Máximo Huerta: «He aireado mis fantasmas y ha sido una liberación»

Virginia Madrid

FUGAS

Greg A.Sebastian

«Adiós, pequeño» es una intimista y emotiva historia con la que ha ganado el premio
Fernando Lara. «Con esta novela he intentado imaginar qué habría sido de mis padres sin mí», confiesa el escritor

08 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Es hombre de presente, le encanta viajar improvisando el camino y se define como un contador de historias. Máximo Huerta (Utiel, Valencia, 1971) regresa a sus orígenes con la novela Adiós, pequeño, ganadora del premio Fernando Lara, donde reconstruye su niñez plagada de silencios y secretos familiares. «No hay dolor ni rencor en el pasado», confiesa. De pasiones sencillas, Máximo reconoce que ser hijo único le «ha pesado mucho».

—Regresas a la literatura con la historia de una familia, repleta de silencios y secretos, con la que has ganado el premio Fernando Lara. ¿Qué ha supuesto a nivel personal?

—Estoy muy feliz de la acogida de esta novela entre los lectores y, además, me siento muy orgulloso de esta historia, porque las críticas están siendo muy buenas y este premio ha supuesto también mi validación como escritor. Fue una sorpresa maravillosa y estoy disfrutando de este momento muchísimo. Es la novela de mi vida, la que siempre recordaré y la que necesitaba escribir para mí mismo. Sin duda, es mi mejor novela.

—«Adiós, pequeño» es el relato de una despedida intimista, emotiva y, ¿también dolorosa?

—Es una despedida a la niñez y al mismo tiempo es un hola a la inquietante madurez. La vida es una continua despedida de amistades, parejas, casas... El paso por la vida es un adiós constante.

—La novela arranca con una frase tremenda: «Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido».

—Sí, es impactante. A lo largo de estas páginas he intentado imaginar qué habría sido de mis padres sin mí, como hombre y mujer independientes, con sueños, ilusiones y anhelos. Todos deberíamos hacer este ejercicio de reflexión personal y ver a nuestros padres como personas al margen de sus vidas. ¿Qué habría sido de sus vidas sin nosotros?

—Hay mucho de tu vida entre estas páginas. ¿No te ha dado pudor revelar aspectos tan íntimos y personales de ti?

—Nada, en absoluto. Disfruté mucho escribiendo esta historia que se fue haciendo sola, no tuve que ir a buscarla, estaba dentro de mí. Además, tenía claro que debía conmover y emocionar para atrapar al lector desde el principio, tal y como hacen las novelas de Elvira Lindo, Luis Landero o Muñoz Molina.

Greg A.Sebastian

—A tu madre, Clara, la retratas con mucha admiración y ternura. ¿La ha leído?

—No, está enferma. Escribí esta historia con su ayuda, recordando vivencias y momentos pasados. Incluso he incorporado frases que me lleva diciendo toda la vida, como: «De casa hay que salir llorado». Mi madre pertenece a esa generación de mujeres que dejaron sus vidas para convertirse en esposas y madres, dejaron de ser libres y con ilusiones y entraron en un matrimonio sin manual de instrucciones y muchas veces sin conocer a sus maridos.

—Y luego está tu padre, Máximo.

—Sí. Mi padre era un hombre de campo, que también trabajó como camionero. Un hombre estricto, con carácter, que no sabía decir perdón y que se quedó con todos los abrazos y los te quiero dentro. Pero él te demostraba su cariño diciéndote: «¿Has cambiado el aceite del coche?» o acercándome al colegio para que no fuera caminando.

—¿Ha sido doloroso reencontrarse con los recuerdos?

—No hay dolor ni rencor en el pasado. Ha sido un reencuentro emocionante e intenso. Me siento como Salvatore en Cinema Paradiso cuando regresa a su pueblo treinta años después y le invade una catarata de imágenes y vivencias inolvidables.

—Y además, está la casa familiar, el escenario donde se desarrolla la historia, casi otro personaje más, ¿verdad?

—Sí. La casa es el hogar y, al mismo tiempo, una prisión, también simboliza la protección y tiene memoria. Es la casa en la que ahora vivo cuidando a mi madre.

—No podemos dejar pasar por alto los silencios y los secretos que guardan todas las familias.

—¡Claro! Esto sucede hasta en las mejores familias. Eso que se oculta, los tabúes familiares, aquello que de tanto silenciarlo parece que no sucedió, y todo para no remover el pasado, porque este duele, escuece y es mejor que no salga a la luz. Son como los fantasmas que pululan en el entorno de cada familia y perviven con los años y el transcurrir de la vida familiar.

—¿Te has enfrentado a tus fantasmas?

—Sí. Con esta novela los he aireado y me he enfrentado a ellos y ha sido una liberación.

—Dicen que el pasado siempre regresa.

—Probablemente. Pero como te decía antes, no hay dolor en mirar atrás. Ni tampoco quiero juzgar lo que viví. Esta novela me ha hecho viajar a mis orígenes, pero también la vida. ¡Curioso! Porque he regresado a Buñol, a mis principios, para cuidar de mi madre, que está enferma. He dejado la casa del centro de Madrid para regresar a Buñol, al pueblo donde crecí; y además ahora he vuelto a Canal 9, donde presento un programa en valenciano.

—¿Eres hombre de presente o de futuro?

—De presente, porque el futuro no existe. Soy de vivir al día. No soy de planes, me gusta improvisar el camino.

—¿Ya has dejado atrás tu breve paso por el Ministerio de Cultura?

—Sí, pero creo además que ya es hora de sacar la ropa de verano y dejar atrás lo demás.

—¿Cómo era el pequeño Máximo?

—Era un niño que soñaba con ser escritor, que anhelaba dedicarse a contar historias y, además, deseaba descubrir el mundo recorriendo países y culturas y probando otros sabores. Ilusiones que estoy haciendo realidad con los años y por lo que me siento muy afortunado y muy feliz.

—¿Qué te saca una sonrisa?

—Me saca una sonrisa el salir mal en una foto y reírse de uno mismo.

—¿Y qué te pone triste?

—Me pone triste la enfermedad. El tener que pedir otra cita médica y no poder retrasarlo, que es lo que voy a hacer en cuento acabemos esta entrevista.

—Cuando la vida aprieta, ¿en quién te refugias?

—En los míos, en mi madre, en mis primos, mis amigos. Ellos son mis pilares. Los que me ayudan y me apoyan cuando los días se vuelven grises.

—¿Con qué disfrutas? ¿Qué te apasiona?

—Soy de pasiones sencillas. Disfruto charlando, tomando unas cañas con mis amigos, dando un paseo con mi perra, viajando, leyendo y escribiendo.

—¿Por qué escribes?

— Porque leo, porque me encantan las historias, soy un contador de relatos. Esta novela la escribí entera en el sofá de casa.

—¿Te ves escribiendo con 80 años?

—Sí, ¿por qué no? Me encanta escribir historias y espero poder hacerlo durante muchos años más. Me enriquece y me hace feliz. De hecho, ya llevo aproximadamente trescientas páginas de la próxima novela.

—¿Cómo llevas el paso del tiempo?

—Envejecer es de valientes y no queda otra que aceptar lo que vaya viniendo, que no es lo mismo resignarse.

—¿Una frase inspiradora?

—«En el peor de los inviernos siempre hay una primavera». Es de Albert Camus y en los momentos difíciles pienso en ella.