Irene Vallejo, premio nacional de ensayo: «Donde hay un éxito inesperado había un público huérfano»

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Irene Vallejo, premio nacional de ensayo 2020
Irene Vallejo, premio nacional de ensayo 2020 cedida

«El libro tiene esa capacidad de resultar sedante y estimulante», dice la autora de «El infinito en un junco»

18 dic 2020 . Actualizado a las 12:19 h.

Las cifras no paran de crecer para estas letras. El infinito en un junco va por la edición número 26 y se acerca a los 150.000 ejemplares. La editorial Siruela ha firmado el acuerdo para 31 traducciones, también al gallego, con Xerais. «La que faltaba para que se publique en todas las lenguas peninsulares. Me hace mucha ilusión como filóloga y enamorada de las lenguas. Algunas traducciones son una incógnita para mí. Cómo lo acogerán en japonés, coreano, árabe o taiwanés», cuenta Irene Vallejo (Zaragoza, 1979). Su aventura a lo largo de 30 siglos por la historia de la palabra escrita le ha valido, entre otros, el Premio Nacional de Ensayo 2020. Pocas veces crítica y público se dan así la mano. Un ensayo que apela no solo al intelecto, sino también a la emoción, protagoniza este inesperado fenómeno literario.

—Se publicó a finales del 2019, pero el verdadero impulso llegó con el confinamiento. ¿Es un fenómeno de la pandemia?

—Cuando ha habido una situación de emergencia y la gente ha tenido tiempo, hemos buscado la compañía de los libros, el alivio en la cultura. No es tan superflua como se dice. Ha sido esperanzador y los libreros comentan que incluso ha habido un relevo generacional. El libro tiene esa capacidad de resultar sedante y estimulante. Lo importante de la lectura es llegar a ella a través del placer. Todos los beneficios que extraemos, el conocimiento, la experiencia, la empatía... los experimentamos si es un ejercicio gozoso, no una obligación. Como con las personas, hay que encontrar los libros con los que te sientes acogido. En la vida todo necesita su selección, y no siempre acertamos.

­—Recomendaciones como la de Vargas Llosa, la de los libreros, el boca a boca. ¿Qué tecla mágica tocó este ensayo?

—Cuando escribía El infinito en un junco estaba convencida de que sería un libro minoritario, el menos comercial de todos los que había escrito. No pensaba que aquello que homenajeo y reivindico, la cultura grecolatina, los clásicos, los libros…, tendría esta acogida. Esto me ha demostrado que somos una hermandad mucho más numerosa de lo que nos dicen. Además, creía que habría una penalización al pasarme de la narrativa al ensayo. Quise ver hasta qué punto podían confluir y escribí un ensayo de una forma muy narrativa. Aprender con la sensación de suspense, de pasar a la página siguiente, como en una novela, era mi reto. Pensé: «Si pasa desapercibido, en todo caso, será un experimento literario para mí».

—Y fue todo lo contrario.

—Cuando hay uno de estos éxitos, pienso que había un público huérfano. Nos gusta el pasado, sentir que aprendemos, por eso triunfa la novela histórica. Quizás fue un poco la clave. Compartir emociones que nos identifican, esa pasión por la lectura.

—¿El 2020 será el año de la lectura?

—Quiero pensar que este año en el que nos vimos en medio de la galerna descubrimos qué cosas son importantes. El contacto, la cercanía, los cuidados… y los libros forman parte de los cuidados, de la forma de cuidarnos a nosotros mismos, de alimentar la sensibilidad. No quiero sacralizarlos, no eres mejor persona por leer, pero te pones en el lugar de otros. Algo muy importante en este tiempo de tanta polarización. Necesitamos los afectos y los libros no nos alejan de la realidad, nos dan herramientas.

—¿Vencerá Amazon?

—Es cierto que en Amazon prima la comodidad, pero es totalmente aséptico y frío. Las librerías son lugares donde se gestan emociones, recuerdos, situaciones inesperadas. Y dan vida a nuestras calles, algo que quedó patente en la pandemia.

—¿Qué dos lecturas la han ayudado a sobrellevar el año?

—Me ha gustado muchísimo el Elogio de la fragilidad (Galaxia Gutenberg), de Gustavo Martín Garzo. Habla de sus deslumbramientos literarios y es un canto a las cosas frágiles y hermosas. Su prosa me ha resultado conmovedora. También Feliz idade (Kalandraka), con el que Olga Novo ganó el Premio Nacional de Poesía. Es absolutamente deslumbrante y bellísima esa relación entre el nacimiento de una hija y la muerte de un padre. Cómo dialogan, y con qué vitalidad, la vida y la muerte.