Y cuando no es verano, ¿qué pasa en el Náutico?

C. Pereiro

FUGAS

MONICA IRAGO

Miguel de la Cierva ve en las salas de conciertos una cantera para el sector turístico y cultural, actores indispensables de la industria musical

11 may 2019 . Actualizado a las 22:16 h.

Dice Miguel de la Cierva, conocido responsable del Náutico, que cualquier otra estación del año, en comparación con el verano de su local, resulta una vivencia opuesta, otra cara de una misma moneda. A estas alturas de la vida, buena parte de Galicia (y España) sabe que el Náutico es ese rincón de San Vicente convertido en la aldea de Astérix para muchos músicos nacionales. Aquí veranea Jorge Drexler, Iván Ferreiro se hace un dúo con Leiva o Coque Malla ofrece algunas de sus mejores interpretaciones. Los meses estivales es un hervidero de gente, de idas y venidas, de melodías y madrugadas. Pero ¿y el resto del año?

La calma por la que estos días atraviesa este peculiar lugar contrastaría con aquellos que solo lo ven en verano. Miguel vive en San Vicente desde hace 22 años. Ve pasar las estaciones y ve cómo muta su local según en qué momento. «Estos meses son una especie de descanso y de trabajo. Trato de reflexionar sobre cómo reinventar el sitio. El Náutico funciona de una manera cíclica, por eso trato de buscar fórmulas para no repetirse. ¿Por ejemplo? No solo variar los nombres de los artistas que vayan a venir, también organizar talleres de sonido, de montaje, de disciplina musical... Otro año hicimos un calendario de paellas. O migramos los conciertos de la madrugada a las ocho de la tarde y funcionó muy bien», cuenta.

Miguel anda por las cercanías del bar habitualmente. No abre todos los días, oficialmente el horario de apertura queda relegado para los fines de semana en esta época, aunque si alguien se acerca con sed y él anda por ahí, confiesa que podría abrirle las puertas momentáneamente para refrescar la garganta.

«Una vez subes a una cima desaparece el estímulo de emoción que te llevó a de subir esa montaña. Una vez que haces algo se atenúa la sensación de querer hacerlo. En el Náutico han ido funcionando muchas cosas, por eso siento esa necesidad de reinventarme», confiesa el dueño. «Estamos intentando preservar lo valioso de este lugar. Se han vivido algunos conciertos multitudinarios en los últimos años. Queremos hacer un decrecimiento controlado de ciertas cosas. No queremos morir de éxito».

PEQUEÑAS JOYAS

Confrontando esos conciertos que empiezan (y acaban) con cientos de personas sin entrada poniendo la oreja desde la playa, estos meses previos al calor son también un momento idóneo para programar lo que Miguel llama «pequeñas joyas», bolos de otro corte más intimista, pero con artistas cargados de talento y poderío. Aparece en el horizonte más próximo la actuación de Larry Campbell & Theresa Williams. El primero apenas necesita presentación: lugarteniente durante los últimos años de Levon Helm en su banda Midnight Rambles, donde conoció a Teresa, y mano derecha de Bob Dylan durante casi una década en estudio y directo, con una de las mejores formaciones que el nobel llegó a formar.

El matrimonio se enreda en las raíces del folk americano tradicional, para luego emanar sus propias melodías de fuerte aroma añejo y cautivador. Su única parada gallega está prevista el 25 de mayo en el Náutico. Una oportunidad exquisita de ver en acción a este matrimonio de tremendo valor compositivo y musical.

«Este tipo de conciertos es una vuelta a la idea principal del local, a sus orígenes. Antes, era habitual que hubiera un concierto por la noche y que al día siguiente, si el grupo seguía aquí y se quedaba a comer, era posible que se armase otro bolo espontáneo, de colegueo. Eso también puede pasar ahora, en verano, pero dentro de una vorágine tremenda de conciertos», explica Miguel. «Estas píldoras de mayo buscan más esa esencia original, de preservar la atmósfera que siempre hemos tenido».

El Náutico también cuenta con un estudio casero que es aprovechado por diversos y diferentes músicos que llegan aquí buscando algo de intimidad. No es un espacio dedicado a la grabación profesional (o al menos no profesional en el sentido de cobrar por ello). Se trata de un servicio que Miguel pone sobre la mesa para la creación. Hace unas semanas, Jorge Pardo, el premiado músico de jazz español, se dejó caer por estas estancias para dar forma a sus canciones. Magia pura en un paraíso que estas semanas lo parece más todavía, al ser una especie de paraíso perdido.

Delante de esa fiebre festivalera que ha invadido la península y que concentra un increíble número de conciertos y giras, el Náutico, igual que el resto de las salas gallegas, se presenta como ese lugar en el que las melodías aún son íntimas a cualquier hora, formando un ecosistema que alimenta la música en vivo no solo en verano, sino todo el resto del curso.