Tras el cristal, el infinito paisaje norteamericano

TEXTO: XESÚS FRAGA

FUGAS

AnneDalton

Con «Cuentos escogidos» se continúa la feliz aunque tardía llegada de Williams al público español, tras la primera aparición, hace un par de años, de su novela Estado de gracia.

18 ago 2017 . Actualizado a las 05:30 h.

Desarraigo. Desilusión. Distancias largas. Los personajes que pueblan los cuentos de Joy Williams (Chelmsford, Massachusetts, 1944) viajan, se alojan en moteles, mantienen conversaciones en las que parecen no decirse nada cuando en realidad lo están diciendo todo. Un buen ejemplo de todo esto es El patinador, un relato en el que un matrimonio y su hija de 14 años visitan internados en invierno, rodeados de una nieve casi tan opresora como el recuerdo de la otra hija y hermana, muerta el año anterior cuando se ahogó con un trozo de pan durante el desayuno. También están los personajes de Sustancia, que inauguran su relato con el reparto de las posesiones de un suicida. Y los de Bromelias, esa pareja de abuelos que desconocían el embarazo de su hija y, ahora que se han enterado del nacimiento, siguen sin haber visto a su única nieta, varios días después del parto.

Son instantáneas de un desamparo amortiguado por la distancia que Williams toma con respecto a los avatares que la suerte arroja en el camino de sus creaciones. Su prosa concisa, apoyada tantas veces en una conjugación presente que sitúa al lector como espectador de sus vidas, sin por ello traspasar nunca el cristal que ejerce de separación, como ese infinito paisaje norteamericano que se sucede, igual y diferente, tras la ventanilla de los coches. El vehículo en este caso son los relatos de Cuentos escogidos, con los que se empieza a conocer mejor en español a esta narradora con varias novelas, ensayos y narrativa breve que le ha ganado comparaciones con Cheever, Carver o Flanery O’Connor. Los títulos, escuetos y contundentes -Orillas, Cuidarse, Podredumbre, Centro de belleza- parecen apuntar en esa dirección, sin duda.

Ternura

Pero, por pesimistas que puedan parecer estas descripciones, los cuentos de Williams desprenden también una cierta ternura, una cierta esperanza que induce a pensar, al llegar a la conclusión del relato, que no todo está perdido. Algunos personajes se recuperan de errores de consecuencias que parecen fatales, otros se sobreponen a los infortunios sobrevenidos. Son, en el fondo, historias de personas corrientes, con la salvedad hecha de que en Estados Unidos algunas cosas corrientes nos puedan parecer fuera de lo común (como una discusión entre preadolescentes acerca de los distintos métodos para ejecutar una sentencia de muerte).

Son, en total, 46 piezas que provienen en su mayor parte de tres libros -Taking Care, Escapes y Honored Guest-, junto al regalo de trece relatos inéditos hasta ahora. Una estupenda introducción a una escritora que vive con sus perros en el desierto de Sonora y que le mete a su coche casi tantos kilómetros como sus personajes, mientras el paisaje de su país se desliza tras el cristal.