Santiago Lorenzo: «A los tostonazos y a los asquerosos dan ganas de decirles 'gracias'»

FUGAS

Santiago Lorenzo, autor del éxito «Los asquerosos», vuelve con «Tostonazo».
Santiago Lorenzo, autor del éxito «Los asquerosos», vuelve con «Tostonazo». Cecilia Díaz Betz

«En el gremio del cine hay cada zopenco...», dice este feliz habitante de una aldea de 17 personas de la «mesetaza». Vuelve el látigo de los «mochufas», el autor del éxito «Los asquerosos». «Tostonazo» lo coloca de nuevo en el top-ventas de las librerías españolas

28 oct 2022 . Actualizado a las 17:26 h.

El singularmente lúcido y mordaz Santiago Lorenzo (Portugalete, 1964) sigue incrédulo el éxito interminable de Los asquerosos (200.000 ejemplares desde el 2018). «Todavía me pregunto qué está pasando con ese libro», dice con su voz de escalera helicoidal por la que subes despacio sin saber dónde vas a llegar. La popularidad no le pesa al escritor que «primero miró, luego observó, después filmó y ahora escribe»; la compensa viviendo en una aldea de Segovia «de 17 personas». ¿Son 23 o 17 habitantes?, que bailan las cifras que leo. «El año pasado murió uno y aquí con que se muera uno la demografía sufre un descalabro», me sitúa. «Aquí el censo se hace de memoria... Y a mí el otro día me salían 17. Pero es posible que en este momento se esté escapando uno que se creía que iba a ser muy feliz aquí y al que se le cae el mundo encima de soledad», piensa. ¿Uno de esos que se fueron al pueblo en plena pandemia idealizando, sin conocer el percal? «Por ejemplo... El campo está bien idealizarlo un poco; se idealiza también desde el campo la ciudad. Se idealiza todo todo el tiempo, ¡lo cual está muy bien! Idealizar es un impulso», considera este Valle-Inclán que en Tostonazo (en el top-ventas de las librerías independientes de España) nos lleva al callejón del apasionado cine de justo presupuesto, unos años atrás, a la misión imposible de producir una película pilotada por uno de esos tipos infames que suelen mandar en el cotarro en todas partes con el poderío ignorante de su mediocridad.

-Menos mal que idealizamos... 

-Claro. Me acuerdo cuando idealicé Madrid, hizo hace unos días 37 años. Y aparecí en Madrid y me tiré 27 años. 

-¿Esos 27 años fuiste desidealizando la ciudad día a día?

-Sobreidealizando y metaidealizando lo que es levantarse cada mañana. 27 años de frustración y sorpresas, de todo tipo de sucesos. Lo que sé es que me tiré 27 años tan contento, tan feliz.

-Seguías abrazado a la esperanza...

-Sí, y muchas veces tus expectativas quedan altísimamente rebasadas. Me pasaba de todo. Recuerdo el día que me di cuenta de que había creado mi propio puesto de trabajo, pensé: «Esto solo puede pasar en Madrid». Probablemente, sin un prólogo de idealización, aquello no habría ocurrido nunca. Idealizar es una cosa y ser incauto es otra. 

-Tu mirada es socarrona e hiriente, pero también indulgente al final, ¿no?

-Es que a mí me ha solido pasar que las cosas me han acabado yendo bien. No me requiere un esfuerzo hacer finales felices, porque son cosas que he visto. Las cosas han tendido a salirme mejor de lo que pensaba.

-Sixto, el antagonista de «Tostonazo», es un tostonazo insufrible. En todas partes identificamos un Sixto, al trepas odioso que se siente imprescindible. En la novela lo describes con gracia tipográfica, como un listo en cursiva y un bobo en negrita. Quizá todos somos en el fondo un poco Sixto...

-Claro,  yo lo he sido.

-Esos perfiles humanos caricaturescos los hay no solo en el cine, sino en todas partes.

-Sí. Haberse puesto hablar de cine en Tostonazo habría sido un grandísimo error, como lo habría sido hacer una gran descripción de Ávila, ¡porque no estamos ni en cine ni en Ávila! Estamos en cualquier oficio y en cualquier ciudad media. Pero estoy esperando que alguien del cine diga: «Oye, que aquí no explicas esto». No, no hay que explicar nada. Tostonazo no va sobre el cine. Yo hice una novela, Los millones, que va sobre un tío del Grapo, pues ahí no hay documentación del Grapo. Yo no me documento nunca.

-Te documenta tu experiencia y la observación...

-Hombre, en Tostonazo yo tenía la documentación hecha, pero, en realidad, procuré no hablar de cine, y me atrevo a decir que incluso hay algún dato incierto. No falso, sino incierto. Me consta que esto que cuento ocurre en todos los oficios y en todos los bares. Y en todos los ocios. Y en todos los todos. En infinidad de familias...

-Ocurre allí donde hay un grupo...

-Un grupo de dos.

-Esa convivencia será diferente cuando hay muy poca gente, en lugares pequeños donde no puedes huir de nadie, ni de ti mismo.

-Me estás diciendo esto y me doy cuenta de que he sido Sixto infinidad de veces. En tu vida de pareja, y te da una vergüenza...

-También somos (el sensible e indefenso) Tiedra. Y (el infernal) Pacomio ¡ojalá no tanto!...

-Tiedra he sido muchas veces. ¡Y Pacomio espero que no! Pero creo que también en ocasiones he sido Pacomio.

-Pacomio pero desde otra postura ideológica...

-Sí, en vez de en el catolicismo radical, en el ateísmo radical.

-Hay una crítica a cierto partido político o a varios.

-Eso me lo guardo, que está en la última página. Quiero creer que uno se sorprenderá al llegar a la última página. Yo llevo muy mal a la gente que llega a unos niveles de contradicción intolerables; a la gente que se declara católica y no va a misa, por ejemplo. Eso no lo puedo entender. Ir a misa está bien no creyendo en Dios, imagínate si encima crees... Un 15 % de españoles van a misa una vez por semana, y, sin embargo, un 60 % de españoles se declaran católicos; esa masa de inconsecuentes no la entiendo. La cuota para ser católico es asistir media hora a la semana a unos templos que son patrimonio mundial, obras de arte, con música, con olor a incienso, donde puedes ligar incluso... 

-¿Será que no tenemos ya ni idea de qué es la libertad? Creemos que somos libres porque no vamos a misa aunque seamos creyentes.

-Es una gozada asumir libremente tus propias deslibertades, como obligarte ir a misa el domingo porque eres católico. Hay formas de llegar a la libertad desde la deslibertad.

-Como dices en la novela, sucede que la contradicción tiene buena prensa.

-Hay una canción de Miguel Ríos que dice [canta]: «Tan humana como la contradicción»... Pero la contradicción hasta cierto punto. No puedes decir que eres un patriota si no tienes ni idea de quién era Buñuel o Goya. 

-Hablas de los «nacionalismos periféricos», una pulla al central.

 -Yo vivo en la mesetaza, y había esa idea de que podía desgajarse Extremadura y pasarse a la Corona de Portugal. ¡Imagínate que Extremadura pasa a ser parte de la República Portuguesa! Que no se le contara nunca a estos tíos que están todo el día «mi país es una unidad» y que un día a los diez años se les dijera: «¿Sabes que Extremadura no es nuestra?». ¿Cómo? De hecho, hasta 1640 Portugal es como si dijéramos, entre comillas, nuestro. Tiene que haber gente que esté diciendo: «¡Me cago en 1640!». ¿Por qué no nos dolemos del hecho de que Argentina ya no sea nuestra... o Cuba? Yo todas las mañanas me levanto diciendo: «¡Por favor, la Perla del Caribe!, la perla que perdimos...».

-En esta novela nos llevas de vuelta, sin aires de nostalgia, a los años del ascensor social, a aquellos 90 en que unos padres humildes podían meter al hijo en un colegio en el que codearse con los alevines de las clases dirigentes. ¿En tu caso no les funcionó?

-No, en la novela le funciona al personaje, pero a los padres no les funcionó. La novela ni se acuerda de ellos... Yo creo que el padre de Tostonazo y el de Los asquerosos son hermanos. Yo creo, pero no lo pone nunca... No tuvieron suerte con los padres ni los padres con ellos dos como hijos. La primera frase de Tostonazo está plagiada de la primera frase de Los asquerosos, que es decir dónde estamos y cuándo. Me parece una declaración de principios a la hora de narrar.

-¿Hay mucho de ti en «Tostonazo»? Cuéntame algo real de esa película, «Corolenda».

-Tiene que ver con cosas que uno ha visto y que no necesariamente le han pasado. Cuando a una película que está realizando un grupo humano se le empieza a poner un apodo es que ese grupo está enamorado de este proyecto. Eso lo he visto yo en ocasiones: cómo un grupo humano ama un proyecto y, de repente, ese proyecto es torpedeado por la necedad de un piernas que está ahí metido no se sabe por qué. Esto puede pasar en cualquier oficio, insisto. Esas sixteces que cuento se hacían en la fase del guion, sin llegar a rodar. Era chunguísimo, volvías a casa loco porque no sabías qué estabas haciendo. Pillé un momento del cine en que se estaban pretendiendo copiar formas de hacer de los estudios de Hollywood y una era ocuparse del guion. Y eso está muy bien, pero había mucha gente que lo hacía muy mal. Había mucha gente en productoras revisando guiones sin tener ni idea, así como, sin embargo, hay personas que lo hacían muy bien. Te voy a dar dos nombres: Daniel Torres y Ana Sanz Magallón. Pero había en ese gremio cada zopenco... Yo me largué porque era indignante. Te pones a ver que hay gente queriendo mejorar historias... y la historia buena ¡es él queriendo mejorarla! De ahí es de donde sale Tostonazo

-Debes de estar agradecido a los asquerosos y los tostonazos de la vida. Sin ellos no habría inspiración para estas novelas. Tu lenguaje es peculiar pero ellos son la materia prima.

-Sí. Los asquerosos también está cogido de varias células humanas que hay por aquí. Te dan ganas de decirles «gracias». Escribir es la forma de blanquear tus problemas; todo se usa, lo bueno porque bueno y lo malo porque malo. Me ha parecido muy jugoso encontrarme a gente cuyo comportamiento es grotescamente deplorable. 

-¿Cómo lo llevas como escritor, has visto mucho ego desatado en el mundo literario?

-Yo no me lo he encontrado en absoluto. Cuando voy a Barcelona o a Madrid y me junto con gente que se dedica a lo mismo que yo, solo conozco gente de gran mérito, fantástica, lo cual me escama mucho, porque se supone que es un mundo de navajazos. Si me he encontrado con alguien chungo, se me ha olvidado su cara. Ayer [por el 17 de octubre] murió un hombre que se llamaba Rodrigo Córdoba, editor sobre todo de poesía, murió porque se cayó de un andamio, porque pagaba sus ediciones trabajando en obras. En los libros, yo solo me he encontrado gente ayudando unos a otros. Es verdad que no he conocido, yo qué sé, a Rubén Darío... Creo que debía de ser insoportable. En Luces de Bohemia, Valle lo pone bastante pelmazo.

-Ya eres un clásico de Blackie Books.

-Esos tíos, a efectos personales, son el recopetín. Es normal que les vaya tan bien.

-¿Qué lees hoy?

-Un ensayo sobre castillos españoles, Castillos y murallas, de Miguel Sobrino. Tiene otro libro sobre catedrales de 800 páginas, cuando Miguel  y yo nos conocimos, yo lo estaba leyendo por tercera vez. Estoy leyendo también un maravilloso ensayo de Eduardo Bravo que se titula AAA, que trata sobre el peronismo. Eduardo Bravo es imprescindible. Y estoy leyendo El árbol de los sueños, de Gustavo Martín Garzo. Y, si conoces a Gustavo, es un tío tan fenomenal. Es todo lo contrario a lo que sería un Alejandro Dumas hijo, que está a ver si apuñala al Flaubert... Todo lo contrario. Le gana Gustavo a Rubén Darío, 2-1 le gana.

-¿La literarura periférica es la que está hoy en el centro?

 -¿Qué es periférica?

-¿No tienes la impresión de escribir desde los márgenes?

 -No. La editorial en la que escribo no está en ninguno de los grandes grupos. Me gusta estar en un proyecto de verdad independiente. Me gusta estar en los márgenes industriales, pero no sé si en los márgenes creativos estoy o no estoy. A veces me gusta pensar que estoy en un sitio en el que la independencia es verdad, ¿no sabes?, no un marchamo comercial. 

-Te he leído decir que te mudarías a un pueblo aún más pequeño. ¿Es así?

 -Así es. En realidad, estoy en ello. ¿Me voy a ir otra vez a una ciudad? No, voy a seguir viviendo en el campo. Estoy en ese proyecto de mudanza y, en efecto, el pueblo es más pequeño. 

-¿Qué es lo bueno y qué lo malo de vivir en el campo? ¿Muy hostil el invierno?

 -El frío es tan vivificante. Yo no sé conducir... Entonces, es un poco jugarse la vida en un sitio apartado si no sabes conducir. Incluso cuando la pandemia no me morí de hambre. Me las arreglé. ¿Lo malo? No le veo nada malo. El campo todo el tiempo te pone en tu sitio. Y Galicia creo ya que es el paraíso para vivir aislado. Se me cae la baba viendo El Idealista, viendo sitios de Galicia y Asturias. Tengo una gran amiga en Betanzos, pero yo soy malísimo para viajar. Llevo mal lo de ir en tren y como no sé conducir... Estuve dos veranos en Coruña visitando a mi hermana. Pero no he estado ni en Vigo ni en Ourense. Me da morbo lo de Pontevedra, porque me llama mucho la atención lo de la peatonalización. He viajado muy poco. Nunca he presentado un libro en Coruña, ni en Lugo, ni en Santiago. Me dijeron para ir a la Feria de la Fráncfort de este año y ¡que no, que no! Soy malo para viajar: Luego si llego al sitio soy feliz, solo amargado por los nubarrones de que va a haber que hacer la vuelta. Nunca el viaje es tan chungo como me lo imaginaba. 

Me dice que las comunicaciones en su aldea son malas, es esa la preocupación con la que empieza este diálogo, una preocupación que vuelve cuando me quedo callada en vez de interrumpir. En lugares más grandes que su aldea también van mal las comunicaciones, pero no por el wifi... Wifi hay siempre.

 -¿Realmente nos relacionamos?

-Tengo la impresión de que el volumen de relación con los demás siempre tiene un nivel de autorregulación muy exacto. Porque hay muchas veces que te viene un pelmazo y piensas: «¿Pero no te has dado cuenta de que no te estoy haciendo ni puto caso?». Él no está autorregulándose...

 -Hay gente que no puede estar consigo, tienes que aguantarla tú.

-Esos sí que tienen ego, y no los escritores. La desventaja de su ego es que te dan unos coñazos de la hostia. Y la ventaja es que, si les dices «¡adiós!», no pueden entender que te estás yendo porque te están abrasando. Entienden que te vas por cualquier otro motivo...

-¿No se hacen cargo de lo tostonazos que son?

-Exactamente. Al tostonazo le puedes decir «adiós» que oye la frase y no pasa nada. 

-¿Entonces si una piensa: «Pero este por qué se va, por qué me dice adiós», ya no es una tostonazo?

-Ahí, ahí está esa ecuación buena, ese silogismo, el autoexamen... Te queda el consuelo de que pesado no eres.