Funcionarios gallegos con teletrabajo: «Aforro tempo, cartos, vexo máis aos nenos e durmo mellor, é marabilloso»

Juan María Capeáns Garrido
Juan Capeáns SANTIAGO / LA VOZ

GALICIA

Fernanda Domínguez, que vive en A Coruña, ya solo va dos días a la semana a Santiago
Fernanda Domínguez, que vive en A Coruña, ya solo va dos días a la semana a Santiago MARCOS MIGUEZ

La Xunta aumenta a 324 los permisos para trabajar desde casa, pero mantiene la limitación a tres días por semana

20 ene 2019 . Actualizado a las 15:09 h.

Fernanda Domínguez forzaba el sueño hasta las seis. Media hora más tarde se subía al autobús de la Xunta desde A Coruña y una hora más tarde llegaba a San Caetano para hacer su jornada. Al acabar, otra vez a la autopista para entrar de nuevo a casa a las cuatro y media de la tarde «sen comer». Era la guinda diaria a una vida laboral con un desgaste elevado en todos los sentidos para esta interina experta en lingüística que traduce muchos de los textos legislativos que acaban en los diarios oficiales.

Cuando le hablaron de la posibilidad de acogerse al plan de teletrabajo levantó la mano. Ahora puede quedarse tres días a la semana en casa, y los dos restantes cumple el horario con flexibilidad, esto es, garantiza su presencia entre las 9 y las 14.30 horas en el puesto y el resto del tiempo lo distribuye como mejor le conviene, fichando para certificar las horas. Cuando se le pide una valoración de la experiencia no oculta su entusiasmo: «Aforro tempo, cartos, vexo máis aos nenos e durmo moito mellor, podo dicir que é unha marabilla».

Vivir con el agobio de perder el autobús, de no poder recoger a sus hijos si llaman del colegio porque están enfermos o montar un lío doméstico y laboral cada vez que toca una cita médica matinal o una gestión en el banco ya no es un problema. ¿Y el rendimiento en el trabajo? «Traballo máis e mellor, sen dúbida. Tes moitas menos distraccións, non hai chamadas que interrompan e os textos de leis e decretos hai que entregalos igual a tempo. A diferenza é que as veces non rematas ás tres, e eses días fas un par de horas máis ou o que faga falta pola tarde e xa está».

Fernanda advierte que si se busca una perspectiva más crítica habrá que tocar en otra puerta. En su casa ha habilitado una habitación para trabajar, con su propio ordenador que conecta a los servidores de la Xunta, con su wifi y su teléfono personal, al que le pueden pasar llamadas. En su departamento hay nueve personas, y tres tienen concedido el teletrabajo, aunque se han puesto de acuerdo para no faltar a la vez en la oficina porque, admite, a veces surgen urgencias por las que acaban «pringando» los empleados de cuerpo presente. Ese es uno de los fallos. Y aporta otra anotación constructiva: su hijo pequeño cumple los 12 dentro de un año y al llegar a esa edad la Xunta corta las ventajas horarias de conciliación. «Pero a esa idade pasan ao instituto e deixan de ter comedor, case é peor para conciliar, porque el solo non vai cociñar», razona al tiempo en que expresa su deseo de que le dejen prorrogar su horario. Para ella, el buen funcionamiento está más que contrastado, pero para su éxito ve determinante una cuestión que trasciende al voluntarismo de la Xunta: que haya jefes directos con valentía para conceder los permisos.

Cinco años de una experiencia que avanza con timidez pese a la creciente digitalización

La implantación del teletrabajo en la Xunta ha cumplido cinco años sin que haya sonado ninguna alarma. A pesar de ello, su crecimiento ha sido muy meditado y se ha ido extendiendo hasta alcanzar a 31 de diciembre del 2018 los 324 empleados públicos que se acogen a esta modalidad (37 en el último año). Siete de cada diez beneficiarios trabajan en los servicios centrales, en Santiago, y muchos de ellos viven fuera de la ciudad.

La Administración es prudente con la medida, pero su satisfacción con el desempeño de los que han solicitado desarrollar su trabajo de forma no presencial es objetivo, ya que nunca ha denegado una prórroga a los que experimentaban el trabajo desde casa. Sí tuvo que decir que no a algunas propuestas de empleados públicos, en concreto a 89, que no obtuvieron un informe favorable por no ver con claridad que pudieran cumplir sus funciones fuera del recinto oficial.

Los más beneficiados son aquellos puestos que tienen características técnicas y funciones que se puedan hacer a distancia, como los letrados, los informáticos, los traductores o los asesores jurídicos; aquellos que están vinculados a la inspección (farmacia, urbanismo, trabajo o salud pública) y otros puestos con un alto grado de autonomía.

Flexibilidad

La Xunta sí abrió la mano con la flexibilidad horaria. Un total de 10.949 empleados públicos están haciendo uso de esta herramienta de conciliación que les permite disponer de una cuarta parte de su jornada a su gusto, dentro de unos límites y parámetros de cumplimiento. Pueden elegir el horario más conveniente entre las 7.30 de la mañana y las 18.30 de la tarde. Lo más significativo es que siete de cada diez funcionarios que se han acogido son mujeres, un dato que visibiliza la persistencia del rol de la mujer como cuidadora de niños y mayores. En todo caso, la modalidad está cuajando hasta el punto de que en el último año fueron 671 las personas que se sumaron, y la previsión es que sigan creciendo las solicitudes.

Entre los que tienen concedida esta modalidad, más de 1.400 tiene hijos menores de 12 años, pero a diferencia del perfil de los teletrabajadores, dos de cada tres están destinados en sedes periféricas de la Administración gallega, que tendrá mayor margen de experimentación a medida que avance la digitalización, que debería ser total en el 2020.

María Xosé Quintáns, traductora: «É posible que na casa perdas oportunidades de promoción»

María Xosé Quintáns lleva dos años teletrabajando y su departamento le ha renovado siempre el permiso. Lo agradecerá más dentro de poco tiempo, cuando se reincorpore a su puesto en Santiago tras una baja por maternidad. Ahora echa la vista atrás a los meses de embarazo y pone en valor un modelo laboral que le ha permitido sobrellevar el trance sin sobresaltos ni agobios por la petición de permisos. «Precisei moita atención médica e tiña varias citas por semana, pero ao estar na casa organizaba mellor os tempos e sempre alcancei os obxectivos. Como se tocaba traballar de madrugada», comenta esta traductora que vive en Compostela pero que a veces también trabaja cerca de sus padres, en la costa. Ella cree que no hay margen para el escaqueo: «Tes o traballo programado e hai que cumprir», dice Quintáns, que por su experiencia también ha visto cómo algunos días en la oficina no ofrecen tanto rendimiento, porque las interrupciones en el puesto laboral no se recuperan -«ás tres marchamos»- y, en casa, sí. Le ve, eso sí, un lado negativo. No le recomienda el teletrabajo a los que tengan aspiraciones y busquen ascensos: «É posible que na casa perdas algunha oportunidade de promoción» por no estar en el meollo de las decisiones.

Berta Rey, inspectora de urbanismo: «Agora podo levar ao meu fillo a clase de música»

Berta Rey vive en Vilagarcía y trabaja en la delegación de la Xunta en Pontevedra. Algunos días los pasa a pie de obra, haciendo inspecciones para la Axencia de Protección da Legalidade Urbanística. Cuando toca redactar los informes puede solicitar bajo demanda quedarse en casa y autogestionarse el trabajo tras pactarlo con el jefe, y precisamente por esa responsabilidad suele cumplir con rigor al ser consciente de que se trata de una oportunidad que no tienen muchos empleados. Tiene concedida una sola jornada por semana, pero a ella le supone ahorrarse durante cuatro días al mes un tiempo de coche nunca inferior a una hora y media, con los consecuentes costes. «Nótase moito», dice Berta, que encuentra un ejemplo evidente de las ventajas que supone para ella: una vez a la semana, su hijo puede asistir a una clase de música porque ella está en Vilagarcía para llevarlo. De otra forma no podría. En su caso, puede trasladar a casa los informes para trabajar y se conecta con su ordenador para acceder a información. Son anecdóticas las ocasiones en las que no ha podido completar la misión del día. Tiene calculadas las horas que supone elaborar un expediente y con esos márgenes se mueve. ¿Y si no hay expedientes? «Non pido o día de teletraballo».