Un astillero en ebullición

Á. M. Castiñeira REDACCIÓN / LA VOZ

HEMEROTECA

La Voz visita los talleres ferrolanos que gestiona la Sociedad Española de Construcción Naval, donde cientos de obreros se afanan en terminar el Jaime I

06 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Son días de trajín en los talleres ferrolanos que gestiona la Sociedad Española de Construcción Naval. Cuando el periodista de La Voz accede a las instalaciones, puede ver en la grada el último de los tres acorazados de la clase España. Escribe: «Al bajar la pendiente que da acceso al astillero, se abarca de una ojeada la mole. El nuevo buque de guerra de 15.6000 toneladas, fino de líneas, alteroso, pulido y retocado, hace su última toilette sobre la basada». A lo largo de la quilla del barco, de nombre Jaime I, «bullen los operarios ensebando perchas, aflojando cuñas, aferrando cadenas» bien iluminados, ya que «en aquella sombría inmensidad de madera y hierro brillan en pleno día las bombillas eléctricas».

Es la viva imagen de «una obra perfecta de la ingeniería naval moderna, mejor dicho, de cómo actualmente la factoría naval ferrolana puede realizar las más atrevidas construcciones sin temer el cotejo con otros establecimientos análogos del extranjero». También es el símbolo de la recuperación de la Marina de guerra española, casi desaparecida 16 años antes.

«Instintivamente nos acercamos, nos colocamos debajo materialmente de la quilla, gozando con saber que se alzan sobre nosotros, sin que en ello nos vaya riesgo alguno, miles y miles de planchas de hierro, de láminas de acero de un espesor atroz, de nervios gigantes, de pernos colosales, de maderos, el menor de los cuales nos desharía si cayese», antes de trepar «a la cima por la rampa empinada con balaustre tosco que han pulimentado durante un año, dos años, con sus manos consagradas por el trabajo, millares de obreros».

Soberbio espectáculo

Desde allí se contempla un «soberbio espectáculo, el de la cubierta y el de las entrañas de la nave en plena actividad industriosa». La escena la protagonizan «centenares de hombres a pleno ambiente, teniendo por fondo la maravilla de la ría». Todos «jadean golpeando el hierro, practicando taladros, acoplando maderas, colocando estopas en los intersticios». Se los ve «a rastras o de rodillas manejando el mazo, haciendo funcionar los sopletes...».

De allá abajo «sube un fragor de fábrica en movimiento loco. La colmena humana parece vibrar, triplicado el esfuerzo a medida que el instante solemne de la botadura se acerca». Aunque, «¿para qué tanta premura?». No hay, por ahora, nuevos trabajos en perspectiva. El España ha sido entregado a la Armada. Al Alfonso XIII, botado hace un año, le falta muy poco para ser asignado.

Pero sería «una locura truncar de pronto esta inmensa empresa de reconstitución naval tan felizmente iniciada. Equivaldría a arrojar al mar los 200 millones invertidos en dar vida a estos arsenales, en dotarlos de maquinaria, en organizar el ejército de aptos y laboriosos obreros de que España (y Ferrol en primer término) puede enorgullecerse. ¿Qué se habría logrado a la postre, excepción hecha de tres buques, aislados, solitarios, cuyo coste ante el crac formidable vendría a resultar inaudito?».

Inversión costosísima

El hecho es que la inversión ha sido mayúscula. Parecería que para continuar haciendo barcos. «Se han montado costosísimos talleres, lo mismo en Ferrol que en Cartagena; se inauguró un magnífico dique; se hizo posible [...] que en la factoría ferrolana se construyesen en los excelentes talleres de turbinas, de nueva planta, las poderosas máquinas de los acorazados; se emplazó una potente machina flotante de 100 toneladas, se trazaron y habilitaron las nuevas y soberbias gradas del astillero rodeadas de los talleres de herreros de ribera con cuantos adelantos es dable aplicarles...».

Al lado del reportero, un trabajador «hace un alto en la brega para limpiarse el sudor con el revés de la mano». Es joven y fuerte, un «Hércules moderno de camiseta y cinturón de cuero, con bíceps pronunciados y cuello de toro». Dice: «No se hagan ustedes ilusiones. Aquí acabó todo. El Jaime es el último acorazado que se construye en Ferrol». Acierta. Es, también, el último que se construye en España.