¿Es «Cats» la peor película de la historia del cine?

Carlos Pereiro

FUGAS

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Entre el surrealismo y lo incomprensible, Tom Hooper factura un musical que amenaza con ser una de las cintas del año, no por su genialidad

03 ene 2020 . Actualizado a las 23:44 h.

No, Cats no es la peor película de la historia —que la competencia es muy alta— pero sí entra en la dudosa y honorífica lista de las cintas más absurdas e incómodas de la década, como mínimo. Si el tráiler dejó perplejo al público, el montaje final se presenta como un experimento de laboratorio sin las precauciones necesarias para su contención. No es un desastre, no matará a nadie, pero provoca unas cuestiones que quizás nunca tengan respuesta: ¿Nadie en Hollywood la vio antes de dar el visto bueno? ¿Nadie de la cadena de producción cuestionó el diseño antropomórfico de los protagonistas? ¿Nadie dudó, ni por un momento, de que había algo que no funcionaba?

Dirigida por Tom Hooper, hombre que sabe lo que hace e incluso conoce el sabor de los Óscar, Cats se revela como un enorme interrogante para aquel que la vea. Ignoro, en primera persona, si es una adaptación decente de lo que se pudo ver en teatros en su día, pero como película no se da el lujo de funcionar. Podría hacerlo, podría llegar a ser disfrutable con algunos cambios, pero lo visual oculta cualquier posible acierto, incluso el de las increíbles voces de Jennifer Hudson, Tylor Swift o Jason Derulo.

CIEN MILLONES DE PRESUPUESTO

Con casi cien millones de presupuesto, la gasolina actoral promete algo que nunca llega. Es imposible ver las interpretaciones de Idris Elba, Ian McKellen o Judi Dench bajo una capa de pelo digital y efectos especiales infinita. Están ahí, se les intuye, pero son solo unas expresiones faciales flotando en un rostro digital. Un disfraz hubiera sido más cutre, quizás, pero al menos hubiera permitido ver el trabajo interpretativo. ¿Y una apuesta a lo El Rey León de 2019? Quizás fuese más agradable, sí. Nunca se sabrá. La película es una suerte de presentaciones gatunas casi hasta su final. Personajes que van desfilando aquí y allá, cada uno con su número musical. Algunos no vuelven a aparecer, otros sí. Divierten en su mayoría, mientras otros provocan una sensación de absoluto desasosiego. Sin entrar en destripes innecesarios, por eso de mantener el misterio para los valientes: hay una escena donde ratas y cucarachas también son interpretadas por actores mientras son comidas sin piedad por una gata de fuerte apetito. La cara que a uno se le queda es un poema.

Quizás la mayor flaqueza de Cats sea la de despertar sensaciones contrapuestas a lo que uno ve, o debería ver. Cuando quiere bromear, el chiste no llega. Quiere ofrecer melancolía, pero uno esquiva la pantalla porque un gato-humano lo mira demasiado atento, demasiado irreal, demasiado absurdo. Es casi imposible creerse lo que ocurre durante la proyección. A veces se destila cierto erotismo incomprensible o poco elegante, que no queda claro si es intencionado o si solo está en la imaginación del que ve.

¿Todo es malo? No. La banda sonora cumple su función y las canciones están a la altura de lo que uno podría esperar de un musical de semejante presupuesto. Suenan algo desfasadas para la época, pero están ahí, han sido bien grabadas y bien resueltas. Hudson, por ejemplo, salva al espectador con una perfecta Memory en la recta final, que casi hace olvidar lo aberrante de la estética. Si quieren arriesgar. Suya es la cartera. Seguro que alguien se divierte, pero para otros será un castigo inhumano. La mayoría simplemente buscará olvidarla.