La presión del Pazo

Carlos Gegúndez

FORZA BREO

18 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La pasada jornada el Breo celebró su primera victoria en la Liga Endesa y esta vez pude disfrutarla desde la grada. En el último cuarto, cuando el marcador se apretó, la afición empezó a animar con fuerza. Mi acompañante me miró y dijo: «¡Amigo, aquí para el Breo es muy fácil jugar!». Yo asentí y pensé en la importancia de sentirte arropado mientras juegas. Algunos jugadores magnifican esa importancia, sobre todo los que buscan meterse a la afición en el bolsillo, sin dejar de reconocer que jugar ante la parroquia celeste como local es un gustazo. En cambio, para los rivales puede ser una tortura. Traigo a colación un par de episodios que lo corroboran. Me acuerdo de una victoria del Breo hace ya 15 años ante el Fuenla, el equipo lucense llegó al filo del descanso 13 puntos abajo, pero acabó ganando por diez. Óscar Quintana, famoso entre otras cosas por su parecido con el actor Florentino Fernández Flo, aseveró: «El partido lo ha ganado el público». Según el entrenador, los aficionados habían presionado tanto a los colegiados, que estos habían cambiado su criterio, justificando de este modo el vuelco en el marcador. Insistió en que aquello no era una crítica: «Jamás he visto a una afición hacer tanto por su equipo». Quintana mostraba así, gran respeto hacia la hinchada local. Dos semanas después llegó a Lugo el todopoderoso Tau. El Breo se impuso por un punto en un partido muy duro ?seguro que el breoganista Sergi Vidal recuerda aquel encuentro cuando jugaba para los vitorianos?. El rudo Ivanovic, reflexionó tras el duelo: «Siempre trato de mentalizar a mis jugadores de lo difícil que es jugar en una cancha tan caliente». Le hubiese gustado que su equipo igualase la dureza del rival, pero no lo hizo. Yo me apresuré a preguntarle por el arbitraje, con maldad. Me asesinó con la mirada y masculló: «No hablo de los árbitros». Se había quejado semanas atrás de los arbitrajes. Cuando el entrenador salió de la sala de prensa, me cobré mi venganza sonriéndole. Él se fue mirando al frente, altivo a la par que elegante. Poco después, el presidente Querejeta (un gran dirigente, por cierto) se posicionaba en la puerta del vestuario arbitral, no iba a felicitarles. Le miré desde la distancia y pensé: ¡Amigo, Josean, el pez gordo no siempre puede comerse al chico!