El desmantelamiento imposible del pasado

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El escritor Ignacio Martínez de Pisón acaba de presentar «Fin de temporada»
El escritor Ignacio Martínez de Pisón acaba de presentar «Fin de temporada» Marta Pérez | Efe

Martínez de Pisón retrata en «Fin de temporada» una relación maternofilial intensa y excluyente en la que la madre ha ocultado a su hijo la verdad de sus orígenes

02 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) se ha referido en más de una ocasión a la familia en su doble condición de jaula y refugio. Es en los territorios del parentesco donde sitúa sus novelas y en la más reciente, Fin de temporada, esa dualidad preside las acciones y motivos de sus protagonistas. Rosa e Iván han mantenido una relación maternofilial intensa y excluyente en la que la madre ha ocultado a su hijo la verdad de sus orígenes. Llegada la adolescencia, este emprende unas indagaciones que se desarrollan en paralelo a su necesidad de independizarse emocional y físicamente. Este proceso lo coloca en la senda del héroe clásico que inicia un viaje de interrogación sobre sí mismo. Lo que descubre Iván lo conoce ya el lector desde el prólogo mismo de la novela: que en 1977 sus padres, casi adolescentes ellos mismos, sufrieron de camino a una clínica abortista en Portugal un accidente que se saldó con la muerte de él y la decisión de ella de ser madre soltera, lo que la condenó a errar, anónima, por una serie de ciudades para escapar del oprobio al que se vería sometida en su Plasencia natal. La revelación apuntala el carácter de tragedia griega de Fin de temporada: Iván quiere saber quién fue su padre, pero la verdad más poderosa es la evidencia de que si su progenitor hubiese salido ileso el hijo nunca habría nacido.

MATICES EMOCIONALES

El autor parte de esa doble tensión, interna y familiar, para explorar todos los posibles matices emocionales que se derivan del progresivo distanciamiento de madre e hijo y despliega con su probada habilidad narrativa toda la complejidad de los personajes. La pericia novelesca lo lleva también a crear los escenarios propicios para arrimar los arquetipos trágicos a un entorno próximo: la perenne provisionalidad del cámping que gestiona Rosa en la Costa Dorada frente a la recia solidez de la Plasencia de la que huyó, el contraste entre la España de 1977 que castigaría su doble pecado de querer abortar y asumir luego su condición de madre sola, el desmantelamiento de una central nuclear en el que trabaja Iván y que encarna las dificultades de depurar e integrar la carga tóxica de un pasado del que es imposible sustraerse. Pisón guía con mano experta esa creciente sensación de fatalidad que reserva para sus líneas finales toda la crudeza de su dimensión trágica, pero lo hace con naturalidad y ligereza, sin renunciar por momentos al humor y abriendo el abanico que le permite una breve pero acertada galería de secundarios: la socia del cámping, la extraviada familia paterna, una novia y su hermana. El resultado ofrece una sobriedad mayor que en novelas anteriores, pero que no hace más que ahondar esa emoción soterrada.