Zárate, Albamar, Forjas do Salnés y Fulcro son cuatro bodegas que, además de figurar entre las favoritas de «The Wine Advocate», la prestigiosa guía fundada por Robert Parker, tienen en común su pasión por las variedades tintas; ellos elaboran loureiros, caíños y espadeiros en una tierra en la que el albariño es la uva estrella

MARUXA ALFONSO

Rías Baixas es tierra de blancos. Es la denominación de origen en la que reina el albariño, ese que triunfa en todo el mundo y cuyo nombre pronuncian perfectamente en Nueva York y en Shanghái. Sin embargo, no es esta variedad de uva la que protagoniza el último reportaje de Luis Gutiérrez, catador para España de la prestigiosa The Wine Advocate, la guía fundada por el gurú del vino Robert Parker. El crítico ha puesto la denominación patas arriba al poner sus ojos en los vinos tintos, cuyo cultivo es muy minoritario en esta denominación de origen. Son caíños, espadeiros y loureiros que reivindican la otra historia de esta región vitícola, ese pasado en el que las variedades tintas eran mayoría y el albariño era el vino «de la aristocracia», asegura Eulogio Pomares, de Bodegas Zárate. Sus vinos, junto con los de Rodrigo Méndez, de Forjas del Salnés; Xurxo Alba, de Albamar y Manuel Moldes, de Fulcro, están entre los que mayor puntuación reciben en el artículo de Gutiérrez. Todos ellos tienen bodegas ubicadas en la subzona de O Salnés, en Rías Baixas. Tienen otra cosa en común: parte de sus elaboraciones son de un brillante color rojo.

Rodrigo Méndez fue el primero de estos bodegueros en fijarse en esas otras variedades de uva. «Meu avó tiña plantado caíño, espadeiro e loureiro hai corenta ou cincuenta anos. Na miña familia de sempre houbo esas variedades. Tiñámolo na casa», asegura. Así que hace quince años se plantó en los mercados con un caíño tinto. No fue sencillo. Ni la elaboración, porque hubo mucho ensayo-error, ni convencer al público de que en Rías Baixas, lugar de origen del albariño, había otras variedades de uva con muchas potencialidades. No estaban descubriendo nada nuevo, explican estos cuatro bodegueros. Estaban reivindicando el pasado de una denominación de origen donde el albariño eclipsó a todo lo demás. «El albariño era el vino de la aristocracia, pero lo que alimentaba a las familias era el tinto. Todo Cambados, por ejemplo, estaba plantado de espadeiro», añade Pomares. Él también viene de una familia con larga tradición en la viticultura, «en casa de mi abuela tenían un despacho de tinto y venía la gente al mediodía a comprar los cuartillos», relata.

MARTINA MISER

Él éxito de Méndez fue animando a los demás a explorar la vía de los tintos. «Yo hice un tinto en los años 90, pero no se calificaba», cuenta Pomares. No fue hasta el 2009 que decidió dar el paso e incorporar a su catálogo los tintos, de los que hoy elabora cinco vinos diferentes. Albamar fue la tercera en sumarse. «Eu traballaba nunha asesoría e probaba un montón de cousas. E tiña inquietude por ver que se podía facer», explica Xurxo Alba. «A min sempre me namorou o caíño. E buscando, buscando atopei unhas parcelas das que hoxe fago só unha barrica», añade Manuel Moldes, al que todos conocen por Chicho, el último de ellos en elaborar un tinto.

Su apuesta se encontró con varios problemas. El primero, que apenas quedaban parcelas en las que se conservaran estas variedades. Y es que muy pocos viticultores se resistieron a cambiar esas uvas que nadie valoraba por la preciada albariña, que algunos años llegó a alcanzar precios muy elevados. Estos cuatro bodegueros recorrieron la comarca de O Salnés buscando pequeñas fincas en las que todavía crecían caíños y espadeiros de edades centenarias. «La mayoría de ellas son parcelas muy pequeñas en las que las cepas son centenarias», asegura Pomares. En su bodega, por ejemplo, se conservan algunas de estas vides, «pero es muy complicado saber la edad que tienen», añade. Había otro problema, porque las pocas viñas que encontraban, ni siquiera estaban inscritas en la denominación de origen. «Hai moitas viñas que non están rexistradas no consello regulador porque son moi pequenas», cuenta Chicho. Su labor tiene otro valor añadido y es que contribuye a recuperar la diversidad y la riqueza varietal que hay en Galicia. «Son variedades que casi se pierden, de hecho algunas están consideradas en riesgo de erosión genética. Si no llegamos a retomarlas, algunas habrían desaparecido», explica Pomares. Con sus vinos lograron poner coto al arranque de estas vides y ayudaron a recuperar su cultivo porque, en muchos casos, también se animaron a realizar sus propias plantaciones. «Eu teño claro que non apostas de verdade por unha variedade ata que non a plantas ti mesmo», asegura Méndez.

MARTINA MISER

De la elaboración a los mercados

«En quince anos aprendín moito». Así resume el responsable de Forjas del Salnés todo lo que ha trabajado para colocar sus tintos entre los mejores. En el proceso, «houbo moito ensaio-erro, máis erro que acerto», asegura. Y es que cuando él comenzó con los tintos muy poco se sabía de estas elaboraciones. Su siguiente problema fue convencer a los mercados, «as primeiras botellas tívenas que meter en caixas de catro, porque se as vendía en caixas de doce non era capaz de vender nin unha», recuerda. Ahora, sus producciones se agotan año tras año. «Son vinos que se venden muy bien. De hecho, casi no me quedan», cuenta José Luis Aragunde, sumiller y propietario de una distribuidora que tiene varias de estas elaboraciones en su cartera. Está convencido de que su demanda se incrementará a partir de ahora. Y es que no hay duda de la repercusión de los artículos de Luis Gutiérrez en los mercados. «Estados Unidos descubrirá que en Rías Baixas también hay tintos», explica Pomares. «Posiciónate no mercado, deseguido comezan a chegar chamadas pedido eses viños», añade Alba. El catador de The Wine Advocate explica en su publicación que las variedades tintas apenas suponen actualmente el 0,79 % de la producción total de Rías Baixas. Sin embargo, añade, cada vez son más los proyectos elaborados con estas uvas que se encuentran en los segmentos más altos del mercado. «Los vinos están aquí y están aquí para quedarse», augura en su artículo. En su opinión, «los vinos más interesantes tienden a producirse con uvas caíño y espadeiro», precisamente las variedades que cultivan estos bodegueros. «Ahora no son muy conocidas, pero el espadeiro, por ejemplo, está en muchos poemas de Ramón Cabanillas», recuerda Pomares. Los cuatro están muy convencidos de sus apuestas, de que estas elaboraciones pueden convertirse en unos grandes vinos. De hecho, según Gutiérrez, están haciendo historia. «La historia de los vinos de Rías Baixas se está escribiendo ahora; puedes verlo sucediendo ante tus propios ojos», argumenta el crítico. Por lo de pronto han conseguido que en Rías Baixas ya se hable de algo más que del albariño.