Los grandes amores de Redford

FUGAS

Los intérpretes Robert Redford y Jane Fonda compartieron amistad durante muchas décadas.
Los intérpretes Robert Redford y Jane Fonda compartieron amistad durante muchas décadas.

Más allá del matrimonio, algunas de sus relaciones más importantes se forjaron en un rodaje. O en varios

19 sep 2025 . Actualizado a las 08:49 h.

Por muchos romances que le atribuyeran a lo largo de su vida, Redford era un tipo discreto. Se casó dos veces y mantuvo un largo noviazgo con la actriz Sonia Braga. A la maquinaria de Hollywood, tan dada a fabricar chismes, le encantaba emparejarlo con sus compañeras de reparto. Pero el amor no solo es romántico, y algunas de sus relaciones más sólidas y significativas las vivió públicamente en un set de rodaje.

Pensar en Redford es pensar en Paul Newman, a pesar de que en sus larguísimas carreras solo rodaron dos películas juntos. Pero si esas dos cintas son Dos hombres y un destino y El golpe, ¿no es motivo más que suficiente como para imaginar que desde el pasado martes están lanzándose a algún río juntos, estafando a algún mafioso o simplemente compartiendo sus desarmantes sonrisas? Compartían su pasión por el trabajo, vidas familiares sólidas. Y fue precisamente la mujer de Newman, Joanne Woodward, la que recomendó a Redford para el papel de Sundance Kid. Newman peleó por él, y Redford siempre agradeció el apoyo de un actor que ya era una estrella. Los dos compartían, además, la necesidad de que los tomaran en serio como actores de peso, y no solo como las evidentes bellezas que eran. Repetirían con el mismo director, George Roy Hill, en El golpe. «Haciendo de amigos nos hicimos amigos», decía Redford tras la muerte de Newman. Observen la fotografía de abajo. Qué más se le puede pedir al cine.

Robert Redford y Paul Newman en el rodaje de «Dos hombres y un destino».
Robert Redford y Paul Newman en el rodaje de «Dos hombres y un destino».

Si Newman le dio el empujón que necesitaba para ser una estrella, otro de sus grandes amigos acabaría de pavimentar su carrera: Sidney Pollack lo dirigió siete veces. Podríamos prescindir de dos, tal vez, pero qué haríamos sin Jeremiah Johnson, Tal como éramos, Los tres días del cóndor y Memorias de África. Su trabajo juntos ha dejado escenas que son patrimonio de la humanidad: Barbra Streisand apartando su flequillo rubio en Tal como éramos, las llamas que queman la cabaña de su familia reflejadas en el rostro de Jeremiah Johnson, el funcionario de la CIA, alias Cóndor, encerrado en la cabina de teléfono antes de echar a correr, desesperado, el aventurero solitario escuchando fascinado los cuentos de Meryl Streep en su granja en África..., todo eso fue Redford para Pollack, a quien había conocido rodando una película en la que ambos trabajaban, al principio de sus carreras, como actores. Y luego lo fichó para su segunda película como director, Propiedad condenada, una adaptación de Tennessee Williams con guion, entre otros, de Coppola. Con Natalie Wood enfrente, aquella película marcó el ritmo de su relación y del cine que a ambos les gustaba. Con El jinete eléctrico, junto a Jane Fonda, cerraron los 60. Y con la mucho menos interesante Habana (1990) dejaron de trabajar juntos, que no de ser amigos. Cuando Pollack murió, Redford reconoció que, con el tiempo, el director había apostado por una vía más comercial que él no compartía.

El director Sidney Pollack da indicaciones a Redford durante un rodaje.
El director Sidney Pollack da indicaciones a Redford durante un rodaje.

De sus tres grandes amores- amigos, solo sobrevive Jane Fonda, que esta semana reaccionaba sin parar de llorar, recordando lo mucho que Bob significaba para ella. «Representaba una América por la que debemos seguir luchando», decía Fonda, que de esta forma recordaba los valores que compartía con Refdord, más allá del trabajo. Rodaron cuatro películas juntos, aunque ya habían coincidido unos años antes mientras él solo era un extra. Fue en La jauría humana (Arthur Penn, 1966) la primera vez que quedó clara la fuerza que tenían como pareja, aunque su primer gran éxito juntos vino al año siguiente con Descalzos por el parque. La comedia de Gene Sacks confirmó que eran los más estilosos, y que no podían evitar esa química tan especial. Tenía que ser con ella su última película, Nosotros en la noche, en la que lo que menos importa es si pasará o no a la historia del cine: lo que importa es lo inteligentes que son ambos con sus arrugas, sus cicatrices... y cómo se siguen mirando cincuenta años después, como demostraron no solo en pantalla sino en el Festival de Venecia, aquel mismo año, recibiendo ambos un León de oro a toda su carrera, riéndose de la edad y con la emoción en sus fascinantes miradas.