Silvia Penide: «Recuperar la ilusión es la nueva operación bikini»

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La cantante presenta en directo «Los días de plomo», un disco desnudo, poético y aterciopelado nacido a modo de tabla de salvación durante el confinamiento

16 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Fueron días de miedos, de ausencias, de bailar sola en casa exorcizando emociones contenidas. Fueron días de silencios, de tiempo, de mucho tiempo. Pero también fueron días de creación. De videocanciones desde el sofá o de cantarle a desconocidos a través del Whatsapp. Fueron días en los que siempre estuvo la poesía. Y algunos en los que incluso pudo salir a tocar. A todos ellos los ha bautizado Silvia Penide como Los días de plomo. Y así ha titulado también su nuevo disco, en el que recoge un puñado de canciones nacidas desde y por el confinamiento.

Un disco que presenta en directo el sábado en el teatro Colón de A Coruña. Silvia Penide se confiesa nerviosa. Con esos «nervios felices», que conllevan un estreno, máxime después de más de un año sin tocar junto a toda su banda. «Subir al escenario es como volver al gimnasio. Y yo me noto como en baja forma. Cada vez que tengo un concierto noto que tengo que seguir trabajando el fondo. Pero, claro, los conciertos son tan espaciados... Este es el segundo de este año, cuando yo estaba acostumbrada a tocar 4 o 5 veces por semana», comenta.

—En cualquier caso, tuviste un confinamiento bastante activo.

—Sí, sí que hice bastantes cosas. A otro nivel y de otro forma pero sí que seguí trabajando. Hice conciertos yo sola, en dúo, en trío. Hice las videocanciones desde el sofá, las del Whatsapp... Sí, yo me considero una privilegiada.

—E hiciste este «Los días de plomo».

—Desde luego. Si me llegan a decir hace un año que iba a terminar 2020 entrando en un estudio, no me lo creo. Me habría parecido una broma de mal gusto. Pero surgió que yo tenía el material y que convocaron unas ayudas, así que nos metimos a grabar. Pero, jolín, es que yo acababa de estrenar un disco en 2019, El efecto boomerang, que, al final, es un disco que se me ha quedado ahí, en el limbo.

—«Los días de plomo» es un disco hijo del confinamiento y bien que se nota.

—Sí, sí. Tanto las canciones como los dos textos, que no me atrevo a llamar poéticos, y la música de Carla López que acompaña a esos textos están todos compuestos durante el confinamiento. Y ese poso se nota un montón. Asoma un hilo de esperanza pero al tiempo hay un suelta y aprieta, que creo que está presente en todas las canciones.

—El disco empieza con una puerta cerrada pero acaba con otra abierta.

—Sí, quería que fuese esa la sensación. Y por eso también añadí como bonus track la versión de El efecto boomerang con Víctor Manuel, que es una canción que da como buen rollo. Yo quería que la ilusión también estuviese presente. Recuperar la ilusión es la nueva operación bikini. Así que este es un disco que te pasea por toda esa desazón en la que vivimos pero en el que también puedes encontrar recovecos en los que te acaricia un poquito.

—¿Como surgió la colaboración con Víctor Manuel?

—Su hijo, David San José, fue el productor de mi disco anterior, El efecto boomerang. Hicimos muy buenas migas y se nos ocurrió que le propusiera a Víctor Manuel cantar esa canción que yo tenía pensado incluir como bonus track en Los días de plomo. Y un buen día, recuerdo que estaba en casa tendiendo la ropa, me llamó David y me dijo que le había enseñado el tema a Víctor Manuel y que había dicho que sí. Y pensé «qué colada tan bonita. Estoy tendiendo los calcetines de mi vida».

—Vaya, un corazón tendido al sol en toda regla.

—(Se ríe) Pues mira, sí. Hasta eso es poético. Es que yo era muy, muy fan de Víctor Manuel. Y ahora más todavía, claro.

«Durante el confinamiento, las canciones fueron fundamentales. Mi gato se volvía loco porque nunca me había visto bailar así»

—¿De verdad crees que los días de plomo no echarán raíces?

—A ver, cuando digo esa frase también me la estoy diciendo a mí misma. Es lo que quiero pensar. No quiero que los días de plomo calen tan hondo en mí pero sí que es cierto que, ya no como artistas sino a nivel humano, aún todos estamos digiriendo esto. Aún estamos superando el estado de shock. Por mucho que quieras correr un velo aún queda un poso muy profundo en nosotros. Pero tenemos que hacer un esfuerzo para conseguir arrancar esos días de plomo de raíz. Aunque nos quedemos de recuerdo con algún esqueje para que no se nos olvide la lección.

—Ahora tenemos vacunas pero durante mucho tiempo fueron las canciones nuestro mejor antídoto.

—Eso ya era incluso precovid. ¿Quién no ha utilizado una canción para llorar, para procurarse una buena ración de risas o para desmelenarse? En mi caso, durante el confinamiento, las canciones fueron fundamentales. Mi gato se volvía loco porque nunca me había visto bailar así. Pero es que al final llegó un punto en el que yo necesitaba poner música y sacar como fuese todo eso que llevaba dentro y que tanto me pesaba. Sí, la gente se ha refugiado muchísimo en la música.

—«Un destes días, quizais pola tarde, cando a luz sexa baile e arrecenda Riazor a salitre, poderemos saír e abrazarnos, facernos un as de guía, ben cinguidas as cinturas», escribes. A los abrazos y a bailar le dedicas dos canciones.

—Es que ambos son actos que nos conectan con los demás y que nos llevan a exteriorizar nuestras emociones. Eso me parece precioso y por eso quería plasmarlo. Además de eso, Bailar en Irán es una canción porque yo vi en la tele como los sanitarios de Irán, donde está prohibido bailar en público, aprovechaban que llevaban los epis y no se les reconocía para grabarse vídeos bailando por los pasillos de los hospitales. Me pareció algo maravilloso.

—Para este disco apuestas por arreglos muy desnudos, muy crudos pero a la vez muy aterciopelados.

—Sí, quería que fuese todo muy minimalista. Que al escuchar estas canciones sintieras un poco aquella sensación que todos tuvimos en casa. Miedo, soledad...

—¿Y cómo será el directo?

—Para directo, a los temas de Los días de plomo les hemos hecho unos arreglos diferentes, de forma que fuesen un poco más homogéneos con los de El efecto boomerang. La mayor parte del concierto del sábado lo haré con toda la banda pero habrá momentitos para estar sola con Carla al piano o con Paul a la guitarra. Y también haré algo yo sola, a guitarra y voz.

—Siguiendo el juego que propones en «Porta pechada», ¿cual sería la palabra que escogerías para que te salvara?

—Lo tengo clarísimo: esperanza.

—¿Y para que te lleve de la mano?

—Ilusión.

—¿Y una palabra más resolutiva que la bala en la recámara?

—Ahí ya me lo pones difícil... Pero mira, sería paciencia. O su derivada, que la utiliza mi abuela, que es pacencia. Que eso ya es paciencia a nivel dios.

A CORUÑA TEATRO COLÓN SÁBADO, 19.00 DESDE 12,50 EUROS