El hombre que llevaba meses muerto en su casa rechazó la ayuda social

E. Silveira / A. Mahía CAMBRE / LA VOZ

GALICIA

Pablo Carballo / Senén Rouco

Vecinos del fallecido confirmaron que era huraño y, aunque no se valía por sí mismo, no quería que lo auxiliasen

19 jul 2017 . Actualizado a las 16:38 h.

Miguel Valdueza era viudo y no se relacionaba con su único hijo desde el año 90. Sus vecinos dicen que era un hombre «de convivencia difícil» y que, a pesar de que últimamente ya no se valía por sí mismo, rechazaba todo tipo de ayuda. De hecho, desde el Ayuntamiento de Cambre confirmaron ayer que tanto el departamento de Servicios Sociales como la familia intentaron ofrecerle asistencia, pero la rechazó. «Técnicos de este departamento fueron varias veces a su casa, pero no quiso abrir la puerta. Y si una persona tiene familia y todas sus facultades están bien el Ayuntamiento no puede hacer nada más», explicó el alcalde de Cambre, Óscar García Patiño.

Miguel Valdueza, que ya había cumplido los 90 años, vivía en el número 6 de la calle Polígono, en la localidad cambresa de O Temple. Su cadáver momificado apareció el pasado martes por pura casualidad, cuando un ladrón entró en el piso y dejó abierta la puerta al huir despavorido. Jesús, el vecino de al lado, relata que al ver la escena llamó enseguida a la Policía Local: «Entraron y ya vieron el cadáver tirado en el salón. Y ellos llamaron a la Guardia Civil». La noticia se conoció sobre las seis de la tarde y corrió como la pólvora por O Temple. Ayer sus convecinos no daban crédito al suceso y buscaban mil explicaciones «para que una persona tenga una muerte tan triste», como comentaba una residente en la misma calle. En este sentido, varias personas indicaron que en los últimos tiempos Miguel Valdueza ya no se valía por sí mismo: «Necesitaba un bastón para andar. Apenas salía ya a la calle. Se quedaba en la ventana y a todo el que pasaba por la calle le preguntaba la hora. Yo creo que ya había perdido un poco la cabeza y la noción del tiempo». Dicen también que era una persona «que no se metía con nadie», pero a la vez un tanto huraña y de difícil carácter. Quizás por ello no se hablaba con su único hijo, también residente en el municipio de Cambre. «Es que era muy desconfiado. No se dejaba ayudar, y eso que tenía una buena pensión, porque era jubilado de la Cros» (una empresa de fabricación de productos químicos para agricultura que había en el municipio vecino de Culleredo). Otra vecina corroboraba ayer: «Yo me ofrecí a ayudarlo por si necesitaba ir al médico alguna vez, pero no quería. Es difícil ayudar a una persona que no quiere».

Miguel Valdueza era natural de un pueblo de Zamora. Allí tenía familia y por ello no extrañó a nadie que el año pasado decidiese volver a sus orígenes. Los vecinos dicen que se fue en un coche con más personas y que nadie lo vio regresar: «Es que no supimos nada más de él. Todos pensábamos que estaba en Zamora o que habría muerto allá», explicaba ayer un vecino. La realidad es que Miguel regresó y la muerte le sorprendió cuando estaba en una pequeña salita de su casa, probablemente en el mes de diciembre. De hecho, estaba vestido con camisa y jersey, de forma coherente con la época del año. Y dado que los vecinos lo situaban en Zamora o bien enterrado en su tierra natal, nadie sospechó del mal olor que, en un momento dado, procedía de la vivienda. Pensaron que era por la comida que pudo haberse podrido en la cocina. Después, el mal olor desapareció. Y los vecinos se preguntan cuánto tiempo hubieran tardado en descubrir el cadáver si no hubiera entrada el ladrón.

El cuerpo no tiene signos de violencia y el ladrón que lo descubrió no fue aún detenido

Un robo fallido fue lo que permitió descubrir el cadáver momificado de Miguel Valdueza. La Guardia Civil confirmó que un ladrón entró en la vivienda del fallecido el pasado martes, posiblemente a primera hora de la tarde. Con una o dos patadas consiguió reventar la cerradura y acceder al piso. No le dio tiempo a revolver nada, ya que enseguida descubrió el cadáver y huyó despavorido. De hecho, algunos testigos lo vieron bajar las escaleras «de tres en tres» y correr calle abajo. El cadáver fue trasladado al Chuac para realizar el análisis forense y confirmar la identidad del cuerpo. Será el hijo quien se haga cargo de la inhumación.

EDUARDO PEREZ

Los forenses ya le practicaron la autopsia y, tal y como suponían, no se halló signo alguno de violencia. Fue una muerte natural. En cuanto al tiempo que llevaba fallecido, no se puede precisar, si bien han constatado que supera los cinco meses. Además, el hecho de que llevase ropa de abrigo hace suponer que era invierno. El juzgado que se hizo cargo del caso entregó ya el cuerpo del hombre a su hijo, que se encargará de los oficios fúnebres.

Sobre el ladrón, poco que decir, salvo que no se llevó absolutamente nada del domicilio. En el piso no había cajones revueltos. Todo estaba en orden. La Guardia Civil, que no encontró huellas, supone que el malandro entró en la vivienda, abrió la puerta del salón, donde se encontraba el cadáver, y al verlo salió corriendo del edificio sin mirar atrás. Fue visto por un vecino y por los clientes de un bar, a los que llamó la atención la prisa que llevaba. Luego ataron cabos y lo señalaron como el ladrón.

SANDRA ALONSO

En busca de un protocolo que pueda evitar muertes solitarias 

s. c.

«Necesitamos dun protocolo que evite estas situacións, porque van ser cada vez máis habituais». Lo dice Marta Capeáns, presidenta del Colexio de Traballadores Sociais de Galicia, que ya ha mantenido contactos con el conselleiro de Política Social, José Manuel Rey Varela, para comenzar el diseño de este protocolo. 

Cree Capeáns que debe ser un gran acuerdo social, porque no hay una sola forma de abordar el problema: «Non é tan doado como poida parecer a primeira vista -explica-, porque hai moita variedade de casos». Las dos últimas muertes de las que nadie sabía así lo indican: una mujer menor de 60 y un hombre de 90 años que al parecer no quería ayuda municipal. «Como fas para ter controlados dous casos así?», se pregunta la presidenta de los trabajadores sociales gallegos.

Para ella, hay que ampliar la red de apoyos: «Pode ser no centro de saúde, que detecten que esa persoa vive soa, ou na asociación de veciños, ou mesmo na comunidade de propietarios». Una vez que se sepa del caso, «non temos que impoñer a nosa presenza, pero si podemos informar dos servizos que hai á súa disposición». Cree que los gallegos somos algo reacios a dejar que entre gente en nuestras casas, y eso no facilita las ayudas: «A nosa casa é o noso feudo e, se non ten algunha incapacidade legal, ninguén lles pode obrigar». 

La mala prensa de Hollywood

«As películas fixéronnos moito mal -reconoce con humor Marta Capeáns-, porque hai xente que cre que se entramos na casa imos mandalos a unha residencia». Y a veces sí es necesario, porque esa persona no se vale por sí misma y es un peligro para ella y el resto, pero en muchas otras ocasiones «chega co programa Xantar na Casa, a visita diaria dun traballador [el máximo en los servicios públicos son dos horas al día] o poderíamos pensar na figura dunha persoa que chama cada quince días, ou pasa pola casa para ver que todo está ben, aínda que non se lle abra a porta».

Capeáns cree que, «tras un período de adaptación, porque á xente lle molestan os cambios», la ayuda siempre está bien vista. Especialmente entre hombres, porque «cando teñen certa idade van facéndose máis dependentes, e tamén están máis acostumados a que alguén lles faga as cousas da casa».

Lo que tiene claro el colegio es que la soledad es un hecho propio de nuestra época y hay que asumirlo. Capeáns reconoce que la falta de contacto también le afecta a ella: «Se non vexo a un veciño penso que se foi vivir cos fillos, e non vivo nunha cidade grande, vivo en Negreira». La emigración de los jóvenes y la longevidad creciente son, entiende, dos factores que deben tenerse en cuenta: «O que parece claro é que temos que facer algo».