La M.O.D.A: «Intentamos pasar por los menos aros posibles»

FUGAS

cedida

El éxito logrado por el septeto burgalés de honesto rock es una de esas cosas que rara vez acontecen en la música y que tanto se agradecen

19 jul 2019 . Actualizado a las 09:38 h.

No es el suyo, desde luego, el perfil de grupo de moda, a pesar del acrónimo. Pero lo son. Y que algo así haya acontecido es una de esas realidades que te reconcilia con la escena musical. Honestos, coherentes, comprometidos, valientes, humildes, lúcidos, esforzados. Cualquiera de estos adjetivos en desuso define a La Maravillosa Orquesta del Alcohol. Siete amigos de Burgos que hace nueve años se juntaron en un garaje -en el que, por cierto, siguen ensayando- y a los que hoy se rifan festivales a los que, en principio, deberían resultar ajenos. David Ruiz, vocalista y compositor del grupo, asegura que prefiere no preguntarse por qué a ellos. «Supongo que tendrá que ver con todo lo que nos lo hemos currado desde el principio. Pico y pala. Carretera y manta. Nadie nos ha regalado nada».

­-A Coruña, 2011. ¿Qué significa eso para vosotros?

-Mucho. Fue nuestro primer concierto fuera de Burgos. Lo montaron unos chavales de una asociación que se llamaba Licor Café. Había 50 personas. Pura inocencia. Pura ingenuidad. Recuerdo que comimos todos de una olla de espaguetis en un parque... Todo muy puro.

­-¿Queda algo de aquello en La M.O.D.A. de hoy?

-Creo que queda bastante. La esencia es la misma. Hacer música y tocarla. Entonces eran 50 y hoy son miles. Pero nunca perdemos de vista que dentro de unos años puede que vuelvan a ser 50.

­­-Ya lo decís en «Héroes del sábado»: «No te olvides de donde vienes».

-Para bien o para mal el pasado siempre está presente. A veces nos persigue y otra nos empuja. Antes veíamos a Burgos un poco como una jaula. Con el tiempo, y a medida que conocemos otros lugares y vivimos otras experiencias, lo vemos con más cariño, como un lugar más amable. Yo creo que nuestro atípico origen nos aporta singularidad. Incluso el clima de Burgos influye en la música que hacemos.

­-Porque cuando uno de repente se ve ahí arriba, ¿tiende a perder la ubicación? Y no me refiero solo a la geográfica.

-Yo creo que justo en ese momento es cuando no tienes ese miedo, porque por fin todo tiene sentido, todo encaja y te das cuenta de que ese es el sitio en el que quieres estar. Fuera de ahí es cuando puede tener un poco de miedo a que otra gente tome el control de lo que haces o a que se acabe desdibujando tu personalidad. Por eso nunca nos hemos querido casar con nadie. Intentamos pasar por los menos aros posibles. Seguimos teniendo el control de dónde sale nuestra música, quién la distribuye, quién cierra nuestros conciertos, cuánto vale una entrada para vernos o cuánto cuesta una camiseta.

­-No me dirás que nunca os ha tentado una discográfica.

-Sí, claro. Desde el segundo disco. Pero ahí seguimos aguantando. Nuestra apuesta es clara por la autogestión.

-Además del éxito habéis conseguido algo que muchos grupos ansían, que no se os pueda etiquetar.

-Sí, hemos peleado mucho para no dejarnos encasillar, pero a veces también es una putada. La gente no te encuadra en ningún sitio, no tienes un festival de tu rollo en el que te sientas super cómodo... Estás un poco más perdido. Que también está bien porque sigues buscando tu sitio, no te acomodas en ningún lugar y el público tampoco se acomoda porque nunca sabe qué le vamos a dar.

­-¿Cuántas veces os habéis arrepentido de haberle puesto este nombre al grupo?

-Nunca. Al final solo es un nombre. Que tú te llames Javier o Pepe es lo que menos me importa. Nuestro nombre nos hace ilusión porque nos recuerda a aquellos primeros ensayos y a aquellos primeros días en los que ni siquiera sabíamos si alguna vez daríamos un concierto.

­-¿Y las camisetas?

-Simbolizan nuestra condición de currantes. Pero, como pasa con el nombre, tampoco queremos que quede como algo muy significativo. Igual dentro de 30 años tocamos en traje.

­-Parafraseando vuestro tema, ¿os sentís más palomas blancas u ovejas negras?

-Sinceramente, preferimos ovejas negras.

­-Vuestro retrato de esta sociedad y de este tiempo es, por lo general, árido. ¿Volverán las «mañanas felices» de las que ahora habláis en «La zona galáctica»?

-Tenemos la obligación de tener esa esperanza. El mundo es muy injusto y muy cruel. Pero por lo menos tenemos la música, que nos ayuda a sobrevivir en él.

Santiago, Plaza da Quintana Miércoles 24 de julio, 00:00 (entrada libre)

Bueu, SonRías Baixas Viernes 2 de Agosto