Las campanas del otro lado del río

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

NEDA

Ramón Loureiro

04 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Estuve el miércoles en Viladonelle, parroquia del municipio de Neda que alberga algunos de los rincones más bellos de Galicia y que, además, ese día celebraba la festividad de su patrono, San Andrés. El párroco de Viladonelle, Ramón Antonio —cura también de las otras tres parroquias nedenses: San Nicolás, Santa María y San Pedro—, es un amigo muy querido, del que ya alguna vez les hablé, al que siempre le gusta mostrar cómo poco a poco, y con ayuda de los feligreses, se van restaurando las obras de arte de cada iglesia. En el caso de Viladonelle, sin ir más lejos, se acaba de rehabilitar un hermoso Cristo que puede contemplarse, nada más entrar, en la pared norte del templo.

La misa mayor la presidió el obispo de Mondoñedo-Ferrol, Fernando García Cadiñanos, junto al que, además de Ramón Antonio, ofició el arcipreste. El prelado, todo sea dicho de paso, tuvo unas palabras de afectuoso recuerdo para los vecinos de otro San Andrés más, San Andrés de Teixido, lugar que a mí siempre me ha parecido que, en efecto, es la puerta entre dos mundos. Antes de que la misa comenzase, varios vecinos de los que allí estaban me recordaron que uno de mis bisabuelos era de Viladonelle, concretamente del lugar de O Couce, en el que por desgracia ya no vive nadie y donde, según me han dicho también, los restos de las casas que quedaban ya apenas pueden verse tras la vegetación que, año tras año, lo ha ido envolviendo todo. Me acerqué allí en una ocasión, siendo muy joven, y confieso que no sabría volver, pero preguntaré cómo hacerlo. Una tía mía me contaba ayer, por cierto, que los padres de ese bisabuelo al que no conocí —y que se llamaba, según me explicó también ella, Manuel— eran de San Marcos, y que al casarse se trasladaron a O Couce, que fue donde nacieron sus hijos. Años más tarde, ya en el siglo XX, Manuel se fue a vivir —al casarse, a su vez, él— a la Casa do Forno de Pedre, donde nació Meu Padriño Ramón, mi abuelo materno, a quien sin embargo siempre llamaron Ramón de Couce.

(Conste, y discúlpenme el inciso, que si me permito robarles hoy de nuevo unos minutos, ahora para contarles esto, no es con la intención de mirarme en el espejo, que es cosa que me alegra bien poco, sino porque estoy convencido de que, como Cunqueiro decía, todos somos parentes de todos os defuntos. Así que, por la parte de los míos, también soy un poco pariente de todos ustedes).

Me conmovió contemplar la pía bautismal de Viladonelle, en la que sin duda bautizarían a mi bisabuelo. Y me emocionó mucho ver y oír tocar las campanas. Unas campanas que allí hacen sonar no desde lo alto de la espadaña, sino desde el suelo, con dos larguísimas cuerdas, cosa que requiere una habilidad inmensa. No sabía que la Unesco estaba declarando Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, en ese preciso instante, el arte de los campaneros. Maravillosa noticia, un regalo del cielo. Casi se me saltan las lágrimas al saberlo. Ojalá cuando yo haya muerto pueda seguir oyendo las campanas, aunque sea a lo lejos.