Santiago Isla, hijo de Pablo Isla: «Somos más morbosos que nunca, queremos saber todo»

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Santiago Isla (en la playa de Langosteira) se siente «en casa» en Galicia
Santiago Isla (en la playa de Langosteira) se siente «en casa» en Galicia cedida

El hijo del presidente de Inditex, una «casualidad» que lleva «con orgullo», presenta este viernes en A Coruña su segunda novela, un refrescante retrato social que dispara a la alta sociedad

24 sep 2021 . Actualizado a las 18:27 h.

Hay un observador voraz en Santiago Isla (Madrid, 1994), que no escribe, dispara. Disparos Polaroid son los retratos de su segunda novela, Los juegos florales (la presenta este viernes a las 19.30 en la librería coruñesa Moito Conto). Destila una elegancia a lo Scott Fitzgerald con un punto low cost. Uno quisiera leer más a Zweig o descubrir los momentos estelares de la humanidad colándose en una fiesta de gente guapa que flota sobre la tierra y se ríe de la expresión «prosa poética».

El hijo del presidente de Inditex, Pablo Isla, es el líder de Chelsea Boots, el escritor que asomó la cabeza con Buenas noches y tiene «un trabajo de verdad en Movistar +». Él ya no se siente un debutante en el escaparate de la ficción. «No me siento un debutante porque ya no lo soy, pero acabo de empezar. Soy un autor joven que tiene mucho que aprender. Siento que me queda mucha vida por delante», asegura quien debutó en la narrativa cuando empezó «el apocalipsis» de la pandemia en España.

­-«Ignacio Benavides vivía en lucha consigo mismo», empieza su novela. ¿Qué le pasa? 

-Ignacio Benavides es un personaje con tendencia a la frustración. Es alguien que, si algo se le tuerce, se desanima, se pierde, alguien que se pone la zancadilla continuamente.

­-Capta muy bien la inmediatez y las burbujas del mundo de hoy, y la precariedad vital de muchos jóvenes. ¿Se siente retratista de su generación, de la generación Z?

-Es difícil saber bien dónde empieza y dónde acaba cada generación, porque son nomenclaturas relativas. Más que un retrato generacional, te diría que retrato a una persona con una serie de males que no tienen que ver con su generación y otros que sí. Me da apuro decir: «Esta es la voz de mi generación».

­-¿Se siente muy maduro, muy vivido, para sus 27? Su narrador lo es. Se le ve el poso de la experiencia.

-¡Tengo 26, me queda un poco para los 27! No, no, muy vivido no. Siento que me queda mucha vida por delante. Yo siento que acabo de empezar. Pero sí he leído mucho, y he sido reflexivo con lo que he vivido. No soy una persona impulsiva.

­-­Todo es de marca en su novela, popular o exclusiva, desde los Phoskitos, el pan Bimbo o las Converse «que lucen más machacadas» al Godello, la Nespresso o las sandalias de Massimo Dutti. Describe el estatus a bocados.

-Es la forma explícita de retratar a los personajes, pero me interesa más lo que sugieren... Quiero retratar a los personajes con los sitios a los que van a comer, las marcas que consumen o los lugares a los que van de vacaciones.

­-¿Es un cronista de la alta sociedad, de un ambiente selecto?

-Retrato dos ambientes, uno elitista y otro más estándar, que es el de Benavides. Si cierras los ojos, y coges a alguien joven de manera aleatoria en cualquier ciudad española, podría ser él...

­-Tiene un punto «working class», pero es un esteta, un enamorado del buen gusto.

-Sí, pero esos no son atributos exclusivos de gente que tiene dinero... Hay un choque entre los mundos de Ignacio Benavides y su antagonista (Julio Gasset). Ignacio, si se cae, no tiene nada debajo. Él no tiene la vida resuelta. Los demás sí, por eso parece que, en vez de vivir, juegan a vivir. 

­-¡Santiago Isla hace un cameo en la novela! ¿Es su propia némesis?

-Efectivamente, jajaja. Pero no, no soy mi propia némesis. Me río de mí mismo. Es una broma que me hago... quizá un poco estúpida [leemos a Benavides en la novela: «El tipo resultó ser Santiago Isla, el que vendía sus libros como churros a las jovencitas»].

-¿Le pesa o le ayuda ser hijo del presidente de Inditex?

-Ni una ni otra. Ser hijo de mi padre, aunque sea una casualidad, pues no hice nada para ser hijo de mi padre más que nacer, es un orgullo... Tanto en su faceta profesional como en la personal, que no todo el mundo conoce, pero todo lo que pueda girar en torno a eso escapa a mi control. No puedo dedicar mucho tiempo a pensar en eso. Me siento orgulloso de mi padre...  y luego me dedico a mis cosas, en este caso a hacer mis libros.

­-¿Le han dicho en casa cuando dijo que quería ser escritor: «Hijo, de algo hay que vivir»?

-Es que ya me lo digo yo a mí mismo. Soy músico, escritor... y tengo un trabajo de verdad.

­-¿Está de broma? ¿Escribir o hacer música no es trabajar?

-Lo digo de forma irónica. Pero si dices: «Escribo, soy músico», te dicen: «Ya, bueno, sí, ¿pero de qué trabajas?».

­-¿Cómo no caer en el «pedo lírico»? El poeta suele ser joven, el novelista no tanto.

-La receta para escribir una novela son los codos. Le preguntaban creo que a Joaquín Sabina: «¿Y tú por qué no escribes una novela?». «Un poema puedo escribirlo por la noche borracho, una novela no». Codos. Y horas y horas y horas.

­-¿Hay mucha sopa boba en las letras?

-No, al revés. La escena artística española está a un nivel alto, vive desde hace 10 o 15 años una tendencia muy guay, muy interesante, tanto en la literatura como en el cine, como a nivel musical. No tiene nada que envidiarle a otras.

-Reivindica los personajes femeninos potentes. ¿Es una moda pasajera a la que mola apuntarse?

-Ver el potencial de la mitad de la población como una moda pasajera es absurdo. En el XIX, quitando las heroínas de Jane Austen, Madame Bovary y poco más, era difícil hacer personajes femeninos potentes porque las mujeres estaban olvidadas y apartadas de lo social. Hoy no es así. Hay personajes femeninos potentes porque las mujeres están en esa posición.

-¿Se ve más como Alain Delon o como Serge Gainsbourg? 

-Me gustaría ser tan guapo como Alain Delon y tan talentoso como Gainsbourg, pero me voy a quedar corto, no me gusta compararme. No sé decirte a quién me parezco... A la mejor versión de mí mismo, aunque suene a libro de autoayuda.

-¿Qué significa el éxito?

—Lo parcelo, el éxito. Desde una perspectiva vital, el éxito para mí es ser feliz, que es muy genérico. Crecer, con lo ambiguo que es crecer... Y, dentro del ámbito artístico, lo que para mí sería el éxito rotundo de esta novela es que me permita hacer una tercera.

-¿Y Galicia, cómo la siente?

-Cuando estoy en Galicia, no solo en Coruña, en Galicia, estoy en casa. No me pasa en ningún otro lugar del mundo, salvo en Madrid, que es donde vivo. Voy con muchísima frecuencia y estoy al tanto de todo lo que sucede en Galicia. Es un vínculo para siempre. Y muy sólido además. 

-¿Le molesta que nos fijemos más en el autor que en sus libros?

-La sociedad es más morbosa que nunca. Queremos saber todo, se quiere ver todo...

-Y nos lo dejan ver todo.

-Sí, hay una exposición brutal. El problema es que el autor se acabe convirtiendo en un personaje de sí mismo. Aunque esto ya pasaba hace tiempo, es una transformación que lleva haciéndose tiempo. Hemingway es un personaje de sí mismo...

-También Capote o Bukowky. ¿Será en parte por la autoficción? 

-Sí... Creo que, con la autoficción, en la literatura se ha denostado un poco la imaginación. Parece que las cosas personales, biográficas, son superiores a las imaginadas, y no estoy de acuerdo. Esta novela que he escrito yo, por más que ahí haya cosas mías, vivencias, es una novela de ficción pura y dura. 

—Eduardo Halfon dice que todo es ficción, hasta la no ficción. 

-Sí, al recordar las cosas hacemos ficción, tu propia vida está moldeada por tu memoria, por tus recuerdos.

 —Es casi inseparable la imagen del autor de su obra. Somos muchos los que buscamos en la solapa la foto del escritor...

—El mejor autor de la historia es uno que se llama anónimo, que tiene un montón de obras alucinantes. Pero sí... la figura del escritor suscita inevitablemente un interés. A título personal, a mí los autores me interesan menos que sus obras. Lo mejor de ti lo pones en tu obra.

 —¿El primer libro se parece al primer amor?

—Es algo que le dice en la novela Gasset a Benavides, para venderle un poco la moto... El primer libro es como el primer amor en el sentido de que no tienes con qué compararlo. Hay una originalidad y una inconsciencia en el modo de afrontarlo. Luego ya, cuando tienes un segundo amor y un tercer amor o los que sean, ya puedes comparar, tienes en la cabeza una imagen de lo que es el amor, de lo que pueden ser las relaciones. Sin embargo, esa primera vez todo es sorprendente, todo pequeño detalle es mágico. 

 —Pero cada amor es un primer amor y cada libro un primer libro, ¿o no?

—Sí y no. Con este segundo libro, tengo ya la experiencia del primero. Y cierta experiencia previa te puede ayudar a ser mejor, a hacer mejor las cosas.

 —¿Se pelean el músico y el escritor o se llevan bien, son o no el mismo?

—Son el mismo porque soy yo, pero son procesos diferentes. Lo que sí me influye siempre es el sentido del ritmo. Debo leer lo que escribo en voz alta, el viejo truco... Pero no toda la novela, porque me quedaría sin voz.