Un control policial rutinario en Marbella desencadenó la caída de Sito Miñanco

Serxio González Souto
SERXIO GONZÁLEZ VILAGARCÍA / LA VOZ

GALICIA

Juanjo Martín | EFE

La presencia del capo arousano en un automóvil puso en marcha la operación Mito

13 feb 2018 . Actualizado a las 18:03 h.

Cualquier proceso, hasta el más complejo e intrincado, tiene un principio que a menudo puede parecer poca cosa. Es el caso de la operación Mito, que ha devuelto a José Ramón Prado Bugallo a la vida entre rejas. Y, de paso, colocado el que probablemente sea el punto final a la prolongada carrera del capo arousano en el universo del tráfico de cocaína al máximo nivel. Fuentes de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) del Cuerpo Nacional de Policía, que puso en marcha las investigaciones en la Costa del Sol, confirmaron ayer que la caída de Sito Miñanco se originó en algo tan prosaico como un control rutinario de la Policía Local de Marbella. El cambadés fue identificado por los agentes municipales cuando viajaba en un automóvil, acompañado de un ciudadano búlgaro y de su propio capataz, Juan Antonio Fernández. Aquello ocurría hace exactamente dos años y colocó el foco de la atención de la Udyco sobre los movimientos del legendario narcotraficante.

Sito Miñanco pernoctaba de lunes a jueves en el centro de inserción social de Algeciras, donde trabajaba en un párking. Su tercer grado le permitía desplazamientos que los agentes comenzaron a controlar. Viajes a Madrid y a Barcelona. También a Galicia. Muchos de sus periplos tenían Marbella como destino. No porque Prado Bugallo quisiese trasladar su actividad al sur. De hecho, los investigadores insisten en que, aunque estaba apostando por el tráfico marítimo de contenedores para la introducción de cocaína en Europa, sobre todo a través de Holanda, lo suyo era la vieja escuela. Aire de mercante cruzando el Atlántico, planeadoras saliendo a su encuentro desde la ría de Arousa y el resto de los pasos que conllevan los alijos de toda la vida.

El estrépito del alijo de Holanda

Pero Sito vivía en Andalucía, al fin y al cabo, y en la Costa del Sol florece el asentamiento de poderosas mafias internacionales. De hecho, una de las operaciones más importantes que se le adjudican al cambadés consistía en la llegada de 616 kilogramos de polvo blanco a Holanda. Uno de sus destinatarios era Raymond van Rij, con el que Prado Bugallo habría negociado el asunto cara a cara en Marbella, ciudad en la que el holandés reside.

Los investigadores consideran que son los contactos en Colombia de Luis Enrique García Arango, el hombre que ejercía como verdadero lugarteniente de Sito Miñanco, los que quieren introducir el alijo en Europa. Su incautación puso en auténticos problemas a la organización que comandaba Prado Bugallo, puesto que los colombianos exigen que sean ellos, los gallegos, quienes paguen el material. Y eso en absoluto es frecuente. Lo normal es que quien efectúa el transporte se lleve un mayor o menor porcentaje de la mercancía, en ningún caso se negocia el pago del material que se pierde.

¿Cometió Sito Miñanco demasiados errores? «En este tipo de investigaciones, cuando sigues a gente que trabaja a este nivel, hay que comprender que necesitamos tiempo y efectivos. Sin poder disponer de ese tiempo y de setenta u ochenta compañeros, difícilmente podríamos haber conseguido su caída, porque esta gente es muy profesional y toma todo tipo de precauciones. Claro, todos cometemos errores, y tal vez en cuatro o cinco meses no sean los suficientes, pero cuando los sigues durante dos años, la probabilidad de que esos errores acaben produciéndose es más elevada. Es pura lógica», explican fuentes de la Udyco.

Nada mejor que una elocuente anécdota para comprenderlo. En el auto que envía a Miñanco a prisión, la jueza Carmen Lamela se hace eco de los 700.000 euros que su organización invirtió en sistemas de encriptado para sus teléfonos. «Tan bien iba la encriptación que las terminales no funcionaban, y acabaron llamando con móviles ruines». Así fue el reverso de la moneda.