Theodor Kallifatides: «La gente tiene que superar la morriña, ha de vivir con ella»

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Kallifatides, retratado en A Coruña durante su participación en unas charlas literarias
Kallifatides, retratado en A Coruña durante su participación en unas charlas literarias Marcos Míguez

La fama en nuestro país le llegó superados los 80 años; Kallifatides regresa a su juventud en una novela con inspiración gallega para su título, Amor y morriña: «No tenía la palabra, hasta que la descubrí, morriña me pareció perfecta»

19 nov 2022 . Actualizado a las 09:10 h.

Rondaba los 80 años cuando Theodor Kallifatides (Molaoi , Grecia, 1938) tuvo una catarsis similar a la del protagonista de su último libro, Amor y morriña (Galaxia Gutenberg, 2022), su regreso a la novela testimonial. Después de decenios escribiendo en sueco, en un viaje a su país de origen decidió recuperar su lengua natal como idioma literario. El resultado fue Otra vida por vivir, editada en España en el 2019 también con el sello catalán.

Desde entonces, y por sorpresa, el autor ha alcanzado una popularidad que se ha ido afianzando con títulos como El asedio de Troya, El pasado no es un sueño, Madres e hijos y, el último, y favorito de Kallifatides, Timandra. Aquel joven que emigró a Suecia con 25 años en 1964 en busca de trabajo y futuro y que acabó estudiando y dando clases en la universidad se llama Christo en esta novela autobiográfica sobre el amor y la nostalgia por su país. Su condición de extranjero es el gran tema de sus obras, donde nunca faltan ni los refranes que escuchaba a sus abuelos ni las enseñanzas de los clásicos. Llegados a este punto, Kallifatides, que este año estuvo por primera vez en Galicia, en A Coruña, hace dos confesiones. Está aprendiendo castellano y, como le sucedió a Temístocles, lanzó una piedra negra detrás de él cuando partió de Atenas. Theodor ha superado la morriña, lo que no significa que el dolor desaparezca.

—¿Por qué Suecia?

—Suecia era el único país en ese momento que aceptaba trabajadores inmigrantes. Así que no fue una elección, todos los condados mediterráneos tenían una gran emigración. Italianos, españoles, griegos partieron buscando una vida allí.

—¿Un emigrante está condenado a sentirse siempre en tierra de nadie?

—No, por supuesto que no tienes siempre esa sensación, pero es muy habitual. La he visto por todas partes en Europa, en diferentes países y contextos, por eso muchos escritores han escrito sobre ello.

­—¿Se puede superar la morriña, dejar atrás el sentimiento de culpa?

—Claro que aún tengo el corazón partido. Pero también soy muy viejo y las cosas se ven diferentes de cuando llegué a ahora, que has construido tu familia y estás rodeado de nietos, como es mi caso. La gente tiene que superar la morriña, es decir, tiene que vivir con ella. Eso es lo que hago. Esa herida está ahí, es parte de mi vida.

—Después de tantos años en el país escandinavo, ¿cómo se siente?

—Ahora sueño principalmente en sueco. Y la mayor parte del tiempo actúo como sueco, pero, en el fondo, soy griego y lo seguiré siendo.

—En Galicia, como en Grecia, la emigración es un fenómeno constante desde hace dos siglos.

—Por eso me siento tan a gusto en Galicia. Y, aunque creo no haber conocido a ningún gallego en Suecia, sí conozco un poco la historia y la enorme emigración que tuvo y tiene su país.

­—El título de su libro en castellano tiene una palabra gallega: «morriña».

—He escrito un artículo sobre ese tema: A la caza de la palabra adecuada. Como cuento en él, necesitaba una palabra «que concentrara el dolor de estar lejos de tu suelo, de tu lugar de nacimiento, donde experimentaste la tierra y la lluvia, el sol y la sombra, la luz y la oscuridad de este mundo, la sonrisa de tu madre y los momentos de silencio de tu padre inmigrante cuando recordaba su pequeño pueblo cerca del mar Negro». No había una palabra en sueco ni en griego. La nostalgia es demasiado general. Un día, mientras leía la traducción de Neila García de El asedio de Troya, me encontré con la palabra morriña. La busqué. Era lo que buscaba. El dolor de estar lejos de tu país. Vi que era de origen gallego. Me pareció perfecta.

­—Christo se enamora irremediablemente de una joven sueca, Rania, que está casada. ¿Hasta para enamorarse es una complicación ser emigrante?

—Sí puede serlo, pero no necesariamente. He conocido personas que tenían miedo de enamorarse, simplemente, porque sentían que no tenían nada que dar.

—¿Encontró a una Rania en Estocolmo?

—Rania, Carolina von H, Thanasis. Sí, por supuesto que he conocido a las personas sobre las que escribo.

—¿Por qué quiso volver a su juventud?

—Es una buena pregunta: ¿por qué se escribe un libro? No sé. Supongo que todo tiene su tiempo. Escribo los libros de la forma en que vienen a mí y cuando vienen a mí.

—Desde Troya a Auschwitz. ¿Qué lleva a un ser humano a ver a su prójimo como ganado?

—Esa es una de las preguntas más difíciles. No sé. Simplemente no sabemos por qué Caín mató a Abel. Pero, por supuesto, a lo largo de la historia existen circunstancias que se repiten, como la guerra o el fanatismo de los nazis. Hacen que las personas cometan crímenes atroces porque piensan que es lo correcto.

—«Si tienes paciencia hoy, todo irá mejor». Es una cita de Teócrito que recuerda en la novela. ¿La aplicó usted?

—Bueno, trato de hundir mi lengua en mi mente antes de hablar. Fue lo que me enseñó mi sabia abuela cuando era pequeño en Grecia. He estado en muchas circunstancias difíciles, pero no me rendí. Siempre supe que mañana sería otro día.

—¿Los griegos nunca se dan por vencidos, como le dijo la abuela a Thanasis?

—No, los griegos no nos sentamos y esperamos a morir.