¿Nos volvemos más agresivos por comer mal?

COCINA SALUDABLE

La alcaldesa de Acapulco culpa a los carbohidratos y al calor de la violencia en la ciudad mexicana. Dos especialistas se oponen a establecer una relación directa, pero reconocen que un abuso de azúcares y ultraprocesados sí influye en nuestro comportamiento

26 ene 2022 . Actualizado a las 19:02 h.

El titular estaba claro para los medios del país. La alcaldesa de Acapulco, Abelina López, acababa de decir que, entre otros factores, la culpa de los niveles de violencia de la ciudad la tenían el calor y el consumo elevado de carbohidratos. Dicho así parece una broma de mal gusto, pero continuó su discurso haciendo mención al 16 % de la población de esta zona de México, que sufre pobreza extrema, y a la preocupante falta de empleo. Aquí puede que empiece a cerrarse un círculo que antes ni existía.

Aunque como advierten las especialistas consultadas, en ningún caso puede relacionarse directamente una mala alimentación con una conducta violenta, ambas reconocen que llenar el estómago a base de carbohidratos de absorción rápida y, en definitiva, con productos de ínfima calidad nutricional, sí repercute en nuestro estado de ánimo y, por tanto, en nuestro comportamiento. En la era en la que la salud mental ha pasado a un primer plano, Desirée López y Fátima Branco, ponen negro sobre blanco la importancia de comer de manera saludable para evitar la obesidad (sí), para alejar los problemas coronarios (por supuesto), pero también para ayudar a que nuestro organismo se encuentre mejor en términos emocionales. 

«Aunque decir que alguien es violento por comer mal me parece un disparate como tal, no puedo negar que puede haber un fondo de realidad en las palabras de esta política. En los estratos pobres de la sociedad la alimentación suele basarse en azúcares, comida precocinada tipo pizzas congeladas, nuggets de pollo... porque es mucho más barato que otro tipo de productos. Entre otras cosas, el problema de basar la dieta en estos platos es que dejamos de darle al cuerpo vitaminas y nutrientes que nos producen serotonina, que ayudan a conciliar el sueño y, por ende, que hacen que nos sintamos mejor», comenta López, para añadir que, todo esto sí puede desencadenar, sumado a otros factores ambientales, una conducta agresiva. Del mismo modo, puede favorecer la aparición de tristeza, cansancio, melancolía y fatiga.

 

Esto último puede resultar confuso por la romantización que el cine y la televisión han hecho de la comida basura. Recuerden a Bridget Jones, a Reese Whiterspoon en Una rubia muy legal o a Chendler en Friends. Los tres dejaron su suerte en manos de Ben and Jerry's y amigos después de un desengaño amoroso para ver si con el chute de azúcar levantaban cabeza. Lo harían, como explica esta nutricionista, en un primer momento. «No obstante, a continuación vendría un bajón al desaparecer el pico glucémico, porque este tipo de productos, consumidos con frecuencia, pueden provocar alteraciones en nuestro estado de ánimo, sobre todo si los usamos como recompensa». El hambre emocional, que es a lo que se refiere López, lo confunde un 90 % de la población, con las consecuencias que esto acarrea en casos extremos, pues puede llegar a generar un efecto similar al de una adicción.

CÓMO INFLUYE EN LOS NIÑOS EL ABUSO DE AZÚCAR

Fátima Branco aprovecha la noticia de Acapulco para restarle peso a las palabras de Abelina López pero, a la vez, reconducir la situación hacia un lugar diferente pero no menos hostil. «Hay estudios, y no son ni uno ni dos, que vinculan el consumo excesivo de carbohidratos de absorción rápida en niños, que se produce sobre todo en países en vías de desarrollo, con un comportamiento agresivo. Además también revelan que puede empeorar la conducta en menores con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y aquellos que sufren bipolaridad. Esto no quiere decir que la culpa de que un niño sea violento esté en la ingesta abusiva de azúcar, pero influye».

Una de las investigaciones que menciona Branco es la realizada recientemente por la Universidad de Colorado, y publicada en Evolution and Human Behavior, que llega a estas conclusiones que indica la especialista. Por otro lado, y esto ya desde su experiencia clínica, esta nutricionista advierte de que numerosos pacientes le informan de una mejoría notable en problemas de ansiedad una vez llevan un tiempo reduciendo prácticamente a cero su ingesta de azúcar.