El regreso de Batman

Carlos Gegúndez

FORZA BREO

09 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El viaje del Breo por las Islas Canarias me ha recordado a un jugador que vistió la camiseta del equipo celeste y la de sus rivales insulares, Jorge Racca (en su tierra le decían Batman).

Vino a jugar para Breogán en la temporada 2002-03 y le costó un mundo arrancar. Su muñeca, otrora prodigiosa, parecía haberse entumecido al comienzo del curso. Me consta que lo pasó muy mal, incluso tuvo que soportar la ira del Pazo, aunque siempre asumió las críticas con normalidad: «Si uno no juega bien, es normal que la gente se enoje». Lejos de venirse abajo, el alero argentino aguantó el chaparrón y siguió trabajando hasta que logró dar vuelta a la situación. En la segunda parte de la liga parecía otro jugador. Ahora sí, la grada le aclamaba como a un ídolo. Entonces, recordé a su paisano Maradona cuando llegó a Sevilla en el ocaso de su carrera. Un día la afición de Nervión le increpaba mientras se acercaba a la esquina para patear un córner, en su camino se encontró una bola de papel de aluminio en el piso, el Pelusa la levantó con los tacos y se puso a dar toques, los mismos aficionados que le abucheaban segundos antes, empezaron a aplaudirle. En cierto modo, Racca también fue capaz de hacerlo, convirtiendo aquellos abucheos iniciales en aplausos. Al final estuvo dos temporadas y tuvo actuaciones memorables. Recuerdo un partido en Fuenlabrada, en su segundo año, que merece capítulo aparte. Empezó el duelo encestando seis triples seguidos sin fallo, al narrador televisivo (Roberto Prado) se le agotaban los calificativos. Aunque yo me quedo con el día en el que me di cuenta que Batman estaba de vuelta. Aquel partido para enmarcar del Breo ante el Pamesa de Montecchia, Oberto, Tomasevic, Rigadeau... Sucedió hace 15 años, en el inicio de la primavera. En mi retina permanece impresa la imagen del argentino pidiendo el balón a sus compañeros en cada ataque, armando el brazo y anotando ?incluso a siete metros? un triple detrás de otro (seis de siete al final). Todavía se me eriza la piel cuando recuerdo sus lanzamientos en suspensión con el balón cayendo en bomba, rompiendo la telaraña del aro y a la afición encendida festejando cada cesta. Noche mágica de baloncesto, éxtasis celeste. Cómo me hubiese gustado ser uno de esos alocados locutores argentinos para narrar aquel emocionante instante: ¡Grande Jorge, genio de la Pampa, Batman forever!