Guaján o la guerra de Gila

Á. M. Castiñeira REDACCIÓN / LA VOZ

HEMEROTECA

Tras la «hecatombe de Cavite», en la que desaparece la escuadra de Filipinas, un barco yanqui conquista una isla sin que la guarnición española pegue un solo tiro

12 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hasta que un puñado de soldados marroquíes se plantaron en el 2002 en Perejil, pocos más que un cabrero que llevaba a pastar allí su rebaño de Pascuas a Ramos sabían del peñasco ceutí. Más o menos así de famosa era a finales del XIX Guaján, que de perla española del Pacífico, cuando un siglo antes hacía allí escala el galeón de Manila, había pasado a islucha dejada de la mano de Madrid.

En 1898, cuando España y Estados Unidos entraron en guerra, en Guaján se detuvo el tiempo. Mientras la escuadra de Montojo sufría «la hecatombe de Manila», la pequeña guarnición de la isla vigilaba tranquilamente, al sol del trópico, una costa que «tiene próximamente 125 kilómetros de circunferencia» y varios puertos donde, por entonces, iban «a hacer aguada los buques de gran porte». En tanto el Baltimore, el Raleigh o el Boston despedazaban en Cavite el Reina Cristina o el Castilla como quien hace ejercicios de tiro al blanco, buena parte de los 5.000 habitantes de Guaján («este número no representa ni una décima parte de lo que debería ser si el terreno se cultivara convenientemente») se dedicaban en paz a la producción de «maíz, algodón, añil, cacao y caña de azúcar».

Una de las noticias con las que muchos descubrieron la existencia de tal isla se titulaba: «Lo que se proponen los yankees». «El crucero [...] Charleston -decía- espera en Hawái las tropas de refuerzo que se dirigen a Manila». Como le quedaban de camino, se sospechaba que el capitán tenía órdenes de «dirigirse a las Marianas con objeto de apoderarse de ellas». Y allí estaba Guaján.

«Fusiles de chispa (!)»

El navío estadounidense se puso al frente de un convoy: varios transportes con «las tropas yankees que se destinan a la ocupación» tras lo de Cavite. «A Filipinas no se mandarán barcos españoles, porque no pueden enviarse, ni tampoco es probable que se envíen en tiempo fuerzas terrestres», se lamentaba desde España dando ya por perdidas las colonias.

Pasados solo tres días, «comunican de Londres que el crucero yankee Charleston [...] se apoderó de Guaján». Y «añaden que fue imposible la defensa, pues la escasa guarnición española que allí había carecía de cañones y tenía fusiles de chispa (!)». Es decir, poco más que los arcabuces que podía llevar Magallanes en la Victoria cuando descubrió el archipiélago en 1521.

En realidad, este telegrama, como varios más que se publicaron alrededor del día 14 de junio, era una afortunada predicción, pues faltaba aún una semana para que la isla cayera en manos de los estadounidenses. Esto solo pudo confirmarse cuando el convoy alcanzó su destino: «Dicen de Nueva York [...] que el crucero Charleston y varios transportes con refuerzos yankees llegaron el día 30 a Manila. El día 20 se habían apoderado de las islas Marianas, o de los Ladrones».

Los españoles, en la inopia

Aún tardaría en conocerse que el día de autos, cuando el Charleston se acercó a la isla y disparó varias veces, la respuesta fue un completo silencio. Lo que sucedió a continuación parece un fragmento del gag en el que Gila agarraba el teléfono para quejarse de que los cañones que le habían enviado no tenían agujero: un pequeño bote se acercó desde el puerto y llevó a bordo del buque norteamericano a un oficial español, quien, muy apurado, dio la bienvenida al primer barco que -dijo- visitaba la isla en meses, y acto seguido se disculpó por no haber devuelto el saludo. Aquí las fuentes difieren acerca de si su excusa fue la falta de pólvora o que el armamento estaba en tan malas condiciones que nadie se atrevía a usarlo.

Es difícil imaginar la cara que se le quedó al capitán del Charleston antes de encontrar las palabras para explicar que sus países estaban en guerra desde abril y que aquello que había mandado no eran salvas de cortesía, sino andanadas de tomo y lomo. Lo mejor fue rendirse sin tener que lamentar bajas.

Por cierto, la isla de Guaján ya no aparece en los mapas. Está donde estaba, pero, para encontrarla, ahora hay que buscar Guam (EE. UU.).