El empoderamiento se llama Laura Dern

Hay vida, más allá de los 50, y en Hollywood también, mujer. Esto dice el poderío de Laura Dern (Los Ángeles, 10 de febrero de 1967), que nos sedujo como Renata en Big Little Lies y nos conmovió como madre en Alma salvaje y como mujer rota en The Tale. La actriz fetiche de David Lynch, secundaria perfecta que ha revelado con los años un magnetismo estelar, es uno de los grandes atractivos de Historia de un matrimonio, la historia de un divorcio que borda (salvando el plomizo arranque) Noah Baumbach, con apego a lo que es la realidad de la ruptura de dos personas que se quisieron y quizá aún se aprecian, por el hijo que tienen y por todo lo que el hijo deja, inevitablemente, atrás, pero ya no soportan la vida juntos. En la película, un Kramer contra Kramer estallando en Guerra de los Rose, seduce Adam Driver (sofisticado Charlie, que brilla en lo personal pero no sabe sostenerse como padre) y empatizamos con Scarlett Johansson (entregada esposa y madre, frustrada Nicole).

Pero la mujer que nos conquista en esta historia es Norah Fanshaw. El empoderamiento es moverse y ejercer como lo hace Laura Dern, es lo que hace y dice Dern, en la piel de esta abogada que señala la diferencia de género en la mirada que juzga. El guion, eso sí, es de Baumbach: «La gente no tolera a las madres que beben y le dicen a su hijo ‘cabroncete’. Un padre imperfecto es aceptable. El concepto de buen padre se inventó hace 30 años. Antes era normal que los padres fuesen callados, ausentes, egoístas. Claro que queremos que no sean así, pero en el fondo los aceptamos. Nos gustan por sus imperfecciones, pero la gente no tolera eso en las madres. Es inaceptable a nivel estructural y espiritual. Porque la base de nuestra patraña judeocristiana es María, la madre de Jesús, que es perfecta. Es una virgen que da a luz, apoya a su hijo y sostiene su cadáver al morir. El padre no aparece». Que nos defienda Norah, ¿la abogada del diablo?

La lucha de Laura Dern continúa en Mujercitas.

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