María Emilia Casas, galardonada con el Premio Fernández Latorre

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

V Televisión

El jurado destaca que la jurista fue la primera mujer en presidir el Constitucional

18 oct 2018 . Actualizado a las 19:43 h.

La jurista monfortina María Emilia Casas Baamonde ha sido galardonada con el Premio Fernández Latorre en su 59.ª edición, en reconocimiento a su amplia trayectoria en el ámbito jurídico, en el que como mujer fue pionera en alcanzar la cátedra de Derecho del Trabajo y Seguridad Social del país y en presidir una institución de la talla del Tribunal Constitucional.

El acta de la reunión del jurado, que tuvo lugar el pasado 21 de junio, recoge que «el Patronato de la Fundación Santiago Rey Fernández-Latorre, constituido en jurado para fallar el LIX Premio Fernández Latorre, instituido en memoria del fundador de La Voz de Galicia, ha acordado conceder, por mayoría, el Premio Fernández Latorre en su edición del 2017, dotado con 10.000 euros, a María Emilia Casas Baamonde».

El jurado ha valorado especialmente que «la monfortina Emilia Casas fue la primera mujer catedrática de Derecho del Trabajo y Seguridad Social del país, que en 1998 accedió al Tribunal Constitucional siendo el miembro más joven ingresado en la historia de la institución y que en el 2004 fue la primera mujer en presidirlo. Al distinguirla, el jurado quiere subrayar también la decisiva importancia del Tribunal Constitucional en el desarrollo y consolidación de la democracia española».

Constituyeron el jurado las siguientes personas: Santiago Rey Fernández-Latorre, presidente de la Fundación; Roberto Blanco Valdés, vicepresidente; Lois Blanco Penas, José María Castellano Ríos, Salomé Fernández-San Julián Martínez, José Luis Vázquez Mariño y Luciano Vidán Martínez, patronos; José Francisco Sánchez Sánchez, patrono y director de la Fundación; José María Arias Mosquera, José Arnau Sierra, Sergio Cancelo Mallo, Manuel Jove Capellán, José Luis Meilán Gil, Manuel Sánchez Salorio y Roberto Tojeiro Rodríguez, patronos de honor; Xosé Luís Vilela Conde, director de La Voz de Galicia; y Manuel Areán Lalín, secretario.

La entrega del galardón Fernández Latorre a María Emilia Casas tendrá lugar el último trimestre de este año en el marco de una celebración que se desarrollará en las instalaciones de La Voz de Galicia.

En las últimas ediciones, el premio ha distinguido la trayectoria de personas e instituciones clave en el desarrollo de Galicia. Entre los galardonados más recientes se encuentran el periodista, escritor, traductor y guionista Miguel-Anxo Murado; el presidente de la Real Academia Española, Darío Villanueva; el profesor de Ciencias Políticas Xosé Luís Barreiro Rivas, y la editorial Galaxia.

BENITO ORDOÑEZ

 

«Dentro de la unidad de España, hay que replantear el Estado autonómico»

«No se ha llegado todavía a la igualdad real entre el hombre y la mujer, y no es una utopía alcanzarla»

La biografía de María Emilia Casas está marcada por su condición de precursora en el acceso de la mujer a cargos de la máxima relevancia jurídica, que ella considera todavía insuficiente.

-Primera catedrática de Derecho del Trabajo de España, miembro más joven en formar parte del Tribunal Constitucional y única mujer que lo ha presidido. ¿Tiene vocación de pionera?

-Ojalá. Eso significa juventud, querer estar al día, no retirarse de los progresos. Es un signo de inquietud que valoro mucho, pero me gustaría dejar de serlo como mujer, porque ser la primera mujer marca una anormalidad.

-¿Sigue discriminada la mujer en España y en el mundo del derecho en particular?

-No se ha llegado a la igualdad. Las discriminaciones más burdas se han corregido, pero en determinadas sentencias y en hechos se aprecia algo tan intolerable como la violencia contra la mujer, el feminicidio, que es algo inadmisible. La vulneración en la igualdad más elemental no se ha conseguido erradicar. En la judicatura, la mujer ha participado en la educación en número mayor que en todos los ámbitos, y en el mercado de trabajo va alcanzando puestos relevantes. Pero estando el género humano divido en dos sexos, uno sigue ocupando mucho más puestos que el otro. No hay igualdad real. Y no es una utopía luchar por alcanzarla.

-Los padres de la Constitución eran todos hombres. ¿Eso ha dejado huella en la Carta Magna?

-Hoy nos parece imposible e intolerable que fuera así. La sociedad en aquellos años no lo vio como una anormalidad tan grande. La del sexo es una discriminación que nos recorre de arriba abajo. Por ello las políticas tienen que ser transversales para actuar contra eso. Siendo un cambio importante la ley de paridad, que no lo es porque solo obliga a una presencia del 60 % y el 40 % en las listas, los datos reales dan algo más de un 30 % de mujeres en el Senado y un 40 % bajito en el Congreso. Queda un trecho por recorrer hasta llegar a la igualdad plena.

-El fallo del jurado destaca la importancia del Constitucional en la consolidación de la democracia.

-Solo puedo expresar agradecimiento a esa mención. Lo dijo el rey Juan Carlos en la sesión solemne de constitución del Tribunal Constitucional en 1980. Es el vértice del Estado de derecho. Ha hecho un enorme bien a la sociedad española. Ha constitucionalizado la vida política estableciendo límites al poder público. Pero también la vida privada de los ciudadanos, llevando a su vida los derechos fundamentales con sentencias ejemplares y novedosas, como que el juez que instruye no puede juzgar, o que un atestado policial no es prueba única.... Eso hoy nos pertenece a todos como nuestro patrimonio, pero se debe a una tarea importantísima del Constitucional.

-¿Hay que reformar la Constitución 40 años después?

-Reformar la Constitución es cumplirla. Una sociedad madura tiene que estar preparada para abordar esa reforma y para adaptar la Constitución a los tiempos.

-¿Esa reforma debería incluir un nuevo encaje para Cataluña en el Estado español?

-Hay que repensar los problemas que tiene España. La Constitución no es un asunto sagrado como las religiones de libro. En la cuestión territorial, hay que tener madurez para, dentro siempre de la unidad de España, replantearnos el funcionamiento del Estado autonómico. Mejorar el funcionamiento de un Estado descentralizado, dentro de la unidad de España. Pero no es solo la cuestión territorial. También la sucesión de la jefatura del Estado, que sigue priorizando al varón sobre la mujer. Y actualizar incluso los derechos fundamentales, adaptándolos a una realidad distinta. Una sociedad madura tiene que hacer un debate sereno sobre la reforma de su Constitución con el mismo consenso con el que se aprobó.

-¿Le corresponde al Tribunal Constitucional dar una solución al conflicto de Cataluña?

-Si es un conflicto judicializado por un procedimiento que al tribunal corresponda decidir, este nunca hará dejación de sus atribuciones y decidirá. Estará en su sitio y resolverá la parte del conflicto que le corresponda. En todo caso, el diálogo en el ámbito político es necesario y esto lo saben todos los tribunales constitucionales.

-¿La aplicación del artículo 155 implicaría necesariamente para usted la suspensión de la autonomía de Cataluña?

-Creo que es un artículo complejo, con más de una interpretación. No conduce a ese automatismo. Pero es un artículo que está en la Constitución. Es un texto completo. Será aplicable si necesita ser aplicado. Pero tiene capacidad de ser interpretado. Yo no me puedo colocar en la interpretación que haga el tribunal. No me quiero introducir en un terreno que no me corresponde.

-¿Es justa la imagen de politización que los ciudadanos tienen del Tribunal Constitucional?

-No desde dentro. Todos los magistrados con los que he compartido el ejercicio de la jurisdicción constitucional han sido absolutamente independientes. Y yo misma, desde luego. Doy fe de esa imparcialidad absoluta.

-¿Pero comparte usted por ejemplo el sistema de cuotas para elegir a los magistrados?

-La jurisdicción necesita estar legitimada democráticamente de ejercicio, y también de origen. Esa legitimidad de origen aparece empañada como consecuencia de los modos en los que se produce la renovación de los magistrados. La Constitución quiso, como decía Tomás y Valiente, que el consenso constitucional se renovase en la elección de los magistrados a propuesta del Congreso y el Senado, respetando el pluralismo y forzando una mayoría de tres quintos. Pero no mira hacia el reparto de cuotas entre partidos. Esas formas de renovación que aparecen con esos tintes, y que los medios destacan, llevan a esa imagen de politización indeseada. Y luego los magistrados tienen que renovar esa legitimidad en su ejercicio con ejemplaridad e independencia.

-Usted ha sido nombrada recientemente miembro del comité para el control de la financiación de los partidos y fundaciones europeas. ¿Es la mala regulación de la financiación de los partidos el origen de la corrupción política?

-A través de la financiación hay elementos de corrupción. Pero no es toda la corrupción. Desgraciadamente, hay casos de corrupción personal tremenda, donde el dinero, si podemos hablar así, no se lo ha llevado el partido, sino personas. Creo que es achicar un fenómeno que hay que combatir con todas las armas de la ley.

-Usted y su marido recibieron amenazas de ETA cuando vivieron y trabajaron en San Sebastián. ¿La democracia ha vencido definitivamente al terrorismo?

-Sí. Recuerdo momentos durísimos en San Sebastián, donde la sociedad estaba dominada por el miedo al terrorismo. Si moría un etarra, todo San Sebastián cerraba. Y si moría un miembro de las fuerzas de seguridad, nadie cerraba. No solo había extorsión y asesinatos, sino una sociedad atemorizada. El asesinato de Miguel Ángel Blanco significó un punto de inflexión que ya había comenzado con la muerte de Francisco Tomás y Valiente. Significó el levantamiento democrático contra ese terrorismo en España y en Ermua, que fue el centro de la crueldad. Un punto de inflexión. Allí empieza la victoria de los demócratas y la derrota de los terroristas. Estamos en el final.

«El gallego es esencialmente respetuoso y con un sentido común apabullante»

María Emilia Casas es una gallega de Monforte de Lemos muy vinculada a sus orígenes que mantiene un contacto permanente con su tierra, a la que asegura llevar siempre «en el corazón».

-¿Qué es Galicia para usted?

-Todo. Mi mundo. Mi formación. Mis recuerdos. Mi familia originaria. Mi padre y mi madre eran de Monforte de Lemos. Viví mucho en Galicia de niña. Desde Galicia me asomé al mundo. Tuve la suerte de pertenecer a una familia que me educó siempre en la necesidad del trabajo y en que no obstante ser mujer tenía que buscarme la vida por mí misma. Ser una profesional cualificada y solvente. Me ayudó mucho que el deseo de mi familia fuera el mío, y también que años después mi marido y mis hijos me apoyaran y me animaran siempre a volcarme plenamente en mi trabajo en el mundo de la judicatura.

-Tiene usted hasta una calle en Monforte de Lemos. ¿Reconforta sentirse reconocida en su tierra?

-Sí. Es algo impresionante. Son reconocimientos que se llevan en lo más profundo y es algo tan especial que es muy difícil trasladar con palabras la emoción. Se da además la circunstancia de que yo tengo una calle y mi abuelo materno tiene otra en Monforte de Lemos. En épocas difíciles y de gran tensión siempre encontré respeto en los monfortinos y en personas de toda Galicia.

-Usted alaba habitualmente el sentidiño gallego. ¿Como entiende esa expresión?

-Sin demérito para los nacidos en otras partes, el gallego es un ser esencialmente respetuoso, con un sentido común apabullante, nunca dado a alharacas o a poner su méritos o éxitos en contraposición de otros que no los tengan. Llevándolos no con ocultación, pero sí con humildad y con un sentido de la laboriosidad ejemplar. Y muy amante de su tierra. Un gallego nunca deja de ser gallego.

-Por la profesión de registrador de su padre ha vivido usted en muchos sitios distintos. ¿Le ha servido esa vida errante para conocer mejor a los españoles?

-Sí. Aunque siempre volvíamos a Galicia, me ha permitido conocer muy profundamente el país. Otros modos de vida y de entender la vida en los que influyen desde el clima hasta costumbres ancestrales que siempre he respetado. Pero que mi familia no incorporó a su modo de ser, porque seguíamos con nuestras costumbres gallegas, respetando siempre las ajenas. Conocer otros sitios solo genera beneficios y aprendizaje.