10. Los bicigrinos llegan en esta etapa a León para coger fuerzas

GALICIA

Iago García / Senén Rouco

León, ciudad de avituallamiento. El Camino Francés nos deja en la catedral y a un paso de sus antológicas tapas

07 ago 2018 . Actualizado a las 19:38 h.

Hoy nos hubiera gustado, por lo mucho que hemos disfrutado de León, que hubiese sido nuestra meta. Al estar a mitad de etapa, conviene medir bien los tiempos y solo nos da para un rápido paseo turístico. Nuestro consejo es que, si haces el Camino en bicicleta, con posibilidad de hacer muchos kilómetros del tirón, valores dónde quieres pasar el tiempo que no estás encima del sillín.

Un «Bienvenidos peregrinos» nos recibe entrando en la ciudad apenas 13 kilómetros después de nuestra salida. Lo pronuncia Manuel González. Es voluntario de Protección Civil y está en la oficina de información al peregrino que hace tres años habilitó el Ayuntamiento. Otra voluntaria, Carmelita Nicolás, intenta explicarle en inglés a un neozelandés dónde puede arreglar la pantalla de su móvil roto. «Estamos aquí para darles toda la información y atenciones que puedan necesitar al llegar a la ciudad», explica Manuel García, que completa el trío de una cada vez más concurrida mesa de asesoramiento. Aún son las diez y media de la mañana. Abrimos el mapa que nos brindan y nos proponemos conocer la antológica cultura de bares leonesa.

Es tentador que con cada caña tengas una tapa. Pero también peligroso. No solo porque el Código de Circulación nos considera conductores de vehículos y pueden multarnos como al resto, sino porque además el calor de mediodía que tendremos hasta San Martín del Camino puede hacer que se nos atraganten las consumiciones. Como siguiendo el trazado francés se llega a la catedral y a un paso están las terrazas de la calle Ancha, nos rendimos a la evidencia. Entre los locales destaca el de patatas Marcos. Se ven crujientes desde una gran cristalera y al paladar no defraudan. «No hay peregrino que no se lleve una bolsa», dice Esther Martín, empleada del local. 34 años de maestría en la fritura y el corte que se combina con el tostado de frutos secos. Ya tenemos los hidratos. Vamos a por las proteínas.

Como la calle Ancha marca el límite con el barrio Húmedo, llegamos rápido a su plaza de San Martín, la más céntrica de la ciudad. Cada calle que sale de ella ofrece una amplia oferta gastronómica. Puedes tirar de apps de viaje y volverte loco buscando el que tenga media estrella más de valoración que el anterior. Pero es más fácil optar por la tradición: el embutido; y dentro de él, la cecina. Aquí el olfato será tu mejor aliado.

Los precios, son competitivos. 11 euros por una bandeja deliciosa y variada. «Esto es lo que más energía da para llegar a Santiago», dice al servirnos Alexandra Rodríguez, empleada en una taberna. Una última foto a Casa Botines, obra de Gaudí, completa la ruta. ¡Qué rico todo!

«Me reuniré con mi amigo en Santiago»

Senén Rouco

10.700 kilómetros lo separan de casa, Taipéi, la capital taiwanesa. Pero está solo a cien del amigo con el que empezó el Camino Rrancés en Saint-Jean-Pied-de-Port. «Me lesioné la rodilla al empezar y tuvimos que separarnos», se explica mostrando una venda en su pierna derecha. «Me reuniré con él en Santiago», añade. Al Obradoiro quiere llegar por tres razones: «Aventura, amistad y conocimiento». Y reconoce que el Camino es como lo vio en la televisión de su país. «Pamplona, Logroño, Burgos son ciudades increíbles», señala. De León ya se ha documentado. Nos muestra el navegador de su móvil plagado de fotos y consejos. Está documentando su viaje. «A lo mejor hago un libro, me encanta esta experiencia», concluye.

«No se respeta la distancia de seguridad con el ciclista»

Senén Rouco

Cumplen un mes en la carretera. Salieron de Bélgica y llegarán a Santiago justo para las fiestas del Apóstol. Como sus bicicletas no están adaptadas para las más complicadas pistas del trazado, lanzan un mensaje sobre el tráfico: «Hay muchos camiones y los coches no siempre respetan la distancia de seguridad con el ciclista». España, por lo demás, está siendo un gran descubrimiento. «¡Coméis muy bien, sois agradables y tenéis un paisaje precioso!», exclaman con júbilo. Lo que echan de menos es una mejor señalización del Camino en las ciudades. «Están pensadas para los peregrinos de a pie y nosotros, que circulamos por el lado derecho, no siempre las vemos». Al salir de León, a nosotros también nos ha ocurrido.

«Deberían vigilar más a los que ponen la flecha amarilla para llevarte a su negocio»

Senén Rouco

Senén y yo vamos empatados en caídas, 1-1. Hoy me tocó a mí entrando en León. Las obras de la autovía A-60 (conectará la ciudad con Valladolid) han dejado inutilizado el paso peatonal de la carretera nacional y el rodeo por el alto del Portillo es caótico. Tras rebasarlo y divisar ya la ciudad, los caminos de piedras y tierra son muy peligrosos. Las tormentas han provocado escorrentías, surcos y vías de agua. En una de ellas quedaron encajadas las ruedas y caí con el costado izquierdo. A poca velocidad y sin consecuencias graves, pero el codo izquierdo me molestará en las próximas etapas. Preguntamos a Koldo, Unai, Iñaki y Aitor si ellos se han topado con estas dificultades. Salieron de Orduña (Vizcaya) para con sus bicicletas unirse al Camino en francés en Burgos. «Este último tramo ha sido el peor. Tanto por lo monótono de ir en paralelo a la carretera como por la maleza, que está muy crecida», comentan. Es cierto, las últimas dos etapas, están «descuidadas». Consideran correcta la señalización, pero critican una práctica que se extiende a medida que nos acercamos a Galicia: «Deberían vigilar más a los que ponen la flecha amarilla para llevarte a su negocio».

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