7. A Frómista se llega entre flechas amarillas

GALICIA

IAGO GARCÍA / SENÉN ROUCO

Todas las flechas llevan a Santiago. De color amarillo, impregnan el recorrido y compiten con la vieira en cruces y desvíos

03 ago 2018 . Actualizado a las 21:07 h.

Una semana sobre el sillín. Estamos a 500 kilómetros de la plaza do Obradoiro. Más cerca de una meta que se nos recuerda en cada muro, en cada intersección, casi en cada calle de los pueblos que atravesamos. Aunque para el peregrino, nunca es suficiente. Quizás eso lo sabía bien Elías Valiña, párroco de O Cebreiro. Fue uno de los artífices de la reactivación del Camino de Santiago antes de fallecer en 1989. No solo con su tesis doctoral sobre él, que reconozco no haber leído; sino por impulsar la señalización del trazado francés, sin duda la obra más vista por miles de peregrinos cada año.

Hoy llegaremos a pedales a Frómista, una localidad en Palencia que cuenta con una joya románica de siglo XI: la iglesia de San Martín. A pedales porque una cima, el alto de Mostelares, no va a permitir una elevada velocidad media. El desnivel es del 12 % durante un kilómetro.

A primera hora nos topamos con Iren Cameron, australiana, dando sus primeros pasos al lado de una señal típica en Castilla y León: fondo azul, vieira amarilla y flecha en blanco. «Solo me he perdido en Burgos, en las ciudades no hay tantas señales como en los pueblos», nos cuenta agradeciendo cada indicación en el Camino. Aunque ella, que vive en una furgoneta en su país, sabe cómo resolver dudas: «En caso de problemas, los más viejos del lugar son la clave: no tienen nada mejor que hacer y lo saben todo», apostilla. Esta nómada ha encontrado lo que buscaba en su peregrinar: «Reto y aventura».

Para los ciclistas hay señales, por la mayor velocidad que alcanzan frente a los caminantes, especialmente útiles. Tanto en Navarra como en La Rioja y Castilla y León, se anuncian las intersecciones del Camino con carreteras principales (y por lo tanto peligrosas) con cierta antelación. Los hermanos José María y María José Quilis, de Valencia, las valoran positivamente. «Conviene adelantarse a los cambios de carreteras, aunque no hemos visto cruces peligrosos», cuenta ella. Él había intentado la Compostela hace dos años, pero una grave infección de orina truncó el abrazo al Apóstol: «Nunca bebáis de fuentes en las que no tengáis la seguridad de que el agua es potable», explica brindándonos consejo más allá de la seguridad vial. De la misma opinión son Lupna y Charles, joven pareja francesa que empezó a pie en su país, en San Jean de Pied de Port y que presume de gesta: «Aún no nos hemos perdido ni una sola vez». Seguir la ruta no es problema para ellos, sino el calor, que va en aumento: «Alquilamos unas bicis en Burgos y así el aire nos refresca en las bajadas». Lo que queda claro es que las señales son una motivación permanente. «¡Una menos!», gritan a nuestro paso un grupo de peregrinos posando para el recuerdo en una de ellas.

Mañana, octava etapa Frómista-Terradillos de los Templarios

La final del Mundial también se jugó a 3.900 kilómetros de Luzhniki

«¡Allez les bleus!» cantan con júbilo Viel Guillaume, su hijo homónimo y Mina Enzo. Un trío en el que el mayor presume de conocimiento futbolístico: «¿Te acuerdas de Lizarazu, Zidane y Karembeu», nos dice recordando la final vencida a Brasil por tres goles a cero. «Pues hoy ganamos con goles de Griezmann, Pogba y Mbappé». Habría clavado el resultado si hubiese sumado el tanto en propia meta de Mandzukic. «Hoy hemos madrugado para poder llegar sin problemas a Frómista y ver el partido con calma». Si cumplen con lo que dijeron que harían si su selección ganaba el Mundial de Rusia, la etapa que ellos hacen hoy a pie, de 21 kilómetros hasta Carrión de los Condes, se les va a hacer larga: «Estaremos apoyando todo el partido y después seguro que encontramos una tienda con champán francés». A los que se les habrá atragantado el trago de Rakia (el aguardiente favorito en los Balcanes) sin embargo, es a los croatas Branko y Vedrana. Nos ofrecen coger la botella de su mochila, algo que según nos explican es un gesto de bienvenida en su país. «Tomamos un dedito antes de salir y es mejor que la gasolina», dice él. «Ya, pero si ganamos creo que el depósito lo vamos a gastar mucho antes de llegar a Santiago», puntualiza ella. Hoy, probablemente estén más descansados que los peregrinos franceses que afronten una nueva etapa hasta la tumba del Apóstol. Sea como fuere, nada iba a interrumpir su momento. «Sabíamos que se estaba jugando el Mundial pero solo podíamos venir a hacer el Camino ahora, así que nosotros vamos a ganar de todas maneras», aporta Vedrana. «He estado conociendo a gente de todos los países después de pasar un año de trabajo horrible y me quedo con todo lo que me han ayudado», cuenta Branko desatando la bandera de su país de una de las correas de su mochila. Se preparan para posar ante la cámara. Senén dispara. Acto seguido nos piden un selfie al que no podemos negarnos. Me alegra saber que cuando recuerden esta aventura nos verán a su lado. Seguramente ahora también estarán leyendo estas líneas. Al final los mundiales se juegan cada cuatro años y la posibilidad de reencontrarnos es mucho más remota. Mejor recordar este día así. Buen Camino.... amigos.

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