Un robo en una casa saca a la luz el cadáver de un hombre momificado

e. silveira / a. mahía A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

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El ladrón salió huyendo al ver el cuerpo del fallecido, de 90 años, en un piso de Cambre

18 jul 2017 . Actualizado a las 19:21 h.

La última vez que vieron a Miguel Valdueza fue en diciembre. Eran vísperas de Navidad y el hombre, viudo y de 90 años, marchaba a su pueblo natal en Castilla para vivir allí sus últimos días acompañado de su familia. Desde entonces, todos sus vecinos del número 6 de la calle Polígono, en Cambre, estaban convencidos de que allí seguía. Hasta que ayer, a eso de las seis de la tarde, alguien vio salir despavorido de su domicilio a un joven desaliñado. Aunque extrañado, en un principio no le dio importancia. Sí se la dio su vecino del tercero, que minutos después, al llegar del trabajo, se encontró con la puerta de Miguel reventada y abierta. Llamó a la Policía Local de Cambre y unos agentes se presentaron en el inmueble. Entraron y, al abrir la puerta del salón, se encontraron el cuerpo del hombre ya en proceso de momificación. El asunto pasó a manos de la policía judicial de la Guardia Civil y del Juzgado de Instrucción número 1 de A Coruña.

Miguel Valdueza vivió toda la vida en el tercero izquierda del número 6 de la calle Polígono, en el Temple (Cambre). Antes de jubilarse, trabajaba como secretario en la desaparecida empresa Cros, en Culleredo. Tenía un hijo, también vecino de Cambre y con el que tenía poco contacto. Enviudó hace muchos años y desde entonces vivía solo. «Pese a tener 90 años, se le veía bastante bien. Bajaba y subía las escaleras con normalidad y realizaba las tareas de casa sin ayuda», según una de sus vecinas. «Nadie podrá decir una mala palabra de él», contaba otra.

Mudanza

El pasado mes de diciembre parecía que abandonaba su piso de toda la vida para morir en su pueblo natal, una aldea de Castilla-León. Su familia lo vino a recoger y allá se fue. «Pero debió de haber regresado a las pocas semanas sin que nadie en el barrio ni en el edificio se enterase», sospecha su vecino. «Como si volviese solo para morir», interrumpe otro.

En marzo, cuando todos daban por bueno que Miguel estaba en Castilla, los vecinos del edificio comenzaron a sentir mal olor. Procedía de su vivienda. Llamaron a la autoridad y cuando esta se presentó, tras comprobar que la puerta estaba bien cerrada y suponer que el propietario se encontraba en su pueblo natal, tal y como le habían confiado los vecinos, achacaron el hedor a la existencia de alimentos podridos que pudiese haber dejado Miguel antes de mudarse.

«No era un olor insoportable, pero sí algo molesto, aunque solo duró unos días», recuerda uno de los residentes en el inmueble, donde continuaron convencidos de que Miguel se encontraba lejos. Pasados aquellos días de mal olor, no se volvió a notar nada. Tampoco ayer se notaba. Ni siquiera con la puerta abierta de par en par. Su cuerpo apareció en el salón y todas las puertas y ventanas del piso estaban cerradas.

Nadie acierta a adivinar cuándo se hubiese descubierto el cadáver si no hubiese aparecido el ladrón. «Era un hombre que no recibía apenas visitas y todo el mundo pensaba que se había mudado», destaca un residente. A eso de las seis de la tarde, un malandro que buscaba algo que robar en este edificio de tres plantas se presentó en la vivienda de Miguel y forzó la puerta. Entró y salió. Suponen fuentes de la investigación que el delincuente, al entrar en el salón y ver el cadáver, salió corriendo sin abrir ni un cajón. Ni siquiera hizo una llamada anónima a la Guardia Civil para contar lo que había visto. Fue el vecino del tercero derecha el que marcó el número de la Policía Local cuando, al regresar del trabajo, vio la puerta forzada y abierta. No se atrevió a entrar. Esperó a los agentes y fueron estos los que descubrieron el cuerpo sin vida de Miguel.

La noticia corrió por el barrio como la pólvora. Todo el mundo conocía al fallecido. «Fueron muchos años viviendo como vecinos y todos los días lo veíamos salir a pasear solo», recuerda una persona que lo conocía.

Un caso similar muy cercano

Esta muerte se conoce apenas 15 días después de la de una mujer de 56 años que apareció en las mismas circunstancias. Muerta y sola en su casa; si bien esta última llevaba cerca de siete años fallecida. Ocurrieron una muy cerca de la otra, en municipios vecinos. Entre la casa de Miguel, en Cambre, y la de Rosario, en Culleredo, hay alrededor de unos tres kilómetros.

En aquella ocasión, el cadáver se descubrió porque se había agotado el dinero en su cuenta y, por tanto, se dejó de pagar el alquiler del piso en el que vivía. 

«El caco bajaba las escaleras saltando peldaños de tres en tres»

Uno de los vecinos del número 6 de la calle Polígono subía por las escaleras cuando se cruzó con un joven que bajaba «las escaleras saltando los peldaños de tres en tres». El testigo luego supo el porqué de esa carrera desenfrenada, pues supone que «el pobre estaría desencajado después de encontrarse con un cadáver. Madre mía, ir a robar y encontrarse una persona muerta y, además, en avanzado estado de descomposición. El susto debió de haber sido grande y, claro, no le llegaban las escaleras para correr». Se trataba de una persona joven y desaliñada, de estatura y complexión normal. «Pasó tan rápido que no me dio tiempo a fijarme ni en su cara», recuerda. Fue visto también corriendo por la calle por los clientes de un bar de las inmediaciones.