Pocas ficciones acaban satisfactoriamente para los espectadores. Los grandes «The end» pasan a la historia, los desastrosos, también
30 nov 2025 . Actualizado a las 13:57 h.Expectativas, hype, ilusiones, teorías... Todo esto es lo que suele acompañar al estreno de la última temporada de una serie. Ojo, llegar al final no siempre es fácil. Varios creadores han visto cómo sus proyectos fueron cancelados antes de poder plantear un final a su historia, algunos tan prestigiosos como David Fincher, al que Netflix canceló su Mindhunter tras el estreno de la segunda temporada, a pesar de la buena acogida por la crítica y el público. Los que sí consiguen llegar a esta conclusión tienen mucho en juego. La historia les juzgará en base a cómo terminan el relato, todo lo anterior no importa, y un ejemplo perfecto es Perdidos (2004-2010). Antes de diseccionar estos finales, aviso, este artículo contiene spoilers, así que si estás en pleno visionado de algunas de las series mencionadas, abstente de continuar leyendo. Dicho esto, comenzamos.
El drama de los pasajeros del estrellado vuelo 815 de Oceanic Airlines empezó a perder el rumbo (nótese el recochineo) en una cuarta temporada en la que J. J. Abrams comenzó a abrazar cada vez más la ciencia ficción y en la que la coherencia y la cohesión fueron perdiendo protagonismo. Aun con sus disparates, Perdidos seguía siendo lo suficientemente entretenida, pero se podía entrever que el desenlace tenía mala pinta, lo que acabó siendo una realidad. El encuentro de los personajes en esa especie de limbo, en el que todos tienen su final feliz después de sufrir una ristra de desgracias en la isla, dejó a la audiencia boquiabierta y con un cabreo considerable, aunque hay un pequeño grupo de espectadores que lo defienden a capa y espada. Un destino similar sufrió la coronada por muchos como mejor serie de la historia, Juego de tronos (2011-2019), al menos hasta su última temporada. Episodio tras episodio, los millones de fanáticos de la adaptación de la obra de George R. R. Martin veían con estupefacción cómo se iban solucionando las tramas principales, cada una de forma más ilógica que la anterior. El primer golpe llegó con la anticlimática muerte del Rey de la Noche, en un tercer episodio en el que los espectadores, en vez de disfrutar de la esperadísima batalla ante el que prometía ser el villano definitivo, se quejaron de que esta se resolvió de forma acelerada y de la escasa visibilidad ocasionada por el estilo de fotografía por el que se optó para rodar. La decepción definitiva llegaría con la casi instantánea caída a la locura de Daenerys y con la conclusión de su arco de personaje. No solo el suyo, el destino de muchos otros protagonistas enfureció tanto a los espectadores, que se recogieron más de un millón y medio de firmas en la plataforma Change.org para que se rehiciese la última temporada, petición que HBO desestimó.
En la otra cara de la moneda, están aquellas series que ofrecieron un final que colmó los deseos de sus seguidores. El ejemplo por excelencia de este siglo es Breaking Bad (2008-2013). Ozymandias y Felina, antepenúltimo y último episodio respectivamente, son considerados dos de los mejores capítulos de la historia de la televisión. La caída del imperio metanfetamínico de Walter White parecía insuperable, pero Vince Gilligan, creador de la obra, regresó tres años después con Better call saul (2015-2022), el spin-off sobre el poco convencional abogado de Walter en Breaking Bad, Saul Goodman, y logró un trabajo igual de contundente que el original. Una serie, que, al igual que su predecesora, va in crescendo con el paso de los capítulos y cuyo colofón es más que excepcional. La sexta y última temporada es una de las piezas de televisión más brillantes que se han emitido jamás y el final perfecto para este universo televisivo. Otra proyecto que supo cumplir con las expectativas fue Hijos de la anarquía (2008-2014). La historia del club de moteros SAMCRO (Sons of Anarchy Motorcycle Club), creada por Kurt Sutter, fue un producto algo irregular en su conjunto. Lo más normal, es que exista una progresión, sea negativa o positiva, en la calidad de las tramas, pero en el drama criminal protagonizado por Charlie Hunmam, esto no fue tan así, al menos para un servidor. Siempre me resultó curioso que la temporada más floja —la tercera, en la que el club viaja obligado a Irlanda por el secuestro del hijo del protagonista, Jax Teller— preceda a la que es para mí la más redonda, la cuarta, en la que Jax se hace con la presidencia de SAMCRO en una escena final gloriosa con The house of the rising sun sonando de fondo. Por su parte, la séptima y última temporada intercala buenos y malos capítulos y se queda lejos de la brillantez de la cuarta, pero sus dos últimos episodios son un ejemplo de cómo completar el viaje redentor de un protagonista atormentado por su pasado.
Por último, cabe mencionar también el final de Los soprano (1999-2007), que dividió como pocos a la audiencia. El corte a negro fue tan abrupto que dejó a mucha de la gente que lo presenció en directo pensando que su televisor o su servicio de cable había fallado. A raíz de esto se crearon dos bandos: los maravillados por la decisión y los que se sintieron estafados. También originó miles de debates y teorías en internet acerca de su significado, pero no hizo más que agrandar la leyenda de una de las ficciones más glorificadas de los últimos 30 años.