«Trabajar en verano me ha ayudado a ser más empática y a aprender a vivir sola»

ANA F. CUBA PONTEDEUME / LA VOZ

PONTEDEUME

CEDIDA

La joven viguesa Antía Francisco Guerrero, con síndrome de Asperger, ha pasado tres meses en la oficina de turismo de Pontedeume con una beca de la ONCE

16 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Antía Francisco Guerrero (Vigo, 1995) ya tiene las maletas preparadas para viajar a Dublín, donde compaginará un curso de ocho meses de inglés con otro del Instituto Cervantes que le permita impartir clases de castellano a extranjeros. Recién graduada en Traducción e Interpretación por la Universidade de Vigo, le apasiona viajar y aspira a enseñar español en Estados Unidos, uno de los países que más le interesan, junto a Corea del Sur. De hecho, se inició en el estudio del chino y el coreano en Gales, durante el año de Erasmus que cursó en la Universidad de Bangor.

«La experiencia en el Reino Unido fue lo mejor que me pudo pasar [...], aunque en comida, como España no hay, me salvaron las tortillas y los frijoles de mi madre, que es mexicana», cuenta esta joven, a la que diagnosticaron síndrome de Asperger con 16 años, antes de relatar las vivencias del verano. La ONCE le concedió una beca de prácticas remuneradas por tres meses. «Ha sido maravilloso -comenta Rocío, su madre-, para la universidad resultó complicado encontrar una empresa que aceptara a una persona con discapacidad [tiene reconocido un grado del 34 %], pero el Concello de Pontedeume le dio la oportunidad».

Y Antía ha sabido aprovecharla, atendiendo a los visitantes de la oficina de turismo eumesa del 5 de junio al 31 de agosto. «Me ha gustado mucho, los Asperger no somos muy empáticos y me ha ayudado a conectar y a tratar con las personas; y he aprendido a vivir sola, cómo moverte, incluso cómo ahorrar [...]. Quiero mucho a mis padres, pero necesitas tu independencia», recalca.

Pontedeume no figuraba en el mapa de esta viguesa, que ahora habla con soltura de la villa. «Me encanta el pueblo, en la oficina me pusieron un tutor muy bueno, tengo que agradecerle lo que ha hecho por comprenderme», subraya. ¿Qué les contaba a los turistas? «Les hablaba del torreón, el antiguo pazo dos Andrade; la plaza Real, con las terracitas para tomar algo; el Camiño Inglés; la iglesia de Santiago, muy bonita; el antiguo convento de los agustinos, ahora Casa da Cultura; la alameda de Raxoi... Nada que ver con el presidente», detalla, con voz de experta.

Este ha sido su primer año sin vacaciones. «El verano fue muy intenso -reconoce-, un fin de semana vinieron mis amigos de Vigo y fuimos a las Fragas do Eume, recomiendo la ruta de los Encomendeiros; a veces cocinaba y mi madre me mandaba lentejas y yo ni me acordaba y las tenía un mes en el frigorífico [risas]».

Antía no entiende de barreras. «Me diagnosticaron Asperger cuando empecé a tener acoso escolar en el instituto, aunque ya lo había sufrido desde cuarto de Primaria. Mis padres veían algo raro, cómo me obsesionaba con cosas, hablaba siempre de lo mismo, mi aparato psicomotor era torpe y me entraban ganas de hacer mis estereotipias [movimientos repetitivos, característicos de los Trastornos del Espectro Autista, como el síndrome de Asperger]». «Ya lo hacía de pequeña -recuerda su madre-, empezaba a mover los codos hacia atrás, le decíamos que no podía hacerlo en la calle y al llegar a casa lo hacía acostada en la cama, como ahora, para desahogar sus emociones y sus ansiedades. Hablan en voz alta, corren alrededor del patio del colegio hablando y gesticulando, no entienden las bromas... Como padres fue un alivio saber lo que era».

«Yo no sabía qué me pasaba, no era capaz de entender a la gente de mi edad, ni por qué hablaba siempre del mismo tema, y no conseguía integrarme en una conversación», relata. Todo mejoró al cambiar de instituto. «En el Bachillerato encontré gente maravillosa, que me apoyó muchísimo, allí hice mis dos mejores amigas, y ya con el Erasmus el cambio fue de 180 grados» Además de viajar, le apasiona dibujar e inventar historias en formato cómic (el manga le fascina), y tiene especial facilidad para los idiomas (también estudia francés). De niña solía montar a caballo -«sin saberlo me vino muy bien, la conexión con los animales es importante, sobre todo para gente con autismo»- y le gustaría hacer teatro. «Hay que ser positivo», repite, y vivir.