Xacobe Pato: «Me gusta posponerlo todo, también la felicidad»

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El escritor Xacobe Pato
El escritor Xacobe Pato cedida

Sus diarios de Instagram, seguidos por cientos de lectores, toman ahora forma de libro, «Seré feliz mañana», en un canto a los pequeños placeres de la vida

17 sep 2020 . Actualizado a las 18:20 h.

Xacobe Pato (1987) es conocido por aquellos que hayan seguido sus diarios en Instagram, que ahora han tomado forma de libro, uno de esos que no querrías acabar porque te ponen una sonrisa tierna y afloran la sensibilidad de un autor que ha encontrado en el tú a tú con el lector el placer de la conversación.

-Voy a hacer de clienta y tú de librero, con esa pregunta que te encanta. «¿De qué va este libro?»

-[Risas] Mi libro es un diario, un género muy libre, en el que yo hablo de mí mismo: de mi vida y de lo que me pasa. Pero es una primera persona un poco parodiada, distorsionada, que yo creo que a veces es mejor y otras es peor de lo que yo soy en realidad. Y aunque hay parodia, hay destellos de verdad.

 -Supuestamente los escritores quieren vivir otras vidas, ¿tú estás encantado con la tuya?

-Sí. Aunque los escritores muchas veces hablan de sí mismos, pero poniendo personajes entre el lector y ellos, que ayuda mucho a ser más sincero con tu propia vida que si pones tu nombre, el de tus familiares y el de tus amigos por delante. Muchas veces las novelas no son tanto otras vidas como una forma de contar la tuya, pero de una forma más protegida.

 -¿A ti te costó ese ‘yo’? 

-Yo soy una persona muy pudorosa, y en cuanto hay más de tres personas, me cuesta, incluso estando en confianza, contar ciertas cosas. Pero para mí el lenguaje literario es de tú a tú, estoy yo escribiendo por un lado, y por otro hay un lector o una lectora recibiendo lo que escribo. Es una conversación de dos y ahí me siento muy cómodo. Si yo estuviera en una sala llena de gente no contaría las cosas que cuento en el libro.

 -Sin embargo, tienes muy claro que quieres llegar a los lectores.

-Sí, es verdad que para escribir puedes tener muchas razones y todas me parecen bien. Cada uno tiene la suya, pero la mía es llegar a los lectores. A mí no me interesa escribir en mi casa y guardarlo en un cajón. Aunque me ayuda, me gusta que le llegue a la gente, que me diga qué le parece, que alguien se identifique, que le ayude, o que se lo pase bien durante un rato.

 -De ahí Instagram.

-Sí, por eso usé las redes sociales para escribir. Los músicos cuando empiezan ahora, tal y como están montadas las industrias culturales, componen una canción, la cantan, la graban y la suben adonde la gente consume música, a Spotify, o a YouTube. No vas a la puerta de una discográfica con una maqueta. Pues yo empecé a escribir así por esa razón. Yo no iba a ir a una editorial con mis textos, es mejor ir directamente a la gente, enseñarles lo que haces y que ellos decidan si leerlo o no. Por lo menos ponérselo fácil.

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­-¿Ganaste confianza así?

-Sí, porque cuando empiezas a escribir te da mucho pudor. Tú no tienes ni idea de si lo que haces está bien, está mal, si es una maravilla o una basura. El hecho de ir teniendo poco a poco reconocimiento de cinco lectores, de quince, luego de veinte... te ayuda y te da ganas.

  -O de un lector muy importante, eso lo reflejas en el libro. Alguien que en Twitter se hace eco de tus textos te da subidón.

-Sí, y responsabilidad. Quien tiene capacidad de influencia y te comparte, hace que tú tengas más lectores esperando a empezar a leerte. Yo cuando me pasa eso lo primero que intento es decepcionarlos lo antes posible para que se queden los que se quieran quedar y no se generen muchas expectativas [risas].

 -Pues ahora como ya eres escritor de libro físico, la gente te empezará como con los hijos, ¿para cuándo la novela?

-Efectivamente, ahora van a cambiar muchas cosas. Y como yo he continuado con los diarios, se va a mezclar un poco la vida, los diarios, la gente preguntándome por el diario anterior, yo escribiendo el siguiente... Sí me gustaría escribir una novela, además como escritor cuando aprendes a hacer algo y lo haces de una manera mecánica necesitas cambiar.

 -Uno de los aciertos de «Seré feliz mañana» a mi modo de ver es cómo vas entremezclando series, recomendaciones de libros. Nos abres citas, ideas, reflexiones, es un abanico gozoso. ¿Fue premeditado o salió así?

-Me sale así por una razón. A mí como lector me encanta comprarme un libro, llegar a casa y ver que ese libro, aunque no sea una novela, dialogue con otros libros. Que un personaje esté leyendo una novela. Por ejemplo, yo ahora estoy leyendo Las crónicas de los Cazalet y hay un personaje que no para de leer a Jane Austen y, claro, me entran ganas de leerla a mí. Ese diálogo dentro de la literatura me gusta. Intenté que no estuviera metido con calzador y que fuera natural.

 -Es un rollo muy millennial también.

-Sí, totalmente. La forma que tenemos ahora de consumir la cultura es diferente, para bien o para mal, tenemos menos capacidad de concentración y mientras vemos una serie tenemos el móvil y consultamos qué pasa con ese personaje. Es verdad que está muy presente la cultura millennial en este libro en el sentido de que hablo de personajes de la cultura popular, de la tele. Y no tengo prejuicios, una cosa común en nuestra generación. Si leí las memorias de Chenoa o las de Coto Matamoros, pues no tengo problemas en decirlo. Y no pasa nada.

-También están los diarios de Pavese o de Piglia muy presentes. ¿Lo hiciste como defensa del género?

-Sí, porque es un género que nunca ha sido ni moda ni tendencia, pero tiene una tradición larguísima. Escritores cuyas mejores obras, como por ejemplo Pavese, puede que sean sus diarios. Los diarios de Piglia son una pasada. O escritores como Iñaki Uriarte, que es mi favorito, o Andrés Trapiello. Los cito mucho, además de para homenajearlos, porque soy muy lector de diarios.

 -Julian Barnes también te encanta.

-Sí, sus reflexiones sobre el tiempo, la felicidad, sobre cómo reconstruimos el pasado. Yo releyendo el diario ahora para publicarlo, me daba cuenta de que había cosas que había escrito y ya no me acordaba para nada de que hubieran pasado. Y yo decía: 'Me tengo que fiar de mí mismo para saber que esto ha pasado'. Sin embargo de otras cosas que no he escrito, sí me acuerdo. La memoria es muy curiosa. Ahí Julian Barnes es el maestro.

 -El objetivo del libro es ese: recoger esos retazos de realidad porque después desaparecen.

-La mayor parte de lo que somos está en nuestra memoria. Y hay momentos que a mí me gusta vivir pero también recordar. Aunque no soy nostálgico, esto es como cuando haces una foto de un momento­.

 -¿Por qué «Seré feliz mañana»?

-El título me vino un día escuchando una canción de Carolina Durante, que se llama Necromántico, porque habla de la idea de posponer la felicidad, como cuando posponemos el despertador por la mañana, para tener cinco minutos más de sueño. Lo mío sería posponer la felicidad, que es un concepto muy grandilocuente, para tener un ratito de placeres más pequeños, más mundanos y a veces más divertidos, ese espíritu creo que está en las páginas del diario. El gusto por lo pequeño.

-¡Con lo que te encanta postergar!

-Sí, posponerlo todo me parece maravilloso. Desde levantarme por la mañana a todo lo que requiera esfuerzo [risas].

 -­Te tengo preguntar una cosa curiosa a partir de tu libro. ¿Tú qué cantas: ‘Cumpleaños, feliz, te deseamos todos' o ‘te deseamos, fulanito’?

-[Risas] Pues mira, aún el domingo tuvimos el cumpleaños del hermano de mi novia y yo dije 'todos' y los demás dijeron su nombre. Es un debate abierto. 

-Todos quieren una inicial en el diario. ¿Tú lo notabas? ¿Tus amigos se postulaban para salir? 

-La gente no se enfada si la saco en el diario porque soy muy bueno con todo el mundo. Pero la gente se enfada cuando no los saco. Yo voy a cenar con un amigo y al día siguiente no lo pongo y me dice: ‘Para ti no soy importante, no me has sacado, con lo bien que lo pasamos’… Todos quieren un papel protagonista y lo que me da miedo es que se relacionen conmigo solo para salir comportándose de maneras extrañas [risas]. A veces yo no sé si tengo amigos o personajes.

 -En esas iniciales queda clara la importancia de las mujeres que están a tu alrededor, pero me parece un canto de amor a A.

-Sí, al principio del libro digo que no conviene escribir mucho sobre ella, pero se me escapa. Porque es una persona que me da mucho juego a todos los niveles en mi vida. Es un personaje que se impone a la voluntad del escritor. Es imposible no sacarla.

 -Esa frase en que tu padre está presentando un libro y empieza ‘no sé, no se’ y ella dice: 'Tu padre es Amaia’ es para partirse.

-Yo intento no sacarla para que los demás no se enamoren de ella. Pero se impone.

-Están tu madre, tu hermana, tus abuelas...

-Sí, mis dos abuelas me acompañaron siempre y me han dado muchas historias. Y más que tengo en la recámara para usar en algún momento. Eran muy carismáticas las dos y dos narradoras extraordinarias.

 -La infancia está muy bien recogida, con esos flashes que hace que todos nos reconozcamos en los viajes en coche, esa música de «Échate un cantecito» de Kiko Veneno.

-Sí, intento que en el libro no haya mucha pose, ni de escritor torturado ni de infancia difícil, porque no fue así. En todas las vidas hay momentos duros, o muy difíciles, pero mis recuerdos son más bien divertidos y disparatados. Esos viajes de Madrid a Galicia, cuando no había autopista, escuchando la música en el coche, un hermano más atento y otro como iba yo, durmiendo, sin hablar con nadie. Esa percepción que tienes tú como niño de cómo es tu familia y cómo cambia cuando eres mayor y vas conociendo a tus padres y ves que no son los héroes que pensabas, pero son personajes más complejos e interesantes, me interesa.

-El vértigo de los 30 está también.

-El paso del tiempo no me sienta mal pero me lleva a muchas reflexiones, y el hecho de escribir es un poco intentar pararlo un poco. Que vaya un poquito más despacio y que dure más.

 -Que dure más, pero no como un libro de Murakami.

-[Risas] Exacto. Con Murakami tengo una relación un poco complicada, espero que no coincidamos, y espero que no hable español, porque yo no hablo japonés y así no tenemos que discutir de sus libros.

-¿Te reivindicas coruñés, ourensano, santiagués?

-Cuando estoy en Santiago me considero coruñés, en Ourense, de Santiago y así. No me gusta ser del sitio en el que estoy porque de ese modo puedo entrar en discusiones divertidas.

-Pero por encima de todo te muestras como un tímido total.

-Sí, me gusta mucho la relación que se genera entre dos personas tímidas, los tímidos solemos llevarnos más con la gente extrovertida, porque es más fácil, pero me hace mucha gracia la relación entre dos tímidos, la conversación es como un adelantamiento entre camiones: muy incómoda, muy lenta, que parece que no arranca pero al recrearla lo paso bien. Eso sí, en el momento sufro como un condenado.

 -Empecé imaginándome una escena y acabo con otra. Ahora irán a la librería, se acercarán a ti y te dirán: 'Hola, mira, ¿tienes el libro de Xacobe?'

-Ja, ja,. Sí, además como librero tú siempre eres una persona invisible, que no escucha ni ve. A veces llegan a Cronopios dos amigas y se ponen a hablar sin ningún tipo de corrección política de libros o de autores, de algunos que son amigos y los ponen a parir. Entonces ahora digo: '¡Madre mía, cuando venga aquí, y me digan: ¿pero tú eres este tío? Este libro horroroso'. Eso me da pánico.

 -Santiago Segura decía que cuando escuchaba al salir del cine eso de: ‘Bah, te ríes’ entraba en cólera. Como si la risa fuera sencilla de programar. Ahora tú puedes escuchar: ‘Bah, el libro de Xacobe se lee fácil’.

-Sí, sí, ojalá digan eso: «Es facilito de leer y te ríes. Te lo lees en una tarde», ojalá.