Alfonso Rueda toma posesión como presidente de la Xunta: «Teimarei en ser digno deste pobo»

GALICIA

El sexto presidente de la Xunta subraya su compromiso con la autonomía y la unidad de Galicia en una España también unida y con las instituciones del Estado

14 may 2022 . Actualizado a las 22:23 h.

«Son un fillo de Galicia ao que Galicia encomenda que manteña a súa unidade, o seu progreso e o seu benestar». Con esa premisa ha tomado posesión Alfonso Rueda como sexto presidente de la Xunta, en el acto celebrado esta mañana en el Pazo do Hórreo, sede del Parlamento de Galicia. Fiel a su estilo, Rueda hizo un discurso conciso, con mensajes claros en los que subrayó su compromiso con la autonomía y unidad de Galicia en una España también unida, con las instituciones del Estado, con su propia entrega como presidente y, por encima de todo, con los gallegos.

Tras dos minutos de saludos a los más de 500 invitados y a las autoridades presentes, entre ellas Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno; los expresidentes Mariano Rajoy, Alberto Núñez Feijoo y Fernando González Laxe; y los presidentes de Madrid, Murcia y Castilla y León, Isabel Díaz Ayuso, Fernando López Miras y Alfonso Fernández Mañueco, Rueda arrancó mirando al pasado de Galicia. Citó a Valentín Paz-Andrade, pontevedrés como él, que hablaba de «Galicia como unha tarefa», y señaló que «hai algo na nosa identidade que a converte nunha tarefa permanentemente inconclusa». Lo definió como un «inconformismo cordial» que impulsa a los gallegos a «avanzar cada día no perfeccionamento desta terra, co obxectivo de que os que nos sucedan poidan vivila mellor ca nós». Él mismo se reconoció en ese papel cuando habló de sus hijas, Beatriz y Marta, como «o mellor recordatorio de que paga a pena traballar polo futuro de Galicia». Agradeció también a su madre, «que me ensinou que unha nai todo o entende e todo o ampara»; a su mujer Marta, «o mellor refuxio das decepcións, e aquí hai moitos que saben do que falo, da política»; y a su padre José Antonio, que falleció en el 2012: «Se hoxe estou aquí é porque seguín o seu exemplo, pero non os seus consellos e el sabe que o boto de menos».

Habló también de otra aparente contradicción de Galicia, que «logrou conxugar unha orgullosa defensa do noso cunha desacomplexada apertura cara ao que vén de fóra para mellorar». Invocó a los galleguistas históricos, a Curros Enríquez, y su «unión dos bos galegos»; a Castelao, y esa Galicia que imaginó como un «sitio para todos». Ese fue uno de sus mensajes centrales, la unidad dentro de la pluralidad, que «non nos fai máis febles nin nos desdebuxa. Ao contrario, enriquécenos, fortifícanos e amplifica a nosa proxección no mundo».

Se comprometió a seguir por ese camino siguiendo el legado de sus predecesores. «Empezo esta andaina animado por un galeguismo conciliador e inconformista e dispóñome a continuar o camiño iniciando unha etapa máis (...) Miro atrás e contemplo un percorrido fecundo no que os nomes de [los expresidentes de la Xunta] Xerardo Fernández Albor, Fernando González Laxe, Manuel Fraga Iribarne, Emilio Pérez Touriño e Alberto Núñez Feijóo marcan fitos que xa forman parte da historia gloriosa e orgullosa de Galicia».

Anunció que gobernará desde «a moderación, o mellor antídoto contra a intransixencia, as divisións estériles ou a polarización que lastran a convivencia e que noutros lugares».

«Coñezo, quero e creo firmemente nunha Galicia unida», proclamó antes de subrayar que la comunidade debe estar «a salvo da miopía do localismo e a fragmentación, que co ariete de supostos agravios carga contra a casa común que tanto nos custou e nos está costando construír». Por ese motivo, Galicia «contribuirá con lealtad al fortalecimiento de España y del proyecto común europeo»; y «seguirá apostando por un modelo basado en la cooperación y en la fidelidad a la palabra dada» frente a quienes pretendan desgastar las instituciones, «comenzando por la de su majestad el rey Felipe VI».

Recordó su experiencia como funcionario público, también a las órdenes de Manuel Fraga y Alberto Núñez Feijoo. Una experiencia que acentúa, dijo, la emoción que sintió al asumir el cargo, «porque me axuda a comprender a grandeza da tarefa que me acaba de ser encomendada». Explicó que en esa trayectoria vital «preocupeime un pouco menos da relevancia pública e un pouco máis de intentar axudar ao presidente Feijóo». Pero tiene presente el desafío que afronta a nivel personal: «Son perfectamente consciente de que estiven moitos anos na sala de máquinas e tamén son perfectamente consciente de que me toca agora subir á ponte de mando». «Teimarei en ser digno deste pobo», subrayó.

Al final se marcó una tarea más, que la «normalidade excepcional» de Galicia «siga sendo normalidade e que deixe de ser excepcional e que cunda o exemplo noutros sitios». Un objetivo que también Alberto Núñez Feijoo se marcó en el ámbito estatal. Para alcanzarlo, el sexto presidente de la Xunta pidió la ayuda de todos, y ofreció «de corazón, todo o meu esforzo, todo o meu empeño e todas as miñas ganas».

Un acto con 500 invitados

Junto a Alfonso Rueda, durante su discurso, el presidente del Parlamento de Galicia, Miguel Santalices, y la vicepresidenta segunda del Gobierno, la gallega Yolanda Díaz, como representante del Gobierno central. También el expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, los expresidentes de la Xunta Alberto Núñez Feijoo (que siguió el acto emocionado) y Fernando González Laxe, y los presidentes autonómicos Isabel Díaz Ayuso (Madrid), Fernando López Miras (Murcia) y Alfonso Fernández Mañueco (Castilla y León). Entre los asistentes estaba también el presidente y editor de La Voz de Galicia, Santiago Rey Fernández-Latorre.  

En primera fila siguieron el discurso la madre, la esposa y las dos hijas del ya presidente, a las que también se refirió en su discurso, igual que a su padre, ya fallecido. Fue a su familia a la primera a la que saludó tras su discurso y tras escuchar el Himno gallego interpretado por Antonio Barros (voz) iAlma (piano). 

La metáfora del Camino para construir un líder

 

 

El 22 de abril, Alfonso Rueda anunció en Pontevedra su decisión de optar a la presidencia del PPdeG y por tanto de suceder a Alberto Núñez Feijoo. Ayer, 22 días después, le relevó al frente del Gobierno de la Xunta.

En esas poco más de tres semanas, Rueda, el conselleiro más reconocido de un gobierno eclipsado por el hiperliderazgo de Feijoo, ha pugnado para construir su imagen de presidente, que anunció al subrayar que habría un «estilo Rueda».

Él mismo, en su discurso de ayer, reconoció que algo ha cambiado. Lo hizo con su metáfora de pasar de la «sala de maquinas» al «puente de mando». Todavía fue más claro cuando afirmó: «Preocupeime un pouco menos da relevancia pública e un pouco máis de intentar axudar ao presidente Feijoo».

¿Qué ha cambiado? En su equipo creen que ha variado sobre todo la percepción exterior. Le ven como presidente porque anunció que lo sería, y lo es.

Pero él también ha cambiado. En Pontevedra, cuando anunció su candidatura, admitió que tendría que dejar de improvisar y empezar a leer sus discursos. Lo hizo, y en el debate de investidura ganó enteros entre los suyos, que le vieron «sólido» y «resuelto», aunque fue impreciso en alguna réplica a sus rivales.

En ese discurso presentó un programa de Gobierno, armado con cifras y argumentos de las consellerías. Como el primer Feijoo, Rueda se dibujó como un gestor. También fue duro en sus réplicas a la oposición, una habilidad que tenía su predecesor, pero que suele vincularse al número dos y fue atenuando.

Pero un presidente, como advirtió Feijoo, no es solo un gestor. El anterior presidente supo construir un relato a partir de su origen en Os Peares y casi se mimetizó con la palabra Galicia.

Rueda no ha llegado a ese punto, pero lo está buscando. Ayer abundó en una idea que encaja con su afición a la ruta Xacobea. Trazó una línea, un viaje temporal, entre los galaicos del Medulio y su deseo de libertad con el autogobierno de Galicia, encarnado en los cinco expresidentes de la Xunta, y ahora él mismo, que coge el relevo. Es la imagen de un presidente que peregrina al futuro acompañado de los gallegos. En el 2024, en las autonómicas, los votos dirán cuántos quieren acompañarle.