Amélie Nothomb resucita al padre en su obra más emotiva

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Amélie Nothomb, galardonada con el Premio Renaudot en el 2021, da voz a su padre en «Primera sangre», que presentó el día 1 en Barcelona.
Amélie Nothomb, galardonada con el Premio Renaudot en el 2021, da voz a su padre en «Primera sangre», que presentó el día 1 en Barcelona. Lorena Sopêna | EUROPAPRESS

La «enfant terrible» de las letras belgas se hace con el premio Renaudot con una novela íntima en constante diálogo con su padre

03 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

«Papá tenemos el premio», así festejó Amelie Nothomb el premio Renaudot que logró por su ultima novela, Primera sangre. Una obra que escribió en un constante diálogo mental con su padre, que falleció en el primer día del confinamiento por el coronavirus. «Yo aguantaba el bolígrafo, pero es su voz la que se oye», explicó. De hecho, es él el que nos cuenta en primera persona algunos de los momentos más significativos de su vida. Y lo hace con una prosa emocionada en la que su hija nos muestra un corazón rendido a un padre valiente y sensible.

 Un canto a la vida que arranca así: «Me llevan al pelotón de fusilamiento». Y su toque a Cien años de soledad hace que el corazón nos dé un vuelco. Nothomb ya nos ha ganado. La historia empieza en 1964, con Patrick Nothomb, un joven cónsul belga y futuro padre de Amélie, frente a un pelotón de fusilamiento en el Congo después de haber sido secuestrado por los rebeldes junto a otros 2.000 occidentales. En este reto por la supervivencia nuestro protagonista, como Scherezade, utilizará el poder de la palabra para enfrentarse a su destino. «Aprendí a convertirme en un ventilador de palabras. Era el nuevo Scherezade: de mi aptitud por hablar dependía la vida de mis compatriotas».

Enseguida retrocedemos en los años para conocer al Patrick niño. Un pequeño casi huérfano que, pese a provenir de un entorno privilegiado, padece hambre y frío, y también el cruel rechazo de su madre. Su familia paterna lo acogerá por temporadas en un castillo helado que lo fascina y aterroriza por igual. Es en este momento Oliver Twist, que comparte con un batallón de pequeños salvajes (sus tíos) que pelean por los restos de la comida, en el que Amélie aprovecha para deslizar el contraste que a los ojos del niño habrá entre la fatuidad del abuelo noble, un infumable poeta que cree escribir para la posteridad, y el hallazgo de los poemas de Rimbaud que dan un nuevo sentido a su vida. «La poesía me reveló su poder: asociar ese curso de agua con el charco de Rimbaud lo volvió mágico para mí. Resolví que, sumergiendo mi cabeza en él, encontraría a mi padre».

Luego vendrá la juventud, los estudios y el amor. Un enamoramiento lleno de engaños inocentes que hacen un guiño a Cyrano de Bergerac: dos jóvenes escribiendo cartas para dos hermanos mayores más tímidos. «Escribo en lugar de Françoise por la misma razón por la que tú escribes en lugar de Henri. Los dos están realmente enamorados, pero les falta confianza en sí mismos».

El matrimonio, los hijos y el destino en el Congo cierran el círculo de esta historia en la que la enfant terrible de las letras belgas abandona su pose de frivolidad para ofrecernos su novela más íntima. Una historia que brota de su corazón y que se nos hace muy corta, casi más corta que esta crítica. Solo nos queda esperar su próxima obra. Y promete. «Después de los padres y los hijos, ¿qué viene?», ha dicho Nothomb. Respondemos: el espíritu santo.