Hay un lado perverso en el seductor mundo de las redes

Lois Blanco PRESIDENTE DE LA VOZ DE GALICIA

GALICIA

Discurso del presidente de La Voz de Galicia, Lois Blanco, en la 67.ª edición de los Premios Fernández Latorre
Discurso del presidente de La Voz de Galicia, Lois Blanco, en la 67.ª edición de los Premios Fernández Latorre CESAR QUIAN

Discurso íntegro do presidente de La Voz de Galicia na LXVII edición dos premios Fernández Latorre

05 dic 2025 . Actualizado a las 18:39 h.

O galardoado co Fernández Latorre do 2025, Fernando González Laxe, é dende hai moitos anos un columnista de La Voz de Galicia respectuoso cos que pensan distinto a el. Argumenta para persuadir ao lector. Escribe do que sabe, sen imposicións de criterio. Afastado das consignas das fábricas de relatos incompletos que fumean día e noite na Moncloa, Xénova ou Ferraz. Hainas máis preto, tamén.

Non vai acontecer, pero se González Laxe no seu próximo artigo en La Voz sufrise un arrebato calumniador, e ninguén no xornal parase a publicación, o calumniado tería un teléfono ao que chamar, un timbre que premer. Comezaría un procedemento regulado para exercer o seu dereito de réplica, mesmo antes de que un xuíz emitise sentenza.

As industrias da comunicación dependemos da nosa credibilidade. Sen ela, non poderiamos contar con máis de medio millar de nóminas e soster a estrutura precisa para ser o terceiro xornal de España. Por suposto, podemos errar cando informamos, pero ficamos ó outro lado do teléfono ou da porta para cumprir coa obriga de rectificar. Cando fallan os controis de calidade, velar pola veracidade tamén consiste en corrixirse e emendarse.

Si un joven comete una infracción en el coche de sus padres pero no se identifica, pagan los padres; si un inspector detecta a un operario sin el casco de seguridad, responde la empresa. Si un periodista publica en un periódico o en su página digital una falsedad, la responsabilidad en cascada llega al director, pasa al editor, hasta alcanzar la cuenta de explotación. Son reglas, derechos y obligaciones, imprescindibles para la convivencia.

En cambio, cuando una falsedad creada anónimamente se difunde y se replica por las redes sociales, las víctimas se encuentran con el vacío de la impotencia. No hay a quien llamar. Un reducido grupo de plataformas tecnológicas, más poderosas de lo que nunca lo ha sido otra empresa o gobierno, distribuyen por igual información solvente que falsa, proceda de autores reconocibles o enmascarados. Se amparan en que solo son intermediarios para lavarse las manos. Pero a través de ellas se laminan reputaciones personales y empresariales o se acosa a ciudadanos. No hay resarcimiento, ni rectificación, ni derecho de réplica. 

Hemos pasado el primer cuarto de este siglo en un torbellino transformador gracias a la tecnología y la Red. Una era digital que ha traído cambios maravillosos, pero que también ha generado un inmenso vacío en el que impera la impunidad. Hay un lado perverso en el seductor mundo de las redes: están tejidas con algoritmos que fomentan contenidos, sin importar si son falsos o veraces, porque el negocio consiste en aumentar el consumo.

Urge recomponer los desajustes generados y así proteger a los usuarios convertidos en mercancía, que ya no son dueños de sus datos, ni siquiera de sus secretos.

Hace días, la Asociación de Medios de Información, cuyo presidente, José Joly, nos acompaña este jueves, ha ganado en primera instancia una demanda multimillonaria contra Meta en España por apropiarse, sin consentimiento, de los datos de los usuarios de Facebook. Comerciaron con ellos y a los medios de comunicación casi nos expulsan del mercado publicitario.

Se suceden síntomas de que empezamos a tomar conciencia del desamparo. El miércoles, Australia prohibirá a los menores de 16 años tener cuentas en las redes sociales, para protegerlos de la adicción de los feeds generados por Inteligencia Artificial. Se habla de fatiga tecnológica. Los psiquiatras alertan de la soledad que fomentan las pantallas. La frustración y la depresión crecen entre quienes navegan sin más horizonte que los mundos de filtros de TikTok. Hasta algunos anunciantes se repliegan por temor a que los vinculen con contenido tóxico o falso.

Nuestras marcas en Galicia y Asturias nunca han tenido tanta penetración como en la era digital. A través de nuestros medios se informa casi el 70 % de la población gallega. A la fuerza de la edición impresa de La Voz y sus trece delegaciones, se le sumaron una versión digital en vanguardia y la distribución de nuestras noticias en plataformas para los que buscan fiabilidad. Nuestros contenidos los hacen profesionales. Dando la cara.

Aspiramos a hacer contenido solvente, como el de los artículos del galardonado con el Fernández Latorre. El jurado reconoció que las piezas de González Laxe incentivan a la reflexión frente a la crispación. También alabó su dedicación investigadora y docente. Presidió Galicia muy joven y supo seguir adelante sin mirar atrás y sin rencor: sustituyó a Albor en 1987, después de una moción de censura, y le entregó el testigo a Fraga en las elecciones de diciembre de 1989.

Enhorabuena por el premio, Fernando, gracias por tu trayectoria de servicio público y por la desinteresada amistad que mantuviste con nuestro presidente y editor, Santiago Rey Fernández-Latorre. En las empresas de la Corporación Voz lo extrañamos desde que se fue: hace 15 meses y siete días. Su legado es extraordinario y la tarea compartida de defenderlo y consolidarlo es un regalo. Este acto de entrega de un premio que lleva el nombre de su abuelo, en su Museo, supone un momento en el que la añoranza reverbera con fuerza en el pecho.

Laxe fue un presidente tranquilo, que buscaba el consenso y se alejaba de extremismos; como sus artículos. Acabamos de escucharle solicitar consenso y lealtad institucional. ¡Cuánta falta nos hacen! Porque estamos atrapados en una espiral. Madrid es un campo de batalla que esparce metralla por toda España de lunes a domingo.

La crispación política se traslada a los grupos de amigos y a los encuentros familiares. Se está degradando la convivencia. En los diccionarios, ya no quedan insultos por utilizar. Es agotador y peligroso, porque —lo estamos viendo— es el caldo de cultivo de los extremismos. Corremos el riesgo de que se agriete la estructura institucional construida después de una guerra y una dictadura.

Una política enfangada en mordidas, mentiras y timos con mascarillas no va a virar hacia la serenidad. El periodismo tramposo, de trinchera, que da voz al que más grita, tampoco. El dominio de redes que esparcen sin reglas la confusión, no va a decrecer. Creo que en los próximos meses la inflamación política todavía va a empeorar.

Debemos protegernos, levantar un dique contra el extremismo y el ruido madrileños para evitar el contagio en Galicia. Las certezas no van a venir del centro, hay que llevarlas allí desde la periferia. Crear nuestro relato, dándole más protagonismo a la sociedad que todos los días madruga, y notoriedad a las instituciones locales y autonómicas.

Con el apoyo que nos manifiestan este jueves con su presencia en el Museo Santiago Rey Fernández-Latorre y con el respaldo diario de cientos de miles de personas que confían en nuestros medios, nos sentimos fuertes para seguir en el combate por la información veraz, en el debate de las ideas y de la educación en la era digital.