Lucía Lijtmaer: «Que Gwyneth Paltrow te dé consejos me parece aterrador»

Ana Montes

FUGAS

BENITO ORDOÑEZ

Dice que sonríe mucho para que no la tachen de «feminista pesada». Con mucho humor, lidera una guerrilla por la igualdad en «Yo también soy una chica lista».

04 ago 2017 . Actualizado a las 05:30 h.

Para Lucía Lijtmaer (Buenos Aires, 1977) ser feminista es más necesario de lo que pueda parecer y nada que ver con ser «unas malditas locas», estereotipo que aún funciona. La razón es la estrategia hasta hoy «de silenciar la palabra feminista y sustituirla por cualquier otro eufemismo para no dar miedo», porque sostiene que «los tipos que resultan aceptables es cuando la mujer está callada, es femenina o suave». Con lengua afilada y pluma versada en el dato, la periodista y escritora, organizadora del festival Princesas y Darth Vaders, ahonda en una reflexión sobre la mujer hoy día y un repertorio de películas en el que se cuela hasta Gwyneth Paltrow y el estilo de vida inalcanzable de las Madres Buenorras, aunque seamos, dice, «trabajadoras baratas».

-¿Cuándo te diste el «golpe en la cabeza»?

-Hace cinco años, pero ha sido algo paulatino. Todo arrancó cuando un compañero me hizo callar en una reunión. Ahí me di cuenta de con qué naturalidad todos hemos aceptado el hecho de que nuestra opinión no vale igual que la de los hombres, algo que las mujeres aceptamos, con frecuencia, muy fácilmente.

-Otro estereotipo es que hablamos demasiado.

-Pero no es verdad y sobre esto hay datos. Para que una mujer hable el mismo tiempo que un hombre tiene que haber más mujeres en la mesa y generalmente siempre se pensará que ha hablado más de la cuenta, mucho más tiempo y que ha avasallado.

-Por eso en tu libro y manifiesto animas a contar esas situaciones.

-Sí, es básico. En la lucha por los derechos hay que revelar lo que no se ha contado y ha estado silenciado. Hay que explicar la experiencia propia para que veamos que en la gran mayoría de los casos es algo común a muchas mujeres. Pero parece que más allá de los casos de corrupción política, contar esto no importa tanto.

-¿Has decidido hacer guerrilla con el libro?

-Yo venía de hacer periodismo con acento en el feminismo, haciendo hincapié en la falta de mujeres en los carteles de música y los festivales, las propuestas diferentes, qué películas cambian esas narrativas entre sexos... Pero quise dar el paso siguiente y por eso desde hace tres años vengo desarrollando el festival Princesas y Darth Vaders, en La Casa Encendida (Madrid), para hablar del feminismo en clave de humor y guerrilla cultural con marcado acento en propuestas de mujeres y la lucha del colectivo LGTB.

-Dices que antes las feministas te parecían unas pesadas. ¿Cómo fue el salto a declararte tú feminista?

-Según vas creciendo te han vendido que ser feminista es ser una amargada, una que está siempre en casa, una bruja, solterona y una que se queja de cosas absurdas. ¿Y quién quiere ser eso? Estos son los estereotipos sobre las feministas. Entonces cuando vi que las cosas no eran como las habían contado, empecé a leer más y a darme cuenta que todo lo que había rechazado por puro prejuicio formaba parte de mi vida, de mis inquietudes y de las de más gente.

-¿Así que las chicas listas tienen que ser feministas?

-Sí, las listas son feministas y luchadoras.

-¿Estás rescatando el feminismo?

-No, porque esa concepción de que es un tema viejo y anticuado es una construcción precisamente para desactivarlo. No creo que el feminismo necesite desempolvarse, sino que cada vez se van incorporando más voces que lo siguen haciendo variado, ya que es un movimiento muy aglutinador, con mucha ramas y tendencias.

-¿Son las mujeres más conscientes de que esta igualdad no es total?

-Yo me rodeo de un círculo afín a mis intereses. Pero sí he visto que hay muchas mujeres jóvenes y señoras mayores acompañadas de sus maridos en las manifestaciones contra la violencia o en favor de los derechos de la mujer. Quizás es la gente de mi generación (generación X, de 1965 a 1979) la que tiene que recuperar algo que en realidad los más jóvenes ha asumido como algo propio, igual que la generación que luchó por la democracia donde había movimientos feministas muy activos.

-Porque a tu generación se le dijo que primero había que realizarse y lo último era tener hijos.

-En realidad es un discurso del capital. En las sociedades con democracia real (Noruega, Suecia…) también han retrasado la maternidad pero tienen unas condiciones para ser madres que no son las que tenemos aquí.

-¿Por qué le sigue interesando a la sociedad que la situación de la mujer en España siga siendo esta?

-Porque somos mano de obra más barata, tenemos doble cargo en el ámbito doméstico y el asalariado, y no es importante solucionar el tema de la violencia de género. Y si juntas todas las situaciones en el ámbito judicial, laboral y familiar te das cuenta de que hay desigualdad.

-Además mencionas también discriminación en el ámbito sanitario.

-Sí, y más en el ginecológico. Es una brutalidad lo que se hace a tantas mujeres a las que se les extirpa el útero por el simple hecho de que resulta más fácil que tratar el origen del problema. También en la psiquiatría, donde enseguida un problema femenino lo convierten en un problema psicológico.

-Por eso el otro estereotipo del que hablas es el de «malditas locas» y todo lo que la mujer calla para que no le tachen de eso.

-Claro y esto es porque todos los tipos de mujeres que resultan aceptables es cuando la mujer está callada y no molesta, es dulce, femenina, suave… Pero cualquier otro modelo siempre es condenado.

-¿Y hay futuro más allá del novio o la pareja?

-Claro que lo hay y tu estado de felicidad no depende de tener un compañero aunque en la psique femenina nos hayan establecido lo contrario. Hay alternativas pero no se incluyen en la ficción con la que fantaseamos como tampoco a las amigas, base de nuestros afectos. Almodóvar es el único que ha mostrado a la mujer a partir de los 45 años refugiándose en sus amigas o en su pueblo como en La flor de mi secreto y no solo en un novio.

-¿Lo de obviar a las amigas obedece también a un guion que nos han escrito?

-Yo creo que sí, que el tema de la mujer que te roba algo, un marido, un trabajo o los tacones, es algo que abunda en el discurso general sobre las mujeres. En la ficción hay menos maridos que roban que mujeres. ¡Pero ellas se llevan hasta tu bebé! (risas) Y esta construcción nos hace competir entre nosotras por lo que sea.

-¿Y qué te pasa con Gwyneth Paltrow, contra la que arremetes varias veces?

-Gwyneth Paltrow me interesa mucho porque fue la primera de toda una generación de actrices que optaron por el modelo de las celebrities que da consejos de estilo de vida. Esto es extraordinario y aterrador porque nos estandariza una vez más y porque sus consejos de altísimo standing son inasumibles. Cree podernos solucionar nuestros problemas si tenemos un horno de pizza en nuestro jardín de la Toscana y cosas así.

-¿Las revistas femeninas no hablan tampoco de las mujeres reales?

-No es por las redactoras ni las personas que las dirigen sino porque en su sistema publicitario priman unos modelos de belleza, estilo de vida y preocupaciones que no tienen nada que ver ni con la realidad ni con las propias lectoras, modelos de los que se excluye a la mujer a partir de los 45 años.

-Pero los estudios de mercado nos escogen por ser las que encabezamos las compras.

-Sí, pero tenemos poder como grupo de consumo, no más, que es siempre lo que se hace con los grupos que están oprimidos. Afortunadamente en las redes también está surgiendo el debate.

-Además tú eres muy sensible también a otros temas sociales, ¿no?

-Sí, porque el feminismo no es algo aislado y está relacionado con muchos temas más. De hecho creo que existen muchas chicas jóvenes feministas por la precariedad laboral que hay en España. Lo económico es fundamental para entender lo social.

-¿Por eso comentas que la oferta del abuso «online» está a la orden del día?

-Me parece bien que lo pornográfico sea compatible con lo intelectual, pero el porno debe ser ético, y el otro discurso, muy usado por la izquierda, a menudo tapa el de la industria pornográfica como espacio de abuso.