«Pelé muchas patatas en el bar de Meicende para ser actriz»

FUGAS

MARCOS MÍGUEZ

Isabel Naveira es una de las intérpretes gallegas más reconocidas, ahora triunfa en el teatro con «Cigarreiras», una adaptación de «La Tribuna» de Emilia Pardo Bazán

14 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Lleva más de veinte años siendo una imprescindible en las mejores ficciones que se hacen en nuestro país, porque su carrera, dice Isabel Naveira (A Coruña, 1975), se ha forjado en la resistencia. Ahora triunfa en el teatro con Cigarreiras, una adaptación de La Tribuna de Emilia Pardo Bazán, que la llevará el 21 de este mes a Narón, y el 28 y 29, a Santiago. Después girará por toda España con la versión en castellano. «A nivel profesional es delicioso», apunta. ­—Has estado en ficciones como «Mareas Vivas», «Vis a vis», «Fariña», «Matalobos», «Las chicas del cable», «Néboa»..., y siempre representando a mujeres de carácter. ¿Fuera de cámara rompes el tópico?

—Yo creo que no rompo el tópico. Soy una mujer de carácter, pero quiero pensar que de buen carácter. En cantidad voy sobrada. Es cierto que esas cosas al final de una manera o de otra se ven, porque la cámara lo acaba notando.

­—¿Echas de menos una comedia?

—Sí, sí, me encantaría poder explotar ese lado de reírse de una misma, porque con cierta edad, superadas una serie de tonterías, ya es más fácil. Creo que estoy en un gran momento para la comedia.

­—Cuando te cortaste el pelo, te dieron el papel de la hija de Charlín en «Fariña». ¿Fue tan definitivo?

—Estoy convencida, no sé si fue una señal del destino o los ojos se pusieron ahí. Yo estaba deseando cortarme el pelo, y como hacía Serramoura no era fácil, pero conseguimos que finalmente mi personaje pudiese dar un cambio físico; entonces hice el casting de Fariña y me cogieron. Creo que influye mucho cómo te vean en las pruebas. Se puede decir que me vino al pelo. Ja, ja, ja.

­—Después de una carrera tan larga como la tuya, ¿qué ha sido definitivo?

—Es muy poco poético, pero yo creo que la resistencia. Esta profesión es dura en cuanto a vivir de ella, es muy bonita cuando la desarrollas, pero es muy difícil cuando no. Haberlo combinado con mi trabajo en la hostelería me fue dando apoyo. Trabajar ayuda mucho; fiarlo a la suerte y a tu instinto no es suficiente.

­—Resumiendo: pelaste muchas patatas para ser actriz...

—Exactamente, yo pelé muchas patatas en el bar de Meicende para ser actriz, ja, ja.

­—Candela Peña me contó que el hecho de que sus padres tuvieran un bar le había servido mucho porque ahí se conoce bien a las personas. ¿Es tu caso?

—Estoy absolutamente convencida de eso. Tú en la vida te relacionas con gente parecida a ti o que tiene gustos o aficiones parecidas, y el bar te obliga a relacionarte, a entender, e incluso a querer, a gente a la que nunca le hablarías. A mí me gusta muchísimo la gente y eso me beneficia para disfrutar la hostelería. Porque a mí hasta los tontos y los que dices: 'Ay, de verdad, cómo eres', hasta esos me interesan. Es así. A otros les gustan los perros, a mí la gente. Eso te da el conocimiento de distintos perfiles psicológicos y sociales de una manera muy directa.

­—¿Te ha servido para mirarte en ellos?

—Sí, yo digo a veces que si hiciesen ficción de algunas de las personas que he conocido y he tratado no me creería nadie [se ríe]. Me acusarían de ser una histriónica, de una interpretación muy pasada, pero hay mucho de todo.

—¡En Meicende hay mucha fauna!

—En Meicende y en muchos sitios, que me pasé una buena temporadita en la Ciudad Vieja, en El Consulado, y también. La gente es muy variopinta y tiene muchas maneras de sentir. Recuerdo alguna conversación en el bar con algún hombre hablándome maravillas de su mujer. Y yo le decía: «¿Pero por qué no se lo dices a ella?». Y él: «¡Cómo se lo voy a decir!». Y luego cuando venía con su mujer, se hablaban con esa dejadez: «¡Quita de ahí»! Y yo pensaba: cómo somos los humanos...

—Ser mujer y tener cuarenta y tantos, ¿sigue pesando mucho?

—Es posible que sí, aún sigue siendo difícil que en la ficción un hombre de 43 tenga una novia de 45 sin explicarlo. Debe tener 35 para que todo sea correcto. Pero de lo que estoy convencida es de que pesa menos. Con respecto a las compañeras que tienen 60, yo ya he hecho otros papeles.

—¿Quién te enseñó a pegar esas hostias que das como la Charlina?

—Fíjate que ahí sí que funcionan los cursos y la formación. Yo soy muy poco dada a golpear y que me golpeen, prefiero que la cámara se coloque bien y se pueda trucar, y en Fariña afortunadamente no tuve que dar esos golpes.

—¿Alguna vez te han descartado por el acento gallego?

—Que yo sepa no, pero a saber. Sí me ha pasado que me haya pedido el famoso acento neutro alguien que rasca la g, «eg qué», ja, ja, ja.

—Ahora estás en el teatro haciendo «Cigarreiras», otra vez mujeres fuertes.

—Sí, este proyecto es un máster de interpretación, es un curso gratuito, porque tú cuando trabajas con estas monstruas: Ana Santos, Tamara Canosa, Ledicia Sola, Covadonga Berdiñas, Susana Dans, Merce Castro... es una masterclass. Además es muy bonita la adaptación, no hay ningún personaje masculino. Que el peso sea de las mujeres trabajadoras, las que hicieron la primera huelga en Galicia, es un orgullo.

—Trabajaste en «Mareas» con Tosar, ¿pero con qué actor querrías coincidir: Javier Gutiérrez, Bardem...?

—Con Javier Gutiérrez coincidí también en Mareas en un papel que vino a hacer, y Bardem es un actorazo, pero yo barrería para casa: volvería a trabajar con Xabier Deive o Javi Rey y me encantaría estar de nuevo con Tosar. Es un compañero increíble.

—Hay actrices que han tenido un petardazo y luego se han quedado. Y tú, en cambio, has estado en un buen nivel siempre.

—Yo eso me lo quedo. Yo siempre digo: 'Probaría a ver qué se siente siendo rico', ja, ja. Luego ya si me arrepiento, buscaría la solución. Pero con esto no. Me encantaría un premio, sí, pero no lo cambio por estar ahí.