualquier caso, se va ascendiendo de manera gradual por un precioso camino de tierra que conduce al impresionante salto del Belelle. Más impresionante en otoño tras las lluvias, obviamente, pero igualmente de matrícula de honor en estos tiempos.

Ninguno de los numerosos visitantes que a lo largo de la historia tuvo el golfo Ártabro se llegó hasta ahí, que se sepa. El privilegio es para la gente de hoy. Y gratis.

APARCAMIENTO

43°29’35’’N 8°07’24’’W.

PAPELERAS

En el camino asfaltado, pero no más adelante.

LA FOTO MÁS PERSONAL

Con la fervenza de telón de fondo.

NIVEL DE DIFICULTAD

Muy bajo.