Una alvariza tan vieja e imponente como el alcornoque que le da sombra

Carlos Cortés
Carlos Cortés MONFORTE / LA VOZ

GALICIA

Manuel Macía guía a los visitantes por la Ruta das Abellas de Quiroga

02 ago 2021 . Actualizado a las 10:52 h.

«Ver un oso sería como se che tocase a lotería», bromea Manuel Macía. Le acaban de preguntar cómo de posible es encontrarse con uno de estos animales en alguno de sus colmenares, dispersos por las montañas de O Courel y del Macizo Central ourensano. La pregunta es habitual en las visitas turísticas que este apicultor de Quiroga guía por un itinerario de seis kilómetros que atraviesa un paraíso para las abejas, sin apenas agricultura ni ganadería cerca, con robustos soutos de castaños en los terrenos más recogidos, y extensiones interminables de brezo en los más altos. Es la Ruta das Abellas de Quiroga, que con 15 años de existencia es uno de los reclamos más veteranos del turismo apícola en Galicia. Y la pregunta sobre los osos es pertinente, porque los recovecos de esa ruta acaban en una bien conservada alvariza, una construcción circular que tiene como único fin mantener a estos animales alejados de la miel que guardan los colmenares.

Por la alvariza de Manuel Macía, situada cerca de la aldea de Barxas, pasan todos los años viajeros procedentes de diferentes puntos de Galicia y de fuera. También alumnos del centro de formación y experimentación agroforestal de Monforte, una escuela de la Xunta en la que se pueden estudiar ciclos formativos relacionados con la explotación del monte y las tierras de cultivo. Él tiene otras cuatro alvarizas en uso, pero esta es la más imponente. Por la fortaleza y la altura de sus muros, inclinados hacia afuera en un detalle de maestría de sus constructores. Incluso por el alcornoque que le da sombra, enorme y probablemente muy antiguo, aunque nadie sabe cuánto. Igual que la alvariza de Barxas.

Atender esta ruta es para Manuel Macía un pasatiempo, pero también forma parte de su modo de vida. Porque este vecino de Quiroga se empeñó hace tiempo en que la apicultura tenía que dar para vivir. Las 2.000 colmenas que maneja ahora lo convierten en el tercer productor de miel de Galicia, así que está claro que lo consiguió. Se podría decir que a los visitantes les cuenta su vida, pero es que su vida sirve en cierto modo para repasar la historia más reciente de la apicultura en Galicia.

Esta Ruta das Abellas empieza en la parroquia de Hospital. Su comienzo está a poco más de tres kilómetros del casco urbano de Quiroga, pero a pesar de la cercanía, el paisaje es otro muy distinto al del valle del Sil. Las viñas ya no se ven y se empieza a intuir la subida hacia las montañas de O Courel.

La resurrección del oso

Macía explica a sus visitantes que tener a sus abejas en el medio del monte es lo que le permite vender miel con el sello de la agricultura ecológica. «Non pode haber herbicidas, insecticidas nin purín a menos de 3 quilómetros das colmeas», explica. Y eso es algo que solo se puede lograr en zonas montañosas, poco pobladas y sin agricultura ni ganadería intensiva. Diferenciarse así le permite cobrar más por su miel, pero también lo expone más a las plagas y encarece cualquier tratamiento. Y a eso hay que sumarle la vuelta del oso.

Las alvarizas como la que enseña Manuel Macía en esta ruta son vestigios de un pasado en el que el plantígrado era una compañía habitual para los habitantes de las zonas rurales gallegas. Exterminado a finales del siglo XIX, de ese animal no quedaba rastro ni en la memoria de los más viejos. Las políticas públicas de protección de las mermadas colonias de osos que sobrevivían en los Picos de Europa consiguieron que su población se recuperase y que poco a poco haya ido recuperando territorio que había perdido. Hasta que hace veinte años se volvieron a ver osos en Os Ancares y O Courel. Son todavía muy pocos, pero los apicultores saben que están. Solo en el 2020, los colmenares de Manuel sufrieron 20 incursiones de este animal.

Los turistas también lo saben, así que osos y alvarizas se han convertido en un reclamo para ellos. Hace tres años, Manuel Macía recibió la visita de un grupo de japoneses. Dentro del apiario le hicieron una petición curiosa. «Querían levar tres cadros de mel para poñelos de engado para os osos no parque natural que tiñan pensado visitar despois de pasar por aquí», explica. Los cuadros se los dio, lo que no sabe es si funcionaron o no como cebo.

Él no ha llegado a verse con ninguno de estos animales, pero en una ocasión le faltó poco. Iba a revisar unas colmenas y antes de bajarse del coche ya vio que había algunas tiradas. Nada más poner un pie en el suelo oyó con claridad un rugido. «Son cazador e no monte non hai nada que me dea medo, pero iso era algo distinto, non tardei nadiña en volver subir ao coche», bromea. El oso tampoco quiso más contacto y se marchó sin llegar a mostrarse. Aquel día no le tocó la lotería, pero casi.

Manuel muestra el interior de uno de los cortizos
Manuel muestra el interior de uno de los cortizos ALBERTO LÓPEZ

Pionero en Galicia en la producción de miel ecológica

Manuel Macía nació hace 67 años en una aldea de Quiroga que se llama nada menos que Vilarmel. De joven emigró y pasó 16 años en Suiza. A su vuelta puso en marcha una pequeña empresa de albañilería, pero en Suiza había aprendido que lo ideal para salir adelante es hacer algo que nadie más haga. Si nació en un lugar llamado Vilarmel, es fácil imaginar que él no iba a ser el primero en poner colmenas y vender miel. Eso lo hacían muchos. Lo que en los años noventa no resultaba tan habitual era producir con criterios profesionales. Miel de castaño o de brezo en vez de genérica, trashumancia entre terrenos próximos al Sil y las zonas altas de O Courel para que sus abejas tengan flores más tiempo.... y producción en ecológico, algo en lo que su marca, Mel Rural, fue pionera en Galicia.