El bum del tráfico de heroína en Galicia dispara la demanda para desengancharse

Javier Romero Doniz
Javier romero VIGO / LA VOZ

GALICIA

La Voz

Las peticiones de ayuda suben en adictos que la fuman sola o mezclada con cocaína

10 dic 2019 . Actualizado a las 21:28 h.

Neón lo perdió todo: mujer, dos hijos, casa, salud... Tiene 37 años, lleva 15 inhalando heroína y sabe que no tocará fondo hasta morir. Aparca coches en Pontevedra y dedica cada moneda a la enésima dosis. «Pensé que fumándola se podría controlar. Olvídalo, soy el cadáver andante que lo demuestra», confiesa con tono renqueante tras beber demasiada cerveza al sol. «Vamos a O Vao (poblado gitano), siempre tienen, así está la carretera llena de gente que va o viene de pillar». Todos ellos representan al consumidor final que con 10 euros compran la dosis mínima, llamada micra. La misma que sale de los kilos que, cada vez más desde el 2015, llegan a Galicia para quedarse o repartirse a otras comunidades y Portugal. Una lacra que, añadida a la de la cocaína, recuerda la crudeza de un problema que sigue infectando la salud pública de gallegos en forma de nuevos y más jóvenes consumidores que ya piden ayuda para desengancharse.

Las Rías Baixas, también con el caballo, son un codiciado tablero de juego por las relaciones y conocimiento que tienen del mercado ilícito las organizaciones oriundas. «La grandes causas evidencian que casi siempre son narcos gallegos los que se adaptan a los de Europa del Este», explican en la Fiscalía Antidroga de Pontevedra, que concentra las acusaciones contra las últimas grandes organizaciones caídas en Galicia. «Usan sus relaciones y fuerza en el negocio para hacerse con grandes cantidades». Al frente figuran ciudadanos búlgaros y albaneses con los contactos necesarios en Europa del Este para adquirir la heroína que sale de Afganistán o se apila en el almacén de Europa, Holanda. El diagnóstico final de la Fiscalía invita a tomar medidas preventivas de urgencia: «Está por llegar aún el verdadero efecto social de este gran movimiento de heroína, igual al vivido en los años ochenta».

«El 10 % de lo que entra en Galicia se queda en la comunidad. El problema es que cuanta más entra, más grande es ese 10 %» 

El oficial de la Policía Nacional David Villaverde _Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) de Pontevedra_ dimensiona la gravedad del problema desde otro prisma. «El 50 % de lo que entra en Galicia se va a Portugal, el 40 % a Madrid y el 10 % se queda en Galicia. El problema es que cuanto más entra, más grande es ese 10 %», razona antes de añadir: «Ahora es diferente, las nuevas generaciones tienen otra forma de entender este consumo, nada estigmatizado siempre que no se pinche, la fuman. Eso hace muy difícil que se den sobredosis, pero sí los desgasta hasta consumirlos, y luego, ya sea por una subida de azúcar u otra dolencia, mueren. No puede decirse que la causa clínica del fallecimiento sea una sobredosis, ni tan siquiera la heroína, aunque se sabe que fue el desencadenante. Lo que no es normal es la cantidad de heroína que se mueve, ya sea en kilos o en dosis».

Limpio de polvo y causas

Pasó por las cárceles de Teixeiro y A Lama, entre otras. Cumplió una década por tráfico de heroína para quedarse, hace un año, sin cuentas pendientes con la Justicia. Sigue conociendo el negocio, las rutas, a los proveedores... Digamos, por una cuestión de confidencialidad, que se llama Israel: «No hay tanta heroína para satisfacer la demanda actual. De un kilo sacan tres con una pureza del 30 %, que es buenísima, créame. Luego, ya sabe, todo se fuma con papel de plata, nada de picos en los brazos. Israel, de etnia gitana, continúa: «Ferrol es el poblado que mueve más kilos, casi todo viene de Madrid. Y mucha coca, que la traen de Cambados. Ahora las mezclan y la fuman, por eso tienes que tener ambas drogas para dar respuesta a la demanda».

Israel ve llegar a diario, a los poblados gallegos que frecuenta, a consumidores de 20 a 60 años de edad que se arrastran espoleados por el síndrome de abstinencia. «Es rara la semana que no viene uno por primera vez a comprar, ese repite, siempre ocurre. Esto no tiene fin, acaso va a venir ahora alguien que desmonte todo esto si en más 40 años nadie lo consiguió». En su caso, sostiene Israel, solo probó la heroína cuando lo necesitó para rebajar, por el atenuante de drogadicción, los cargos por narcotráfico que arrastraba. «Me la frotaba en los dientes para dar positivo, pero nunca lo hice por placer, nunca», sostiene antes de exponer su vaticinio sobre el negocio en Galicia: «No se acabará nunca por la forma de ser del gitano. ¿Se imagina a un payo vendiendo un kilo en papelinas en su casa? No dura 15 días por la alarma que se causa en el vecindario. En un poblado es otra cosa, al gitano, si le cogen, no tarda en volver y el payo se lo piensa dos veces. Y en ese contexto, con mucha heroína en la calle, la demanda crece y crece, pero más silenciosa, sin sobredosis que causen alarma».

El otrora narco se deja atrás (alegando desconocimiento) la última muerte conocida, y clínicamente constatada, por consumo de heroína en Galicia. Se llamaba Pablo, tenía 21 años, practicaba boxeo y murió en la madrugada del 30 de octubre en A Coruña. Compró la dosis unas horas antes y nunca se despertó. Familiares y amigos denunciaron lo ocurrido mediante una carta pública. Lo siguiente fue dar con el vendedor de la última papelina para depositar tres ramos de flores blancas en la puerta de su casa, en el barrio de Monelos, en recuerdo de Pablo. El camello reconvertido en verdugo no dio señales, se escondió, pero el caso trascendió por la crudeza del mensaje difundido y el recuerdo, no tan lejano, de unas madres gallegas que también denunciaban a los verdugos de sus hijos frente a las puertas de sus negocios y viviendas.

Dos años repuntando

«Solo así se pondrá el foco sobre esta lacra que ahora vuelve a matar a nuestros chicos», alertaba la familia del fallecido antes de abrirse en canal para dejar constancia de su dolor: «Dejó en lo absurdo de su muerte un regalo de aviso a navegantes» para «todos los Pablos» porque «la droga no es cool», la droga «mata» y «a veces no hay segunda oportunidad». La Asociación de Lucha Contra la Droga de A Coruña, días después, desveló que desde hace dos años ha vuelto a recibir a numerosas personas por dependencia a la heroína. En los juzgados gallegos también se multiplican los procedimientos y las sentencias contra consumidores de heroína. Robos de todo tipo, casi siempre de poca monta, hurtos o trapicheo es lo más habitual.

«Son condenas menores y no entran. Salen al día siguiente a la calle y ya están vendiendo o comprando. Se les coge con poca cosa y así van trampeando. Luego, cuando llevan cuatro o cinco condenas, y tras cumplirse los plazos, se acumulan y sí entran en prisión. Y ahí, bueno... más heroína, más contactos para conseguir más mercancía...». Lo explica Eva González, jefa del departamento de tráfico medio en la comisaría de Vigo, la primera ciudad de Galicia y un termómetro de referencia para analizar el contexto autonómico. Hace poco, el día 3, se arrestó a un traficante con 130 papelinas de caballo. Poco antes, también en el centro, se desmanteló un punto de venta liderado por una abuela. Ya en Pontevedra, en el último año, hubo tres redadas en el poblado de O Vao. Hoy todo sigue igual. La misma presión policial se ejerce en las chabolas de Ferrol. Es inútil, el caballo sigue cabalgando indomable por Galicia.