«1917», la guerra que dará batalla por el Óscar

Carlos Pereiro

FUGAS

cedida

Sam Mendes crea una pieza imprescindible del cine bélico gracias a un brutal ejercicio técnico que acerca el infierno de la Gran Guerra

18 ene 2020 . Actualizado a las 00:02 h.

A lo largo de los próximos días, quizás semanas, escuchará hablar mucho de 1917, la nueva cinta de Sam Mendes. Escuchará no solo el título de la obra; también le llegarán hasta los oídos el nombre de su director, el concepto plano secuencia y, por ende, el nombre de Roger Deaking, camarógrafo detrás del milagro audiovisual que pretende ser la película. ¿Por qué? Porque 1917 es una obra destinada a colocarse como una cima del género bélico, tanto por su brutal apartado visual como por su visceral y conmovedor contenido en el que el heroísmo no está en ganar la batalla, sino en detenerla.

La dupla Mendes-Deaking funciona como un tiro. No es casualidad. De ocho estrenos en la cartelera, el primero ha contado con el segundo para ocuparse de la fotografía. Si el objetivo del primero era generar un retrato único de la Primera Guerra Mundial, debía saber que necesitaba a uno de los mejores pintores de la actualidad. El resultado es pavoroso.

1917 transmite el relato de dos cabos que reciben el encargo de llevar un mensaje del punto A al punto B. Sin ayuda. Deben ser rápidos y ágiles. La retirada alemana es solo una treta que los aliados hallados en el punto B desconocen y que podría derivar en una carnicería sin victoria posible. Los jóvenes soldados británicos, Schofield (George MacKay) y Blake (Dean-Charles Chapman), se pondrán en marcha. El segundo tiene a su hermano mayor en el batallón que acudirá al combate a la mañana siguiente.

El drama está servido, pero no quiere ser esta cinta una historia potencialmente real o histórica, sino una muestra cruda y pictórica del antibelicismo, donde sus protagonistas funcionan más como dadores de vida y supervivientes que superhombres que abaten decenas de enemigos. Un enemigo, por cierto, que recoge también esa idea vista no hace mucho en Dunkerque (2017), donde se muestra como un ser casi invisible, agazapado y anónimo, oculto a lo largo de casi todo el rodaje, aunque sus actos y sus consecuencias sí sean recogidas a través de sus trampas, sus cañones abandonados y sus ratas.

Dedicada a su abuelo

Al final de los créditos, Mendes revela una dedicatoria especial, a la memoria de su abuelo, partícipe en esta contienda y origen de la historia tejida por el director y la guionista Krysty Wilson-Cairns. No, no busquen a los cabos Schofield o Blake en la enciclopedia, tampoco al episodio bélico concreto en alguna entrada de la Wikipedia. El relato que expone 1917 no sucedió como tal, aunque bien podría haberse dado de manera similar en la cronología histórica que ocupa la cinta.

Es la aventura de un «un mensajero que tiene un mensaje que llevar», expone el británico en una entrevista reciente. «Se quedó en mí cuando era niño, esta historia o este fragmento, y obviamente lo amplié y lo cambié significativamente».

El espectador, uno más en la ficción

A través de dos larguísimos planos secuencia, ese en el que la cámara funciona como un testigo presencial sin pestañeo alguno, 1917 se desarrolla casi en tiempo real. Evidentemente, la cinta no ha sido rodada en dos planos, los trucos están ahí y a veces son evidentes, pero el resultado recogido es de sobresaliente. No solo a nivel técnico, no solo como una herramienta fruto de la ambición, sino como un elemento narrativo muy eficaz que provoca en el espectador la sensación de camaradería, el ser uno más en una misión donde cada minuto cuenta y donde el nudo en el estómago es perpetuo.

Es en esa contrarreloj donde los colores juegan un papel fundamental. Desde el barro marrón y sucio de la trinchera inicial, al gris del cemento de la alemana, el blanco de los cerezos, el rojo fuego nocturno que arroja luz sobre la oscuridad de una ciudad arrasada o el verde de los campos abiertos todavía sin arrasar. Una cosa está clara. Si el infierno existe, es probable que se parezca de muy mala manera al paraje inicial de soldados muertos, caballos mutilados y tierra quemada que Mendes recrea.

Ya se hizo con el Globo de Oro. Está en la carrera por el Óscar a mejor película. Un año durísimo de competición en el que es posible que el propio comportamiento o tendencia de la Academia dictamine ganadora. El Irlandés, Historia de un matrimonio, Parásitos, Érase una vez… en Hollywood, Le Mans, Jojo Rabbit, Joker y Mujercitas. Una guerra diferente, pero donde la estrategia también contará. Sin atisbo de duda o mentira, 1917 encaja a la perfección como triunfadora.